Mi barrio se asoma a la inquietud de cada día. Cuesta vivir y cuesta saber por qué cada noche la luna es distinta. Una frutera maravillosa, vive en mi barrio. La miras a los ojos y tiene ese gesto que ponen los melocotones cuando estan maduros y huelen y todo. La llamamos Sandi, porque es redondita y está llena de lunares, que son comos la pipas de la sandía. Sandi saca sus bolsas, cada noche llenas de fruta tocada. Y allá van las manos sedientas del fruto prohibido a llenar las bolsas de humildad. ¡Cuánto prestigio para esta frutera! en mi barrio la fruta es cara, y hay hambre, como todos los barrios que los alcaldes no pisanmas que un día. A esa fruta la llaman “pa compota”, tocaíta toa…pero, pa compota. Consumir la vida. Ser valientes para reconocer que una mano alcanza lo que el bolsillo no tiene. Vivir en mi barrio tiene olor a silencio, pero del bueno, del que hace ruido hasta por las noches.
2 comentarios sobre “Cogiendo fruta tocada”
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En mi barrio hay también hambre y sed de manos tocando la valentía de vivir oliendo las noches. En mi barrio hay también, como en el tuyo, inquietudes de bolsas de humildad… porque los alcaldes tocan sólo la fruta una vez al año… pero sobre todo, en mi barrio, como en el tuyo amigo, el prestigio consiste en ser parte íntima del consumo de la vida. Un abrazo.
Me ha encantado lo del “gesto que ponen los melocotones cuando están maduros y huelen y todo”. Hubo un tiempo en el que acercarse en verano a una frutería era emborracharse de olores maravillosos. Eso también lo hemos perdido, vosotros no por lo que cuentas. Ahora la fruta, en cámaras ¿semanas? ¿meses? no huele así.
Animo y a por esa fruta estupenda que no está para tirarla porque tenga alguna marca. Es la mejor. Yo me la como en casa, los demás no la aprecian.
Un abrazo.