Esa noche andaba por los caminitos de aquella pequeña aldea, anclada en un sobresaliente pasado milenario, invariablemente imaginario. Le escoltaban olores portuarios…rastros de la venta de pescado en el mercado de la mañana…lúgubres luces alumbraban las piedras de las casas con grandes portales de madera…carros tirados por jamelgos transitaban el silencio adoquinado y el señor, paseaba a sus perros después de dos jornadas sin cacería…sin zorro.
Trovadores y Juglares hacían sonar las cuatro cuerdas dobles de la mandolina y un extraño clavicordio inspiraba fantasmagóricas inscripciones que somatizaban en la insólita atmósfera naciente…mientras el azor se posaba en metacarpo enguantado.
El viento erraba alrededor con furia cansina, zigzagueante, buscando refugio…calor, desprendía el hedor del día y atraía recuerdos balsámicos y ansiados por los adormecidos olfatos de los hogareños del lugar que reposaban la madrugada en silvestres lechos, contiguos a resoles prendidos escalfando el aura que disiparía el alba… Esa noche se recostaba sobre el único puente que se levantaba en la existencia y miraba las aguas sudorosas de grasas y pútridos cócteles, rúbrica de la sustancia humana que como el mismo océano, fluían a granel para cerciorarse de que se mantenían a flote. Esa idéntica noche un atisbo observaría ocultarse a la sombra tras su figura ¿qué desafío es este, que hallándome sereno, burlarse quiere? ¡Por Dios, quién osa poseer mi sombra!, nada contestó a sus ruegos…encolerizada, la tristeza le arropó y fue compañera de despliego de turbaciones…esa misma noche. Esa noche que se acercaba al plenilunio y su propia estirpe le hacía escarnio, aislándolo como a un infectado…dejándolo solo frente a una suerte inminente de olvidada necesidad de abrazo…de conquista…la paz no reinaría jamás en el bajo instinto criminal de un mundo dado al exterminio. ¡Esta noche alguien me llama!, lo percibo con claridad a pesar de la oscura tez de la tierra ¿Quién sois vos? ¡Responded presto, antes de que la locura se adueñe de mí y la necedad haga estragos alrededor de este pueblo esquivo! ¡Rezad para que el filo cortante de mi espada no desenvaine y se alce contra esta furia desencadenada por la esquizoide presencia de la cruel iniquidad!, Ah…enemigo desleal que os escondéis ¡dad la cara y os salvareis!…esa noche blandían las nubes allá en los altares, brunas sobre foscas, amenazando tormenta, menguando luces estelares… ¿se acercaba un diluvio…?¡El enojo de los omnipotentes evacuaba su arrebato con la manada de los albores en su más puro estado natural contra el frágil y mezquino títere recreado en estiércol de vanidad!…Esa noche, giró despacio a su entorno y percibió que no era denso el espacio…¿De dónde descendía este infinito que calaba sus atavíos?, consciente de la ignorancia, maduró que se hallaba en sacro instante y que se le revelaba, o pretendía, una señal de divina identidad…más él era un guerrero y no un piadoso creyente…pero esa noche, esa noche aleatoria, colmada de contraposiciones y rarezas, montaría raudo en su corcel y cabalgaría alejándose del desafuero hasta que el ciclo le derribara de su montura y se eclipsaran las tinieblas.
Marzo de 2003
Un comentario sobre “Brunas sobre foscas”
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Una construcción de un carácter oscuro muy buena. Entre los mundos de Tolkien y Shakespeare.
El título, como todos los tuyos, muy certero. Es difícil dar con un buen título,que llame a leer, que evoque, que resuma y que introduzca al lector en el texto tan bien como los tuyos.