Mientras esperamos a que nos lleguen las musas literarias vamos imaginando frases que empiecen con un inicio que despierte el interés de los lectores y las lectoras. Algo así como “En un lugar del espacio donde las sílabas silban arpegios” que siempre tiene una connotación prosaica y, al mismo tiempo, un deje de lirismo sincopado. Ahí es donde comienza la corta distancia entre el papel y nuestra imaginación. Después de eso podemos ya hacerlo algo más profundo. Por ejemplo “las ondas de mis pensamientos luchan contra los fantasmas del aire” que, como veis, le otorga al texto un cierto sentido de misterio y de suspense. Si logras llegar a esta ilación es que puedes seguir embocando vocablos cada vez más o menos sonoros. Por ejemplo “allí donde la atmósfera se convierte en témpera de artista buscando las metáforas silentes”.
Ya estamos dentro de la catarsis que nos guiará al punto de encuentro entre lo insólito y lo inesperado. Para darle consistencia a ambos aspectos del texto podemos continuar sin bajar el ritmo de la tensión fonética. Puede venir bien ahora una exclamación. Por ejemplo “¡Los duendes rodean el círculo de mis sentimientos según van pasando los segundos!”. Hemos roto el silencio para convertirnos en palabra viva. Ahora llega, por lo tanto, el darle toda la máxima vida posible con una idea genial. Por ejemplo “Yo estoy aspirando el olor de las anáforas que derraman todas las orquídeas de este lugar recóndito donde mi alma se introduce guiada por su afán de vivir lo desconocido en unos pocos centímetros de sueño”. Hemos dejado ya el texto preparado para el éxtasis de la locuacidad poética.
Llega el momento de poetizar sin ninguna clase de temor. Por ejemplo “donde, en medio del desvelo, se me abre el cielo y brilla la luz al trasluz del terciopelo”. Debemos situar ahora una idea que nos de la imagen que deseamos. Puede ser “que con tu cuerpo se cubre de anhelo”. Podemos, ahora, darnos un breve descanso de segundos para conciliar la idea con la semántica que estamos buscando. Tomemos dicho descanso para, después, entronizarnos con un testimonio trascendental. Podemos escribir “El pálpito de mis sensaciones recuerda canciones” y, mientras silbamos la canción del olvido, nos olvidamos de lo que nos circunda y penetramos en la profunda cuestión de bordar el sentimiento. Es valioso, entonces, un “Me brilla el pulso de las emociones al ritmo sincopado del reloj”.
Si nos damos cuenta, ya hemos rebasado el ecuador de nuestro mensaje. Podemos aumentar la densa concentración de ideas relajando el ritmo y entrando en una cadencia encadenada. Yo escribiría “Miro al infinito de estos segundos en que mi alma capta la luz de todos los tiempos y me convierto en metáfora”. ¿Qué metáfora puedo utilizar? Una muy buena que sea algo así como “Soy el pájaro de los sentidos”. ¿A qué llamamos el pájaro de los sentidos? Es fácil deducir que nos estamos refiriendo a un ser que vuela dentro del interior de sus esencias; porque es esencial no perder la serenidad y seguir escribiendo algo tan rotundo como “iniciando el sueño de mis inquietudes”. ¿No son los pájaros aves inquietas? Luego hemos acertado con la metáfora y no hemos distorsionado, ni forzado en lo más mínimo, el mensaje que buscábamos emitir. Sigamos, entonces, con “donde las palabras se convierten en sonoros ecos de la existencia”.
Nos hemos hecho trascendentes sin haber usado palabras vacuas, vacías de contenido, y nos hemos alejado de cualquier disonancia coyuntural. La coyuntura nos ha guiado hacia un término concreto desde un inicio abstracto. Concreticemos entonces. Escribamos “Soy un ser humano que ha trascendido desde sus raíces y se ha convertido en el poeta de tus vivencias”. Ahora llega el momento del descubrimiento final. Por ejemplo “y por eso vivo tanto en ti que soy tu íntimo deseo”. Podemos dar por acabado el mensaje pero ¿por qué no amplificar la sensación de profundidad? Añadamos entonces “escapando de la materia inerte para convertirse en suspiro de cercanía”. No. No abandonemos ahora la tensión literaria hasta que hayamos completado un mensaje unívoco. Así que podemos agregar “que, dentro del cauce de tus fantasías me ha confortado en vuelo de ave acariciando tu rostro para entrar en el sentido de todas tus esencias”. Ahora sí. Ahora podemos dar por terminado el texto aunque no está mal que añadamos una especie de prolongados sintagmas neorománticos. Así que es importante añadir “que se han transformado en una singular manera de amarte”. Y fin. Hemos llegado hasta el fin. Así ha quedado el texto completo.
“En un lugar del espacio donde las sílabas silban arpegios, las ondas de mis pensamientos luchan contra los fantasmas del aire; allí donde la atmósfera se convierte en témpera de artista buscando la metáfora silente. ¡Los duendes rodean el círculo de mis sentimientos según van pasando los segundos! Yo estoy aspirando el olor de las anáforas que derraman todas las orquídeas de este lugar recóndito donde mi alma se ha introducido guiada por ese afán de vivir lo desconocido en unos pocos centímetros de sueño donde, en medio del desvelo, se me abre el cielo y brilla la luz al trasluz del terciopelo con que tu cuerpo se cubre de anhelo. El pálpito de mis sensaciones recuerda canciones. Me brilla el pulso de la emociones al ritmo sincopado del reloj. Miro al infinito de estos segundos en que mi alma capta la luz de todos los tiempos y me convierto en metáfora: soy el pájaro de los sentidos iniciando el sueño de mis inquietudes donde las palabras se convierten en sonoros ecos de mi existencia. Soy ese ser humano que ha trascendido desde sus raíces y se ha convertido en el poeta de tus vivencias y por eso vivo tanto en ti que soy tu íntimo deseo escapado de la materia inerte para convertirse en suspiro de cercanía que, dentro del cauce de tus fantasías, me ha conformado en vuelo de ave acariciando tu rostro para entrar en el sentido de todas tus esencias que se han transformado en una singular manera de amarte”.
Que instructivo tan magistral, es un estimulo mental leer tus letras.
Gracias, amigo. Un abrazo.