El despertar es siempre una simiente visionaria de todo lo que embarcamos durante estas 24 horas de “feed back” en donde lo aparente pasa por ser verdaderamente transitivo. Es el mundo de las ósmosis humanas. La única manera de llegar al pulso de la vida. Los dedos se enlazan con el sobrecito de azúcar a la hora de abrirlo lentamente…
Comienzo a viajar por las estaciones de las vivencias con mis ojos observando el rostro de la jovencita que está detrás del mostrador. Es nueva en el local. Tiene un misterio latino con su mirar ensimismado. Hay un cartel que dice: “Más adelante también el tiempo se desboca”. Así que hay que seguir más adelante. Por ley de vida. Por deseo consensuado. Por necesidad de presenciar otros momentos cotidianos. Es el despertar en este mismo momento.
También hay un póster del Brooklyn Bridge con una leyenda en inglés que se traduce por “De mucho amor y mucha arquitectura”. Queda atrapada también en mi memoria; así como la ucronía ingenua y generosa de las palabras de los primeros parroquianos que pareen hablar, somnolientos todavía, de una especie de dialecto poético en forma de prosa sucedánea. Son los primeros deseos del día; los primeros minutos, fronterizos con la incertidumbre, esculpidos en la transparencia alegre de este amanecer.
Es hoy un sábado esencial y todavía receloso. Los donjuanes de turno miran descaradamente el perfil de la Venus que hay detrás de la barra. Minutos trémulos, húmedos, crisálidos…
Miro a los ojos a la chica del bar. Encuentro un resquicio de preguntas que son como un sentirse proyectivo en esta esfera atrmosférica que parece estar flotando en el “guache” disfrazado de serpiente cálida que es su cuerpo onduloso.
Imágenes. Alimento impalpable. Todo esto, hoy, es una especie de frutal enrosecido, sensible, dulcificado por el vivo vademécum adecuado a los ojos de los imposibles. ¿Es hoy un sábado imposible?. Quizás. Y es uno de esos días en que comienzas a meditar en las fuerzas y los esfuerzos del vagoroso movimiento de los que recurren a la dialéctica popular mientras toman su café caliente.
Tienes el don de plasmar con palabras todo aquello que ven tus ojos, hasta el detalle más ínfimo.
La escritura es arte en tus manos.
Un beso