Una vez que Luis descubrió mis grandes hazañas con las chavalas de muy buen ver y de muy buen mirar, quiso saber de dónde me venían a mí dichas capacidades y quiso conocer a mi familia una vez que yo ya había conocido a la suya. Así que, sin pensarlo dos veces, un día quiso acudir a mi casa para conocer a mis progenitores. Entonces todavía estábamos viviendo en la calle Juan Duque 16. Lo primero que le deslumbró a Luis fue lo moderno que era el portal, lo bonita que estaba la escalera y el estilo fino de todo el trayecto hasta subir al piso quinto número dos. Llamé a la puerta y acudió mi madre…
¡Ante la sorpresa monumental de todos los presentes que eran, además de mi madre, mi padre y mi abuela materna, Luis se cuadró marcialmente, pegó un taconazo de estos que sirven para despertar al más dormilón de una compañía militar entera, y forzó un genuflexión que por poco se nos viene abajo y cae de bruces en el suelo! Mi madre se quedó alucinada…
Después quiso conocer a mi padre, el cual descansaba tranquilamente, vistiendo una camiseta, fumando en la sala. Vi cómo Luis temblaba de emoción cuando se dirigió respetuosamente a mi padre pero mi padre siguió impertérrito ante los gestos marciales de Luis mientras mi abuela materna no salía de su asombro. Después de hechas las correspondientes presentaciones, y tomar un aperitivo que sirvió mi madre, Luis y yo nos marchamos a dar una vueltecita por lo madriles en su Renault último modelo.
– ¡Tú padre sí que tiene personalidad! -me dijo todo entusiasmado.
– Nos viene de herencia -le contesté yo.
Al volver a casa, ya de anochecida, mi abuela materna se dirigió a mi conteniendo ella la emoción y conteniendo yo la risa.
– ¿Quién era ese guacho tan formalista, nieto?
– Le dicen “Curro” pero no es el bandolero asalta caminos Jiménez sino uno de muy de derechas.
– ¿Y por qué ha saludado de manera tan sensacional a tu madre?
– Porque cree que es una reina.
– Si eso piensa de tu madre… ¿qué ha pensado de mí si se puede saber?…
– Que eres la emperatriz del Imperio Austro-Húngaro.
A mi abuelita le entró una gran emoción…
– ¡Qué ilusión! ¿Como la Sissí que vimos en el Cine Alcalá en el año 1956?
– Eso es, abuelita. Te ha reconocido como la Sissí emperatriz pero de verdad.
Aquella noche mi abuelita soñó con los palacios imperiales y todo eso que aparecía en las películas de Sissi en el cine. Yo entonces estaba en la sazón de los 20 años de edad y no podía aguantarme más la risa pensando en mi Princesa de 1956.
Mi abuela materna.- Lo recuerdo. Jajaja. ¿Te refieres a “Currito Faroles”?
Sí. Jajaja. Me refiero a “Currito Faroles” el que no se enteraba de qué iba lo de las chavalas y todo aquello que tú sabes.
Mi abuela materna: Como dijo Gustavo Adolfo Bécquer “La soledad es muy hermosa … cuando se tiene a alguien a quien decírselo”
Estoy seguro de que era eso lo que pasaba con Luis, abuela. Que tengas un feliz día.
¡Que bueno! Perdona si a mi también se me escapa la risa. Cómo un simple detalle, el saludo de un amigo con gestos marcianos, logra traer, así de repente, una ilusión ingenua y de ensueño que no entiende ni de edad ni de condición.
Que bien expresas siempre cada detalle.
Un abrazo
Jajaja. Sonrío sin malicia alguna pero fue verdad…
Que bueno que sea verdad. Ahí está la magia.
Y ya sabes que donde está la magia empieza el sueño…
… a hacerse realidad, pro supuesto.
Por supuesto, Quiero decir y digo que por supuesto para dar mayor claridad a lo que decimos y que todos se enteren bien enterados. Gracias por charlar conmigo.
Es un placer charlar, sobre todo con buenas conversaciones como estas. Un abrazo!
Tengo por sana costumbre responder a un abrazo amistoso con otro abrazo amistoso. Gracias NASIA.
Gracias a ti, compañero.