Comunicación interpersonal en la pareja (Ensayo) -2-

– Claves para el entendimiento de un proyecto común.

Tema I: El encuentro del hombre y la mujer.

Capítulo 2.

– Acciones y reacciones.
– Validar al cónyuge.
– Dimensionar al cónyuge.
– Porcentajes de conocimiento.
– Cantidad y calidad del tiempo.

2.1.- Acciones y reacciones.


La Tercera Ley de Newton afirma que con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: o sea, las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido opuesto. Es necesario saber, antes de entrar en materia concreta, que las personas tienen la libertad para elegir entre hacer el bien y el mal, pero tienen que asumir las consecuencias derivadas. Vamos a ver un ejemplo que tenga cierto sentido. Por ejemplo lo que dice H. Verdugo: “A ver… una idea. Toma un llavero. Coloca dos elásticos de billete en el llavero, como si fueran llaves. Busca un clavo en una pared, o un gancho, u otra cosa. Engancha un elástico (de los que pusiste en el llavero) en el clavo. Toma del otro elástico y estíralo. Con el elástico estás haciendo una fuerza sobre el llavero, y la reacción la está haciendo el otro elástico. Trata de medir lo que se estira cada elástico. Si eran del mismo tipo, los elásticos, deberán estirarse lo mismo. Eso sería una manifestación que la fuerza de acción es equivalente a la de reacción, que apuntan en sentidos contrarios. Y, ojo…. actúan sobre cuerpos diferentes, el elástico que estiras tú, a través del llavero ejerce fuerza sobre el otro elástico, y… a su vez, el segundo elástico, ejerce la fuerza de reacción sobre el primer elástico.

Vayamos ahora a las relaciones interpersonales de un hombre con una mujer y teniendo en cuenta lo ya citado. Está claro que tal como sean tus acciones para con ella así serán las reacciones de ella para contigo. Hay que tener, por lo tanto, mucho cuidado con nuestras acciones al tratar con ellas puesto que las mujeres no son seres insensibles (como afirman los que no saben tratar con ellas o tratan con ellas en momentos inoportunos). Lo primero a tener en cuenta, por lo tanto, es saber, conocer o intuir (la tres cosas pueden ser válidas por sí mismas o en conjutno mucho mejor) si el momento es oportuno o no es oportuno. Muchos fracasan en sus intentos de conseguir alcanzar una comunicación interpersonal con ella porque han elegido hacerlo en un momento inoportuno. Por ejemplo, no es oportuno, para nada, intentar establecer una comunicación inmterpersonal con una mujer, si eres hombre ya preparado para ello, si en esos momento se le ha muerto el canario que tenía en su casa desde hacía diez años y ya lo consideraba como parte de la familial. Donde pongo el canario podemos poner por ejempo a algún familliar muy cercano a ella, a alguna amistad muy entrañable con ella o alguna persona en que ella había puesto mucho interés en conocer. Si no sabes que está pasando por esos momentos de tristeza debes investigar antes de intentar realizar una comunicación interpersonal con ella consultando, por ejemplo, con alguna amiga de ella o con otra persona que la conozca muy bien. Es primordial saber cuál es el momento que está pasando la persona de la que estamos interesados en establecer una comunicación interpersonal para saber si es el momento adecuado o es necesario esperar a otro momento. Hay multitud de circunstancias que rodean a un ser humano (hombre o mujer) y es necesario estar siempre atentos a poder conocer el estado de ánimo en que se encuentra la otra parte con la que nos interesa contactar.

El segundo paso a comprender es que, si el momento ya es oportuno, saber de qué manera nos podemos acercar a ella (si somos un hombre) o a él (si somos una mujer). Es muy importante, aunque muchos piensen lo contrario, la primera imagen que se deriva desde el principio. Si no sabes dar una buena primera imagen es importante saber que no estás preparado o preparada, todavía, para establecer una comunuicación interpesonal con la otra parte que nos interesa. En ese caso recomiendo que, antes de intentar llevar a cabo una acción comunicativa con la persona que nos interesa, te hayas inculcado de mucha capacidad en cuanto a la primera imagen que das de ti a la otra parte. No es cierto que es mejor lanzarse como sea y que el tiempo hará que nuestra primera imagen se transforme en buena si ha sido mala. Aquí tenemos en cuenta que a una primera imagen negativa le corresponde una reacción también negativa.

No es aconsejable, por lo tanto, iniciar una comunciación interpersonal con la persona que nos interesa, dando una impresión de baja estima ante ella (sigo con el caso de que un hombre intenta contactar por primera vez con una muer). Pongo el ejemplo que puse en el capítulo anterior: el citado personaje (que no doy nombre alguno para ser lo más correcto posible) fracasaba con las mujeres porque siempre iba diciendo de entrada que “soy solo un pobre empleado de banca”. Eso es señal de una tan baja autoestima a los ojos de ella que, lógicamente, el resultado de tal acción negativa (porque no es válido pensar que te va a salir bien dándole pena a ver si así consigues que te haga caso) es una reacción negativa. Una comunicación interpersonal de valores positivos (o sea que te salga bien desde sus comienzos) debe basarse en el principio de la empatía y si das una imagen desolada de tu persona la respuesta va a ser quizás “lo siento pero que te compadezca tu mamá”, o “no estoy ahora para hacer actos de caridad” o “si tan poca estima te tienes a ti mismo mejor búscate a otra que no sea yo”. Lógico. A una acción de intentar que ella tenga compasión de ti corresponde una reacción de alejamiento de ella o, como mucho, de un breve momento de compasión pero nada más.

