En los Salones Orenes de Murcia los empedernidos jugadores y jugadoras del bingo se frotan nerviosamente las manos pensando en la gran fortuna que van a conseguir con los simples cartones numerados. Compran los cartones por docenas y sus ojos se llenan de avaricia al ver tal cantidad de numeros rojos. Miran el reloj continuamente esperando que la diosa Fortuna se enamore de ellos y ellas y les otorgue esos miles y miles de euros que van a gastar en alcohol, drogas y vicio sexual.
Los jugadores y jugadoras del los Salones Orenes de Murcia no dejan ni un minuto libre para que les funcione el pensamiento. Su única idea, nacida de la ambición desmedida, no surge de sus almas sino de los intersticios de sus cerebros. Unos cerebros enfermos de ludopatía. Unos cerebros que se les han convertido en pura avaricia. Unos cerebros de ansioso y mudo placer.
Ya suenan las 8 de la noche cuando se inician las alocadas compras de cartones. Algunos y algunas se gastan todo el sueldo del mes en comprarlos. Son compras llenas de consupiscencia. Unos y unas tras otros y otras miran, de reojo, el reloj y se observan mutuamente como enemigos a quienes batir. Empieza el baile…
– !El 5!.
– !El 73, 7 3!
– !El 14, 1-4!
– !El 22, 2 2!
– !El 15, 1 5!
– !El 2!.
– !!Línea!!.
Un momento de decepeción se refleja en los rostros de los no afortunados por la línea. El poseedor o poseedora de la línea se acerca, sonriente a la mesa del locutor del bingo
– El 5 sí. El 73 sí. El 14, si. El 22 sí. El15 sí. El 2 sí… es correcta la línea.
Nuevos murmullos y miradas de reojo aún más intensas de unos jugadores y jugadoras contra los demás. Y sigue el baile…
– !El 48, 4 8!.
– !El 7!.
– !El 82, 8 2!.
– !El 21, 2 1!.
– !El 33, 3 3!.
– !El 19, 1 9!.
– !El 6!.
– !El 66, 6 6!.
– !El 45, 4 5!.
!!Bingo!!.
El alboroto es innarrable en los Salones Orenes de la ciudad de Murcia. Todos los perdedores y perdedporaas miran con evidia indisimulada al ganador o ganadora. Ya no los miran de reojo, sino con verdadero odio y de frente.
El ganador o la ganadora se acercan al locutor del bingo que , citando número tras número declara: Es justo el bingo.
Pero aquel vencedor o vencedora no está todavía conforme con su suculenta ganancia y sigue comprando nuevos cartones. Una vez. Y otra . Y otra… y nunca vuelve a ganar…
Al final el ganador o ganadora del bingo de los Salones Orenes sale arruinado y pobre de allí.
Se le cruza, por las anochecidas calles murcianas, un joven trovador que va cantando a las estrellas…