Buen día. Tengo un “Coburn”. Ha salido el sol. Me dispongo a iniciar “El chico de la parte de atrás”. Pasan los autobuses a toda velocidad. Las pesonas pululan sonámbulas por las calles. Estoy en Murcia (España), en el Restaurante Legazpi; pero con el pensamiento me encuentro en la calle Legapzi de Madrid. Las verdad es que estoy desayunando en el Restaurante Legazpi de Murcia. Pero está la otra realidad, porque todos tenemos dos realidades. Entre Legazpi de Murcia y Legazpi de Madrid sólo existe la corta distancia de un pequeño pensamiento: “Si estoy soñando es porque me imagino que estoy soñando”. Y la siguiente frase peude ser: “No existen las distancia si es que las imaginamos con el pensamiento”. Alguien está todavía durmiendo.
¿Habrá alguien en el Mundo entero, hoy día 1 de junio del año 2010 después de Jesucristo, que no abra ya más los ojos?. Es totalmente posible. Posiblemente sí. Probablemente también. Quizás es que ya han llegado al final del mundo y no han sabido volver. Y yo vuelvo de nuevo… a nacer… como todos los días. A mi lado está el “Coburn”, un pequeño libro de teatro cuyo autor es Juan Mayorga y que nadie lee porque está perdido entre los demás anaqueles de la Bilioteca Regional de Murcia. Como de regiones estamos hablando, hagamos una traslación. Ya voy… pero después… después de haber terminado mi “coburn the parley” que quiere decir en español: “the parley coburn” (por eso de que escriben al revés que nosotros) y ya está. Una forma más de cómo poder a comenzar a reflexionar sobre el el tiempo y la edad del tiempo. ¿Tiene edad el tiempo?. Por supuesto que sí pero sólo es una relatividad. Y si de relatividades empezamos a hablar yo mantengo, sostengo y defiendo la siguiente idea: “La edad del tiempo está siemrpe dentro del mundo de los demás porque en nosotros mismos no existe”. Quiero decir que sólo tenemos la edad de quienes nos observan pero, en realidad, no existe para nosotros. Buen día y vamos a animarnos hasta la última hora de estas 24 del 1 de junio del año 2010 antes de jesucristo. Que digan lo que quieran los que tanto se preocupan por la edad. Nosotros seguimos el camino, una vez que hemos llegado al fin del mundo, hasta el regreso a nuestros orígenes literarios: “somos lo que somos porque un día de la infancia comezamos a escribir”.