El asunto está bien claro. Se tiene que conseguir que la primera acción que tomamos en una comunicación interpersonal sea lo suficientemente valiosa como para despertar el interés en la otra perosna. Y para despertar el interés en la otra persona, si es que nos gusta intentarlo, debe ser no buena ni muy buena sino, si es posible y estás preparado para ello, de carácter óptimo. Es importante este detalle porque he visto a más de uno fracasar rotundametne por intentar despertar la pena en la parte contraria. Tengo un ejemplo que fue verdaderamente lamentable. Un chaval se acercó a una chavala e, intentando contactar con ella para una futura relación a través de la comunicación interpersonal, no se le ocurrió otra cosa sino decirla que era impotente. ¿Qué se puede esperar de la reacción de ella si le dices, sea verdad o sea mentira, que eres impotente?. Simplemente un no rotundo. Y es que, insisto, para comenzar una buena comunicación interpersonal no debes dar una imagen que despierte solamente la compasión de la otra parte. Eso produce un desánimo en ella que ya no lo puedes convertir en un interés. Es importante no pasarse de la raya exagerando demasiado o haciéndote el duro (que también produce una reacción de rechazo) pero sí es importante despertar el interés de la otra persona. Po eso recomiendo que, la primera imagen que das de ti mismo o de ti misma, sea lo suficientemente atractiva como para despertar el interés de ella o de él. Cuando le cuentes una historia, sea real o sea imaginaria, hazla siempre creíble y sólidamente concebida no vaya a ser que te pase lo que le sucedió a un compañero mío de estudios que, sin tener ni la más mínima idea de lo que es la Historia de Cuba, le dijo a una chavala de la cual estaba muy interesado, y sólo porque ella era una entusiasta de la Revolución Castrista, que él había formado parte de dicha revolución. Como no tenía ni idea no supo, al final y a pesar de mis ayudas, salir de varias contradicciones graves que demostraron que era un mentiroso y se le vino abajo la posible comunicación interpersonal con ella. Imaginar no es mentir si sabes hacerlo bien.

¿Cómo despertamos dicho interés?. Lo primero, vuelvo a insistir, es presentar una buena imagen de ti. A veces es necesario pecar de exceso (sin pasarse de cierto límite para no caer en la prepotencia que supondría también el rechazo de ella) que no pecar de escasez. Si no tienes recursos suficientes para despertar un profundo interés enla otra parte de la pareja hombre/mujer es mejor que sigas madurando tu personalidad. Porque de eso precisamente se trata, de poseer capacidades intelectivas suficientes como para que la otra parte se muestre vivamente interesada. Cuanta más fantasía le pongas en el asunto (sin caer en la vulgaridad de creerte el mejor del mundo) mayor será el interés de ella para conocerte. Y es importantísimo que la primera acción despierte ese inusitado interés en la otra parte para que se quede contigo todo el tiempo en que tú sepas mantener bien alto ese interés. Sigo diciendo lo mismo: todas las acciones despiertan reacciones positivas o negativas en la persona que de verdad nos interesa conocer. No importa, en principio, que le eches mucha imaginación al asunto y, es más, yo recomiendo que le eches cuanta mayor imaginación sea posible; porque despues, a lo largo de la comunicación interpersonal, tienes multitud de ocasiones para ir desvelando tu personalidad sin caer nunca en la baja autoestima.

Poniendo el caso de las chavalas; en general todas ellas son bastante soñadoras. Eso es lo que debes realizar: hacer que los sueños de ella la tengan atrapada en tu conversación. Es bueno no resbalar en graves o grandes contradicciones y, para evitar eso, puesto que una grave o grande contradicción tira por los suelos todo lo que has ido tejiendo en esta especie de comunicación interpersonal, es neceario estar muy atento a todo lo que dices. Si estás contando una historia cualquiera (real o imaginada no tiene importancia en un primer principio) haz que la historia vaya despertando en ella el interés, la emoción, la fantasía; porque es cierto que las mujeres tienen muchas fantasía y es importante no destruírsela. En ese caso, si no estás dispuesto a ello, es mejor dejarlo porque su reacción, a corto, medio o largo plazo, va a terminar en una reacción de decepción total. Por eso si has conseguido despertar su interés y su fantasía no des un paso hacia atrás o no caigas en una grave o grande contradicción y siempre que te veas ante un peligro de sospecha busca salidas no sólo para evitar que ella se decepcione sino que siga aumentando la imaginación para ir elevando el interés y la fantasía de ella.

Pongamos otro ejemplo. El de la vulgaridad. ¿De verdad creéis que una acción vulgar o basta, propia de persona sin modales ni principios valiosos, puede despertar una reacción de aceptación si la otra parte te interesa mucho?. Pues no. Eso puede despertar el interés de otras que no sean la que de verdad te interesa (las conocidas como fáciles o facilonas que por supuesto que las hay). Si de verdad quieres iniciar una comunicación interpersonal de carácter inteligente con la persona que de verdad te gusta no caigas jamás en la vulgaridad ni en las acciones burdas, bastas o incluso insolentes, puesto que todas ellas producen una reacciòn de inmediato rechazo en cuanto la otra persona se da cuenta de ello. No hay que ser astuto (pues la astucia es una mal consejera para esto) sino inteligente.

Tienes que actuar de manera dinámica (seas hombre que intenta relacionarse con mujer o mujer que intenta relacionarse con hombre) y saber ir progresando en el interés que puedes despertar en la otra persona. Cuidado con acelerarse a destiempo pues, en ese caso, se puede producir una reacción de rechazo cuando creías que ya lo habías conseguido. En efecto, una comunicación interpersonal con la otra parte de género o sexo diferente (seas hombre o seas mujer) es como una carrera de fondo. ¿Qué hacen los buenos atletas o las buenas atletas en las distancias de largo recorrido?. Saben mantener el ritmo en todo momento. A veces es neceario bajar la velocidad del interés y, de repente, cuando crees que se te va a escapar la oportunidad, acelerar con la suficiente inteligencia como para que no decaiga el interés. Es muy importante saber esto de cómo actún los grandes campeones y las grandes campeonas de las largas distancias para tener el éxito inicial en una comunicación interpersonal. No dejes nunca de realizar acciones de carácter positivo (mezclando realidad y fantasía a través de la imaginación) para obtener reacciones positivas por parte de la que te interesa o el que te interesa. ´

Y, por último, ni se te ocurra citar si has tenido muchos éxitos con las mujeres (si es que eres hombre) o con los hombres(si es que eres mujer). Eso es mejor que, en el principio, ni te acuerdes de ello para hacer que la otra parte se interese por ti. Ya tendrás tiempo de mostrar, después de haberla conseguido e ella o de haberle conseguido a él, ir desgranando tu pasado. Procura que tu pasado no salga a relucir en la primera ocasión que tengas de acercarte a ella o a él. Deja que se lo imagine. Es mucho mejor.

