¿Alguien conoce a un perro infeliz? No existe. Los humanos podemos aprender cuatro recetas de la filosofía canina para la felicidad.
1º Un perro salta y juega diariamente, nunca deja pasar la oportunidad de salir a pasear y se alegra con el simple placer de una caminata. El camino de la felicidad pasa necesariamente por el mundo de la acción.
Las personas felices llenan sus vidas de actividad en compañía de otros, en tareas no individuales, gratuitas y con algún esfuerzo físico. Los más dichosos saborean el presente, y parecen extraer el máximo placer a las oportunidades cotidianas. La felicidad se encuentra en el aquí y en el ahora.
2º Un can se mantiene siempre alerta, pero tranquilo y sin angustia. No se entristece ni guarda rencor, aunque sea censurado y en esos casos corre a refugiarse entre sus amigos. De evitar disgustos se compone la felicidad. La gente feliz se agobia poco. La mayoría de las incertidumbres no se cumplen, y debemos distinguir entre ansiedad y planificación. El optimismo es quizá el rasgo más característico de la gente feliz, porque el bienestar queda determinado por nuestro tipo de pensamiento. Conviene una interpretación favorable de las circunstancias, con una actitud de “voy a ser feliz, ocurra lo que ocurra”. Y en los momentos difíciles recurramos a la familia y a los amigos.
3º Un chucho trota para saludar a cualquier conocido, dando alegría y dejando que le acaricien, siendo leal siempre. No tenemos derecho a consumir felicidad sin producirla. Una vida social satisfactoria es el mejor factor de felicidad, con alta participación, tanto a nivel formal (organizaciones, asociaciones,…) como a nivel informal (familia extensa, amigos, vecinos, colegas,…). Otro rasgo de personalidad frecuente en la gente feliz es la extroversión, que se cultiva sonriendo y simpatizando con los demás. La lealtad afianza las interacciones sociales y nos transporta a la felicidad.
4º Un perro nunca pretende ser algo que no es, ni aspira a metas inalcanzables. El placer puede basarse en la ilusión, pero la felicidad descansa en la verdad. Las personas felices son auténticas, naturales, abiertas,… Ser uno mismo hace más cómoda la vida diaria, y permite hallar gente que pueda amarnos “tal como somos”. Es conveniente adecuar correctamente las expectativas. Pretensiones demasiado elevadas rara vez se cumplen y desembocan en la decepción; en cambio, esperanzas moderadas conducen a una satisfacción mayor de la prevista por su efecto acumulativo. El “gran triunfo” solamente podría alcanzarse tras años y muchos mueren a la espera. Los dichosos creen que la felicidad es “el viaje más que la meta”.
Los tres niveles perrunos de felicidad: 1) Tratemos de llenar la vida de pequeñas alegrías, compartiéndolas con los demás (como un Schnauzer vivo y afectuoso). 2) Conozcamos nuestras propias virtudes y facultades, reconstruyendo nuestra vida para aplicarlas al máximo (un terrier diría: “corro y persigo ardillas, luego existo”). 3) Pongamos nuestros talentos personales al servicio de una causa más grande que nosotros mismos, para dar trascendencia a nuestra propia vida (un San Bernardo busca entre las nieves un amo a quien servir).
Mikel Agirregabiria Agirre. Escritor
www.mikelagirregabiria.tk