A lo largo de mi vida cultural he tenido algunas épocas en que he puesto en práctica el arte de los chistes gráficos. De manera personal e independiente, recuerdo todavía algunos de ellos que se iniciaron en mi infancia y mi adolescencia. Por ejemplo “el del fútbol” (Lope de Rueda) o “el del tomate” (Cerros Verdes). Pero también tengo otros que pertenecen a mi juventud. Por ejemplo “el de Moncloa” (Tándem), “el de la oficina” (Tándem o Cigarra y Saltamontes), “el de los postes” (Tándem) y “el de la pistola” (Casa de Campo) sin olvidar “el cristiano” (BHA) entre otros que ahora no rcuerdo. Cuando pienso en todos ellos (siempre cargados de “denuncia social” contra los hipócritas sociales y los ideólogos de chichinabo) me entra tal ataque de risa que no puedo más que pasar olímpicamente de todos ellos.
Después mi grafismo dejó los chistes y me entró la musa cultural de los dibujos. ¡Cuántos dibujos habré pintado yo en la vida que coleccionando todos ellos podría llenar incluso alguna de las paredes del Museo del Prado de Madrid! Pero nunca olvidaré mis chistes gráficos y lo que bien que lo pasaba yo haciéndolos públicos; porque la educación y la vergüenza que debemos de tener los seres humanos no consiste en el hipócrita formulismo de ponernos o quitarnos una gorra o un sombrero sino de aquello que hacemos pero ocultamos. Por eso no me arrepiento jamás de mis Chistes Gráficos Sociedad Limitada. Y cierro mi diario recordando “el del sexo” que fue sensacional.