2.2.- Validar al cónyuge.

Supongamos que ya has conseguido casarte con ella (si eres hombre) o con él (sin eres mujer). Algunos creen que, entonces, ya no es necesario seguir manteniendo el interés en la comunicación interpersonal de la pareja. Por ese motivo han sucumbido y se han derrumbado muchos matrimonios naturales. No es eso nada recomendable pues la indolencia y la dejadez te llevan al fracaso. Hay que tener en cuenta que, una vez casados, siempre estamos validando al cónyuge. ¿Qué es validar a otra persona?. Cometen una grave equivocación a largo plazo quienes creen que la validación personal se trata de “tanto tienes tanto vales”. Eso te lleva, como vemos continuamente, suceder en parejas que parecían estables y se vienen abajo porque el tener o no tener es sólo una mera circunstancia a menudo pasajera y/o cambiante. La verdadera validación del cónyuge, si eres capaz de entenderlo, se basa en “tanto eres tanto vales”.

Amor y psiquis. Ese es el asunto. Siempre estamos elaborando dictámenes sobre la otra parte de la pareja hombre/mujer una vez ya unidos en matrimonio. En todo momento de la convivencia en pareja hacemos funcionar nuestra psiquis y, según sean los resultados pertinentes de la validación del otro o de la otra, la convivencia en común puede acrecentarse o aminorar. Y sólo lo hacemos para saber cuál es la fiabilidad que tenemos de nuestra otra parte del matrimonio hombre/mujer a los cuáles llamamos cónyuges. Son como especies de test proyectivos para ir midiendo las aptitudes dentro del matrimonio. Es entonces cuando empezamos a conocer más en profundidad la verdadera valía de la otra parte de la pareja con la que nos hemos casado y para comprobar si tiene una firme personalidad madura o es una persona parcial o totalmente inmadura.

Los modos de comportamiento que tenemos todos, tanto en privado como en público, van siendo validados por la otra parte de la pareja y el resultado va formando una escala de características que hacen que el matrimonio hombre/mujer sea un éxito o un fracaso según sean las expectativas (no para todos las mismas ni iguales) de la persona con la que estamos casados o casadas. La validación es, por lo tanto, una medida personal, intransferible y subjetiva, pues depende mucho de las expectativas que la otra parte del matrimonio espera ver en nosotros o nosotras.

No debemos realizar dichas validaciones como si estuviéramos creando una película de intrigas (y aquí hay que tener mucho cuidado con los celos que siempre son negativos) sino como una especie de película de emotividades al menos primarias, que nos den unos resultados sin recelos ni celos infundados. La ausencia de dichos celos sobre la otra parte de la pareja es un resultado, precisamente, de que la validación que nos han hecho ha resultado positiva; y esto produce una acción de confianza y una reaccíón de agradecimiento que no lo destruye nadie por muy envidioso o envidiosa que sea. Esto de conseguir ese tipo de validación positiva es una motivación básica para construir un proyecto en común puesto que lo contrario destruye un matrimonio.

Esta validación tiene mucho paralelismo con el estudio de la psiquis del cónyuge o la cónyuge y nos hace adentrarnos en su personalidad para ver si aparecen, entre otros datos importantes vitalmente hablando, síndromes psíquicos. Son descubrimientos no forzados sino naturales que ningún psicólogo o psiquiatra, por mucho que se empeñen en ello y por mucha profesionalidad que tengan o digan teer aunque no tengan tanta, logran saber. Y por ello la única persona que sabe tu estado de salud mental es la otra parte de tu matirmonio y nadie más salvo Dios. El mejor estudio psicoanálitico que se puede hacer de una persona, para no equivocarse tan lamentablmente como hacen los psicólogos y los psiquiatras continuamente, es la labor de validación que realizamos a nuestro cónyuge sea hombre o sea mujer. Esto es fundamental entenderlo; porque ninguna persona ajena al matrimonio, sea quien sea y sea el título de licenciado, doctor o master que tenga, lo sabe. Y , es más, ninguna persona ajena al matrimonio conoce la verdad de las dos partes unidas en una sola. Repito que el matrimonio cristiano son dos cuerpos en uno solo. Ninguna persona ajena al matrimonio puede hacerlo mejor y, es más, se equivocan completamente cuando lo intentan; porque nuestras acciones dentro del contexto del matrimonio formado por un solo hombre y una sola mujer, que tiene muchísimo de privacidad absoluta, no son bien conocidas por los profesionales de la psiquiatría que intentan analizar a las partes que forman la unidad indisoluble del matrimonio cuando se ha realizado a través del juramento de fidelidad hasta la Eternidad. La falta y la carencia de conocimiento sobre esto hace que los psicólogos y los psiquiatras fallen lamentablemente en sus erráticos diagnósticos. El acierto de estos profesionales en esto de la validación de las dos partes de un matrimonio hombre/mujer es un número tan simple y poco significativo que no posee ningún porcentaje de importancia a la hora de saber validar al esposo o a la esposa. Sólo ellos (esposo y esposa) saben desarrollar una continua validación diaria sobre la otra parte del matrimonio y no unos profesionales que se llaman a sí mismos entendedores de la psiquis emocional de la mente del esposo y la esposa cuando no tienen ni idea de lo que dicen ni de lo que escriben en sus erróneos, erráticos y esdrújulos diagnósticos; unos diagnósticos que ni ellos mismos comprenden. Imposible que un profesional de la psiquiatría pueda conocer, a través de una consulta mensual, bimensual, trimestral o incluso anual, pueda saber validar a un esposo cristiano o a una esposa cristiana porque les falta capacidad mental para entender cosas que sólo conocen ellos entre sí y, por supuesto, ese Dios creador de la pareja que los ha unido hasta la Eternidad.

