Ilmo. Sr. Juez:
Me permito dirigirme a Vd. con la sana intención de velar por su salud y por la de todos los españoles, pero la suya me parece de vital importancia; que no en vano es Vd. representante de la Justicia y hacedor de la misma, y ya me contará qué hacemos, si enferma Su Señoría de estrés o depresión. Es por ello, que quiero poner en su conocimiento, y para que en un futuro no le desborde el trabajo con infinitas operaciones
“malaya” y se nos ponga malito, otras operaciones de la misma índole que vemos todos cada día en televisión, y que terminan por parecernos normales.
Yo, como la gran mayoría de los españoles, no tenía ni idea de lo que se cocía en Marbella, así que estoy encantada con que los pillen a todos, y una vez demostrada su culpabilidad… ¡al trullo!, que somos muchos los que las pasamos canutas para hacer frente a la desorbitada hipoteca del piso, amén, de los que ni se la conceden . Y claro, llegan los imputados de Marbella, y nos insultan a la cara haciendo ostentanción de su despilfarro; despilfarro, que no les pertenece.
Pero “malayos”, ya sabemos todos -y Vd. mucho más ,que no quiero ni pensar en lo que habrán visto sus ojitos- los hay en todas partes y rincones del mundo. Lo que yo quiero rogarle es que detenga, interrogue y
obre en consecuencia con su buen saber y hacer, a los malayos que pululan en televisión como perico por su casa. Imagino que poco tiempo tendrá Su Señoría para ver la tele; pero a mí, como un colega suyo me dijo, que aunque yo estaba hecha unos zorros seguro que podría trabajar en cualquier cosilla, y los empresarios no lo ven así, pues me sobra tiempo para verla. Y los malayos a los que me refiero, no tienen ningún pudor en hacernos llegar la idea, muy sibilinamente, de lo facil, cómodo y hasta “legal”, que puede llegar a ser estafar, engañar y reírse del televidente -completamente desvalido en casa frente a su televisor-
y todo ello con premeditación, alevósia, nocturnidad, y lo peor de todo: con abosoluta consciencia del alcance del medio, dónde se desenvuelven cual escurridizos pececillos. Ésa es la razón de que me preocupe por su salud, porque si no se hace algo por pararles los pies, en poco tiempo no quedará nadie que no se suba al carro de la estafa, y a usted, se le apilarána aún mas los expedientes.
Detenga por favor, Sr. Juez, a los malayos que dicen tener en su poder la capacidad de adivinar el futuro. Si Señor, sí, adivinan el futuro con unas cartulinas de colorines, y con sólo vapulearlas y removerlas un poco. Además saben si tu marido te engaña o no, si conocerás al hombre de tu vida, si tu hermano -enfermo de cáncer- muere éste mes o para el siguiente, si tu médico acertó en el diagnóstico -y en vez de tomar antinflamatorios que fue lo que te recetó, es mejor que lo dejes y tomes poleo menta o diente de león- , si tu cuñada conspira a tus espaldas, si tu hijo se fuma porros, y hasta el día exacto en el que se va a morir el abuelo, y si heredas o no la casa del pueblo. Vamos, que por unos euros de nada te lo adivinan todo, pero claro, si hay otra llamada esperando, así estés llorando en directo y llena de desconsuelo, te dicen que seas feliz, y te cuelgan. Le será fácil reconocerlos cuando los vea, porque además de notárseles en la cara, ese don divino que poseen, y que dicen ser innato, no se visten como el resto de la gente; llevan túnicas, turbantes, ropajes de lo más variopinto, montones de amuletos, collares, anillos y pulseras, colgados por doquier , muchas capas de maquillaje y nombres, muy habitualmente, de piedras preciosas.
Detenga también los que te ofrecen a todas las horas del día, un fajo de dinero -enseñan un cartón en forma de abanico de billetes, de un color raro- y para ganarlo, sólo tienes que llamarles -que están en directo y con las líneas abiertas- y adivinar un acertijo. ¡Cómo se lo cuento! Nada de adivinar quien descubrió el pararrayos o la teoría de la relatividad, por ejemplo, que vá, mucho más fácil; o la palabra “balneario” con las letras cambiadas de sitio y dándote como pista “es un sitio para descansar, y te puedes bañar en él” , o este otro: “cien patitos en un cajón ¿cuantas patas y picos son?”, y también en éste, te dan pistas. Lo raro raro de todo, es que nunca acierte nadie. Yo, no quiero ser mal pensada, pero ¿no le parece a Su Señoria, que nos están llamandonos imbéciles, cretinos y tontos del culo a todos? Y no le parece ¿que se están riendo de los niños, que los pobrecillos míos adivinan el acertijo y se tiran en plancha al teléfono para ganar el escaparate y dar una alegría a toda la familia?.
Hay muchos más malayos en la tele, Sr. Juez, muchísimos, -como otros que cobran por jugar a “La Santa Inquisición”, colocando la palabra “presuntamente” delante de cualquier atropello que tengan a bien decir amparandose en su título de periodista (¿?), y rasgándose las vestiduras, tanto si una pareja de “casposillos” se pelean entre ellos, o se hacen arrumacos en la playa. No importa; “La Santa Inquisición” se encarga de juzgarlo todo desde el prisma de lo atroz, quedando ellos mismos por encima del bien y del mal – pero de éstos últimos, ya le hablaré otro día, pues no me apetece pasar el resto de mi vida “a la sombra”, que bastante tengo ya, con la sombra de mi vida. .
Su Señoría: vea un poquito más televisión, si puede, claro.
El señor juez se lavará las manos como Pilatos, después de haber recibido, por supuesto, un alto montón de billetes de 500. Jueces malayos para sociedades malayas y el resto a jugar a las tres en rayas. La Santa Inquisición nos condenará por ser críticos de la hipocresía. Un besazo, dakota.