Muchos síndromes psíquicos que surgen de las validaciones hechas por personas ajenas al matrimonio son simplemente inexistentes. Entre él y ella no existen y entonce es cuando nos damos cuenta de que la validación dentro de un matrimonio hombre/mujer sólo la saben ejercitar ambos con total certeza y sin miedo a equivoccarse. Si el resultado es positivo el matrimonio funciona bien y si el resultado es negativo el matrimonio ha sido un fracaso. Si la otra parte del matrimonio hombre/mujer es feliz se debe a que, al evaluar al otro o la otra, le ha encontrado interesante e inteligente. Todo ello supone, a la larga, la decisión de afianzar dicho matrimonio y alargarlo hasta la Eternidad (si se trata de critiano casado con cristiana no religiosos ninguno de los dos) o hasta que la muerte los separe (en el resto de las parejas que se han casado pero no son creyentes cristianos no religiosos).

Cuando dicha felicidad intrínseca no existe, el matrimonio entra en crisis y entonces hay que volver a evaluar para saber si es necesario darse una nueva oportunidad de recomenzar de nuevo o es necesario separarse o incluso divorciarse porque ha sido un fracaso. Por eso lo primordial es ir haciendo validaciones continuas (positivas o negativas) entre nosotros los cónyuges que hemos decidido ya unirnos en matrimoniono no sólo civil sino también eclesiástico. Es un mundo complejo que sólo conoce, además de los dos miembros de la pareja, ese Dios que está siempre prsente en la vida de los matrimonios formados por creyentes y eso es lo que demuestra que es cierto que, en este caso, el matrimonio son dos cuerpos unidos en uno solo ya que el Espíritu Santo está dentro de él y dentro de ella y les une sin que nada ni nadie los pueda separar jamás.

Hablando del tema en general (una vez explicado lo que de verdad sucede en un matrimonio formado por un hombre creyente y una mujer creyente unidos por el Espítu Santo) hay modos de comportamiento, tanto en privado como en público, que son la realidad visible más la realidad oculta de un matrimonio cualquiera. Si la validez que se efectúa entre ellos es positiva merece la pena seguir adelante con el matrimonio pero si es negativa (como ocurre en muchísimos caso hoy en día) es mejor romperlo y empezar de nuevo con otra persona. Porque son los modos de comportamiento, tanto privados como públicos, los que sirven de verdadero descubrimiento de nuestra verdadera forma de ser. Al validar esa verdadera forma de ser el rssultado final, insisto una vez más, es el éxito o el fracaso matrimonial; porque la racionalidad no está, para nada, reñida ni con lo sentimental ni con lo espiritual de cada hombre y cada mujer, quieran o no quieran reconocer los profesionales de la psicología y de la psiquiatría que no tienen ni idea de los sentimientos profundos de los hombres y de las mujeres que se han unido en matrimonio.

La satisfacción que da la fidelidad dentro del matrimonio produce la felicidad en la pareja y es cuando la validación del cónyuge o la cónyuge es positiva. Es entonces cuando la vida matrimonial es una aventura en común de dos seres humanos (hombre/mujer), que viven un idilio amoroso hasta la Eternidad (si son creyentes cristianos no religiosos) o hasta que la muerte los separe (si no son creyentes cristianos no religiosos); porque la vida matrimonial entre un solo hombre y una sola mujer fue creada por Dios para ser un proyecto común de fascinante aventura viva.

Por eso ocurre, cuando la validación descubre los engaños amorosos y sexuales (y vuelvo a insistir, para dejarlo bien claro, que no existen engaños con los pensamientos sino sólo con las acciones amorosas y/o sexuales con una persona ajena al matrimonio y que producen, por supuesto, sus reacciones correspondientes), se producen profundas decepciones, ya que se ha engañado amorosa y/o sexualmente dando a entender que existe una fuerte debilidad de la personalidad de quienes han cometido el adulterio, la fornicación o el acto sexual anterior al matrimonio. Es cierto que hay esposas que engañan a sus maridos (conozco algún que otro caso) pero es muchísimo más común ver que son los maridos los que engañan a sus mujeres (conozco muchísimos casos) y no estoy hablando desde el punto de vista de una
machista -que no lo soy- ni de un feminista -que tampoco lo soy- sino de algo que se demuestra en la realidad.

Es totalmente falso eso de que como somos hombres de carne y hueso no podemos evitar caer en la tentación de tener relaciones amorososas y/o sexuales con la primera mujer que se nos presente para irnos con ella a la cama y engañar a nuestras esposas. Es totalmente falso y, además, quienes dicen eso o son unos hipócritas monumentales o no tienen ni capacidad ni personalidad alguna para haberse casado. Decir que como somos de carne y hueso no podemos evitar caer en el adulterio es engañar no sólo a la otra parte de la pareja sino, además, engañarnos a nosotros mismos porque si hemos sido lo suficientemente adultos y conscientes a la hora de habernos casado, somos (o debemos ser) igualmente adultos y conscientes a la hora de engañar (y hablo sólo de los que engañan) a sus mujeres. Digo lo mismo con arreglo a ellas. Decir que es inevitable caer en el adulterio es totalmente falso, sea quien sea la mujer u hombre que nos lo proponen, estén como estén físicamente la mujer u hombre que nos tienta o sea cual sea la edad de ella o de él.

Por eso, cuando al validar a la otra parte del matrimonio hombre/mujer, el resultado es positivo, se desarrolla la generosidad mutua, la comprensión mutua ante otros pequeños errores que no tengan nada que ver con lo amoroso y/o sexual y el firme e invencible deseo de seguir el camino siempre juntos en esta propuesta que llamamos matrimonio hombre/mujer; porque la validación del cónyuge o de la cónyuge es una búsqueda profunda de la sinceridad que habita en el corazón, las verdad profunda y sincera que reside en el alma y del sentimiento verdadero que tienen tanto él como ella. No existe involuntariedad alguna cuando se produce un engaño amoroso y/o sexual; puesto que si hemos sido, o creído ser, lo suficientemente maduros para dar el paso de casarnos con ella (si somos un hombre de verdad) o con él (si somos una mujer de verdad) también somos, o hemos creido ser, lo suficientemente maduros para cumplir con el juramente que hicimos ante la humanidad (algunos también ante Dios) de permanecer fieles a la otra parte de la pareja en todos los momentos buenos y en todos los momentos malos. Si no eres capaz de aguantar una tentación sin caer en ella es mejor que no te hayas casado todavía; porque si un juramento de fidelidad deja de cumplirse ante los hombres y ante Dios no somos ni verdaderos hombres ni verdaderas mujeres.

Puedo demnostrar, por mi experiencia propia incluso, que no es, en absoluto, ningún tipo de sacrificio rechazar a quienes nos ofrecen la oportunidad de engañar a la otra parte del matrimonio (incluso antes de conocerla) aunque te hagan la oferta gratuitamente. No caer en el engaño a la otra parte de la pareja no es ningún sacrificio alguno sino, simple y llanamente, ser un hombre de verdad o una mujer de verdad. Insisto, para dejarlo bien claro y sin duda alguna, que quienes lo justifican diciendo que somos de carne y de hueso sólo son unos hipócritas o, en otros casos, no tienen suficiente personalidad ni son verdaderos hombres ni verdaderas mujeres. Se es un verdadero hombre o una verdadera mujer (tanto si estamos casados como si estamos solteros) cuando se rechaza a la prostituta o al prostituto; porque es mucho más hombre y mucho más mujer cuando se llega vírgenes al matrimonio. La virginidad no sólo es una virtud sino que también es una demostración de que somos hombres y mujeres de verdad. Llegar vírgenes al matrimonio es lo más saludable que existe puesto que el aprendizaje amoroso y sexual con la otra parte del matrimonio es mucho más interesante, atractiva e incluso inteligente cuando se empieza a tener relaciones sexuales, por vez primera, en la primera noche que vivimos con él o con ella nada más casarnos y unirnos en matrimonio.

Cuando la validación da un resultado positivo, se produce otro factor muy importante al que llamamos credibilidad. La credibilidad es la base de la confianza mutua entre él y ella; y entonces se produce la seguridad total de que la otra parte del matrimonio hombre/mujer no nos va a engañar jamás esté donde esté y esté con quien esté y a la hora que sea. Es el sentimiento de culpabilidad, cuando se produce el engaño o los engaños, el que hace que la otra parte de la pareja se dé cuenta inmediatamente de que ha sido engañado o engañada y esto es muy fácil detectarlo a través de la validación correspondiente. Sucede que, aunque quienes engañan crean que nadie se va a enterar, más bien pronto que tarde se descubre el engaño o los engaños. Y digo engaños porque quien lo hace una vez lo puede hacer tantas veces como se le presente la ocasión. Vuelvo a repetir que engañar es protituir, fornicar o tener relaciones sexuales fuera del matrimonio o antes del matrimonio. Así de tajante es la voluntad de Dios y en nombre de dicha voluntad de Dios es por lo que escribo el presente Ensayo.

Centrándonos de nuevo en el tema de la validación de sí mismos, siempre supone una prevención del futuro inmediato y, a través de ella, se estructura sentimentalmente un matrimonio, puesto que es producto de la comunicación interpersonal de carácter integral e íntegro. Por eso la validación debe ser, igualmente, íntegra e integral; de lo cual se deduce que, a través de la comunicación interpersonal, una pareja hombre/mujer se compromete a un futuro matrimonio y por eso siempre es recomendable comenzar a hacer validaciones de él o de ella en el mismo momento en que nos conocemos y durante la etapa que se llama noviazgo. Para algunos esto de conocerse, ser novios y casarse como Dios manda, sólo es cuestión de unos pocos días o unos pocos meses, mientras que para otros es cuestión de unos cuantos años o de muchos años. ¿Qué significa esto?. Que la madurez de la hombría y de la feminidad no tiene nada que ver con la edad sino con la verdad. Y la verdad no sabe de edades como lo demuestra una correcta validación sobre él o sobre ella.

Aconsejo que las validaciones previas al matrimonio o dentro ya del matrimonio se hagan sólo entre ambos y sin tener en cuenta la opinión de los amigos o amigas (algunos son incluso enemigos y enemigas disfrazados de amistades) porque existe mucho la envidia y porque también existe mucho la maldad. Es necesario ser íntegro e integral para que la validación sea, asi misma, íntegra e integral (él la hace con ella y ella la hace con él) sin interferencia alguna de nadie más, absolutamente nadie más, salvo Jesucristo.

Otra característica de una validación, cuando está bien realizada, es que no es de carácter vertical (él sobre ella o ella sobre él en el sentido de poder de decisión) sino de sentido horizontal (él con ella y ella con él en el mismo plano de las igualdades aunque seamos diferentes). Cuando la validación se realiza de esta manera horizontal entre él y ella se vive un verdadero proyecto de felicidad y el matrimonio hombre/mujer es una armonía perfecta, completa y, en caso de errores que no sean engaños amorosos y/o sexuales, demuestra que no es nunca un motivo de ruptura. No validar a la pareja es una irreparable pérdida de tiempo. Ahora bien, para saber validar a la ota parte de la pareja matrimonial hombre/mujer hay que hacerlo como lo que es: una decisión responsable y bien medida. No puede validar bien a una persona quien se fija en las apariencias (que siemrpe son falsedades de la realidad que tanto pregonan quienes ni entienden ni saben lo que es la verdad de la realidad aunque se las den de sabios conocedores de ella y por eso juran y perjuran que no existen los milagros físicos demostrando una total ignorancia) y tampoco se puede validar bien escuchando lo que dicen terceras personas que suelen hacerlo por envidia, por celos o por fastidiar cuando dicen que lo hacen sólo para ayudar. No os fiéis nunca de las terceras personas para hacer una validación correcta de la otra parte de vuestra pareja. Saber validar a la otra persona también es un compromiso personal (no intentar hacerlo cuando hay otras personas delante) y es un ejercicio de honorabilidad y honestidad. Si uno de los dos no es honesto se descubre fácilmente (no existe la indiferencia cuando estamos realmente enamorados y comprometidos) y nunca podrá llevarse a acabo el entendimiento mutuo si se es falso o falsa. Para hacer una buena validación de la otra persona también hay que despojarse de toda clase de prejuicios y de complejos de nuestra personalidad. Una pareja hombre/mujer bien construida no tiene nunca complejos de personalidad aun sabiendo que ya no son dos cuerpos separados sino un solo cuerpo formado por los dos. Saber elegir el mometno oportuno para validar al otro o la otra es una decisión muy importante y te llena lo suficiente como para tener confianza total y plena (si sale de resultado postivio) con la persona con la que estás viviendo la aventura matrimonial.

Saber validar es también un estímulo para completar el conocimiento de la otra persona que forma la pareja y no se debe hacer por religiosidad o como si estuviéramos haciéndolo bajo un régimen militar autoritario o perteneciendo a alguna secta de cualquier tipo. No. Es obvio que el hecho de haber elegido a una persona (mujer si se es hombre y hombre si se es mujer) para casarnos con él o con ella deber ser una acción (y toda acción tiene su reacción de connotaciones sentimentales y no solamente materialistas) ya que de esta manera la reacción a nuestra acción desprendida y generosa será siempre de carácter positivo por parte de ella o de él. De hacerlo así evitamos el tener problemas y estaremos unidos siempre y para siemrpe. El sexo, y ya hablaré de eso extensivamente en otro momento, no es producto del “amor libre” como nos han querido decir para engañarnos (porque ni es amor ni es libre) sino del amor noble que lo escribo sin comillas porque es el amor verdadero en cuanto a un hombre y una mujer se refiere.

Un aspecto muy importante, dentro del matrimonio de un solo hombre con una sola mujer y para siempre (lo demás son significados de no tener ninguna clase de madurez adulta y por lo tanto totalmente negativo) es, precisamente, el de aventura. Pues sí. El verdadero matrimonio de un solo hombre y una sola mujer es la mejor aventura que se puede vivir tanto en el plano sentimental como en el plano sexual.

En la validación dentro del matrimonio hombre/mujer ponemos a prueba nuestras motivaciones primarias y nuestra idisosincrasia (palabra esta que algunos ignorantes critican como pedantería como he conocido personalmente cuando trabajaba en una entidad bancaria cuando él es un verdadero ígnoro en todos los terrenos) personal y cultural de carácter profundo. Esto es imposible concocerlo sin haber tenido una perfecta unión matrimonial (y dejaos de chorradas de eso que llaman, falsa y eufemísticamente, la unión libre que también es otra falsedad) y demostramos que somos capaces de ser fieles ante ella o él en lo privado, o en lo público y lo social, acudamos acompañados o solos a cualquier lugar. Y cuando digo cualquier lugar digo cualquier lugar para entendernos con total claridad (es decir hasta entrando a lupanares sólo para tomar una cerveza para ser claros del todo).

Este tipo de validación personal (sin intervención de nadie, absolutamente de nadie salvo Dios) debe ser mutua entre él y ella y nos hacer interpretar correctamente a la mujer o al hombre con quien nos hemos casado mucho más allá de su físico (aunque el físico también tenga mucha importancia para ser honestos) o de las actitudes (aunque las actitudes tengan mucha importancia para sseguir siendo honestos) puesto que la validación mutua es producto de una convivencia diaria y ocntinua (estemos o no estemos presentes físicamente porque espiritualmente ya solo somos un solo cuerpo formado por dos seres humanos a los que llamamos un hombre y una mujer porque son sólo un hombre y una mujer pero verdaderos ambos).

En definitiva, el conflicto matrimonial (eso que los hipócritas solteros dicen que es un infierno sólo porque han sido incapaces de lograr casarse) puede ser un éxito o un fracaso cuando validamos al cónyuge o la cónyuge de manera franca, directa, generosa y personal (no olvidar nunca eso de personal e intransferible) porque validar en realidad es calibrar y por eso un cuñado mío, pastor de una Comunidad Cristiana, dijo en público que al validar a una persona la estamos calibrando. Efectivamente, el tal don José María lleva razón porque de la misma manera que un experto cazador sabe bien calibrar el cartucho que debe utilizar para cazar una presa (distinto calibre para piezas diferentes y de eso aprendí mucho de mi propio padre) lo que hacemos cuando validamos a una persona es calibrarla. Y si estamos hablando de matrimonio es calibrar su grado de credibilidad, fiabilidad y fidelidad.

2.3.- Dimensionar al cónyuge.

Lean lo que escribe Fernando Alexis Fernández en una página cristiana en Internet: “Por más de treinta días Álvaro permaneció atento –de un lado– al reloj cuyas horas le parecían lentas y aburridas y –de otro lado– del diagnóstico médico sobre el estado de salud de Nohelba, su esposa. “Daría lo que fuera por tenerla de nuevo en casa”, repetía con preocupación. Sin embargo, jamás podrá ser. Ella se encontraba muy grave, en la fase terminal de un cáncer que colonizó rápidamente su estómago. “No existen mayores esperanzas de vida para ella”, insistía el especialista. ¿Cuándo se conocieron? Hacía más de treinta años en Restrepo, un pintoresco y acogedor pueblecito de tradición cafetalera, en el suroccidente colombiano. En un comienzo no le despertó el más mínimo interés. Estaba tan curtido de recorrer el mundo, que había perdido toda capacidad de asombro ante una mujer atractiva. Pero el día llegó. No se explica si fue su amplia sonrisa, la generosidad o tal vez, su disposición a la tolerancia y la comprensión. Sencillamente se enamoró de ella. “No podría explicar qué pasó. Simplemente decidimos, al poco tiempo, unir nuestras vidas”, me compartió Álvaro en uno de los interminables pasillos de aquél centro asistencial. Hoy tiene setenta años. Su rostro revela mil batallas con la vida. Y ha salido airoso, menos ahora. Su esposa agonizaba. Pero infortunadamente fue en esos momentos de crisis en los que descubrió cuánto amaba realmente a su mujer. “Pude ser mejor esposo” aseguraba con tristeza mientras revolvía el azúcar que se encontraba en el fondo de un vaso con café. En un momento de la conversación abrió una agenda. Allí, una fotografía. “Fue en un cumpleaños. La del centro, con blusa a cuadritos, es Nohelba. ¿La ve? Aquí están los hijos, y este pequeño, de camisa azul, es nuestro nieto”. Guardó la gráfica. Me miró con marcado desasosiego, y concluyó. “Pude ser mejor esposo…”. ¿Cuándo valoraremos a nuestra pareja?. Con frecuencia escuchamos que “Nunca se sabe el valor de lo que tenemos hasta que lo perdemos”. La ausencia dimensiona el vacío que deja quien parte. Lo más complejo de aceptar es la certeza de que aquél ser tan especial no regresará jamás. Es la misma sensación que embarga a quienes pierden a su cónyuge. Es la experiencia que vivió Álvaro, como también un patriarca de la antigüedad: Abraham. La Biblia relata el conmovedor incidente: “Fue la vida de Sara ciento veintisiete años: tantos fueron los años de la vida de Sara. Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán; y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla.” (Génesis 23:1, 2). Un momento dramático, sin duda. El período en el que debió recordar escenas agradables, como pareja. La convivencia. Los períodos de alegría pero también de tristezas. Como ocurre con todos los matrimonios. Porque no todo es color de rosa. Pero también instantes oscuros como aquellos en los que presentó a Sara no como su esposa sino como su hermana (Génesis 12:10-20; 20:1-18) por mera conveniencia personal. Vivencias que asaltan nuestra mente cuando el ser querido pasa a la eternidad y no podemos acompañarle. Y eso fue lo que hizo Abraham al “hacer duelo por Sara, y …llorarla.” (Génesis 23:2 b). Una situación que enfrentaremos quienes tenemos la oportunidad de compartir una vida matrimonial sólida, por gracia de Dios, es inevitable que un día perdamos a nuestro cónyuge. A menos que se trate de un accidente de tránsito o un hecho trágico, difícilmente los dos componentes de la pareja pierden la vida al mismo tiempo. Así es que, siempre, uno partirá antes que el otro… Es un hecho que nos lleva a meditar en ¿Qué hacemos hoy por hacer feliz a nuestro esposo (a)? ¿Le he agredido física o verbalmente con frecuencia o alguna vez? ¿Valoro lo que ha hecho y hace por mi? ¿Tardo en arreglar las diferencias con mi pareja? ¿Siempre estoy a la espera de que me pida perdón o quizá soy yo quien toma la iniciativa?. La lista de preguntas puede ser interminable. Pero vale la pena que nos cuestionemos. Es fundamental. Nos ayudará a reorientar nuestra relación conyugal. Un paso infalible. Humanamente el curso de nuestro matrimonio puede cambiar. Y sin duda nos irá bien. Pero sin embargo hay un elemento fundamental e ineludible cuando anhelamos una familia sólida. ¿En qué consiste? En involucrar al Señor Jesucristo en nuestro hogar. Él nos concederá la sabiduría necesaria para enfrentar y saber manejar adecuadamente las circunstancias que se presentan. La presencia del Señor Jesús en nuestra cotidianidad familiar, sin duda marcará una enorme diferencia… las relaciones serán diferentes… ¡Tome hoy la decisión! Permita que Jesucristo reine en su unión conyugal…

¿Qué podemos añadir a tan sólida argumentación?. Quizás el autor no se haya dado cuenta de que podemos ser, en estos momentos históricos que estamos viviendo, algunos de nosotros y nosotras inmortales. No lo digo como un sueño irreal sino como una verdadera probabilidad. Quizás estemos viviendo los últimos tiempos para muchos (incluidos muchos matrimonios) y, en ese caso, no existirá la muerte para algunos de nosotros (incluídos matrimonios completos). Estoy seguro de que será así… pero dejemos eso a un lado o, mejor dicho pensemos en eso precisamente sin dejarlo de lado para ser plenamente conscientes de quién es él o quien es ella, de con quién tenemos que vivir la inmortalidad para luego vivir juntos durante toda la Eternidad. Si me llaman por eso iluso, gracias le doy a Dios por ello, y es que muchos no saben la Verdad de Dios; muchos desconocen que el Sueño ha dejado de ser sueño. Quiero decir que la realidad es tan pequeña ante los milagros de Jesucristo a través del Espíritu Santo que, teniendo en cuenta que una transformación espiritual puede conllevar, también, una transformación física en un matrimonio hombre/mujer que cree en la fe cristiana, debemos pensar profundamente en la persona con quien compartiremos toda esa inmortalidad (mil años dice la Biblia que será el Reinado de Jesucristo sobre la Tierra) antes de vivir toda la Eternidad con Él o con Ella. ¿Sabéis por qué he escrito Él y Ella con la E mayúscula de Esperanza que no sólo es nombre de mujer (así que dejemos a una mujer que no sea la nuestra completamente aparte y que sea de ella lo que Dios quiera) porque la Esperanza (no refiriéndome a una mujer ajena a mi matrimonio sino al concepto real de Esperanza) no es lo último que se pierde (como creen la inmensa cantidad de quienes tienen fe pero tienen fe pequeña) sino que es lo primero que se conquista (comos sabemos quienes tenemos Fe mayúscula que siempre es el principio de Felicidad con F mayúscula de Facilidad puesto que para Jesucristo es muy fácil hacer dicho milagro transformativo tanto en lo espiritual como en lo físico). Así que sigamos hablando de dimensionar al cónyuge. ¿Quién es el cónyuge con quién he creado un lazo indisoluble llamado matrimonio?. Respondamos a esta cuestión.

Lo primero que debemos razonar debidamente es si el cónyuge o la cónyuge con quien hemos contraído matriomnio nos ama de verdad o nos ama por interés o, simplemente, no nos ama o nos ha dejado de amar. Primero es necesario saber que para que exista amor entre un hombre y una mujer es necesario, primero y ante todo, que haya respeto mutuo. No puede existir amor verdadero si él no la respeta a ella o si ella no le respeta a él o, para ser más contundentes en el asunto, ninguno de los dos se repeta. Así que si no existe respeto mutuo no existe amor. Entonces nos preguntamos lo siguiente: ¿dónde nace el respeto?. Muchos creen que el respeto as algo ajeno a noostros; es decir, que o nos respetan o no nos respetan… y olvidan algo esencial; olvidan que el respeto, primero y ante todo, nace en uno mismo para consigo msmo o en una misma para consigo misma. Si no sabes respetarte a ti mismo o a ti misma y eres una moneda que de mano en mano va pero ninguno o ninguna se la queda, jamás sabrás respetar a los demás y jamás los demás te respetarán a ti. Es necesario, antes de casarnos con ella o con él, saber si nos respetamos lo suficiente como para poderla respetar a ella o que ella nos pueda respetar a nosotros. No hay mayor irrespetuosidad que mirarse uno hacia dentro y ver que no respeta para nada su persona (tanto en lo físico como en lo espiritual).

Doña Trinidad Aparicio Pérez, psicóloga clínica y psicóloga escolar, desarrolla este tema con amplitud. He aquí lo que dice: “Mantener la pareja. Es fundamental no perderse el respeto aunque surjan diferencias. Al comienzo de una relación de pareja todo es alegría, diversión, pasión, ilusión… Vemos a la otra persona como un ser maravilloso carente de defectos. Pero, con el paso del tiempo esos sentimientos se reducen y surgen momentos de aburrimiento, rutina, desencanto, incomprensiones, discusiones… Son situaciones que forman parte de la vida en común y a los que no hay que temer cuando se trata de una relación sólida. Es natural que tarde o temprano aparezcan enfrentamientos y malos momentos. Por lo general, le ocurre a personas que poseen formas de ser diferentes y, por muy enamorados que estén, es normal que surjan diferencias entre ellos. Lo fundamental, es que aunque existan diferencias y malos momentos, nunca lleguen a perderse el respeto. Las parejas deben hacer una distinción entre su vida personal, la del otro y la vida que tienen en común. Al formar una relación, no debemos renunciar a uno como ser individual que somos y dedicarnos exclusivamente a la otra persona. Eso, sería un gran error que no sólo nos afectaría a nosotros mismos, sino también a nuestra relación de pareja. Para mantener una buena relación, es esencial que la vida particular de cada uno, sea aceptada y respetada por el otro. Cuando nos enamoramos, entendemos que debe haber respeto hacia el cónyuge. Sin embargo, no tenemos tan claro la importancia del respeto hacia uno mismo. Respetarse uno mismo ante su pareja significa mantener siempre la dignidad, no tolerar que se sobrepasen límites establecidos con anterioridad, no aceptar como bueno aquello que le desagrade y no aceptar nunca maltratos, vejaciones o humillaciones, ni justificar en ningún momento, esa conducta de su cónyuge pensando que a pesar de todo le quiere. En los momentos de crisis, ambos deben luchar por solucionar los problemas. En algunos casos, la relación puede llegar a una situación en la que sólo uno de los cónyuges sea el que trate de salvarla. Esto ocurre, sobre todo, cuando uno de los dos, se está planteando finalizarla y, ante esa amenaza, el otro hace lo imposible para retener a su pareja, llegando en algunos casos a perder la dignidad, suplicándole y rogándole que no le abandone. Con esta actitud lo único que se consigue es empeorar la situación, alejando aún más a la persona que se desea retener. La mejor actitud, en esos momentos, es mantenerse firme y con dignidad en lugar de humillarse y suplicar. El respeto hacia uno mismo nos debe llevar a desear que nuestra pareja permanezca con nosotros, sólo y exclusivamente si nos quiere y así lo desea. Esto no significa que ante estas situaciones dejemos de luchar por nuestra relación. Todo lo contrario, a veces podemos mejorar algo de nosotros o de nuestra forma de comportarnos, que puede hacer que nuestro cónyuge cambie de opinión. Pero lo que no debemos hacer, es intentar retenerlo a la fuerza con súplicas o amenazas. Respetar a nuestra pareja es aceptar las diferencias personales en cuanto a gustos, ideas, costumbres y formas de entender la vida. Es aceptarla tal y como es, sin intentar cambiar ninguna característica de su personalidad, asumiendo tanto sus cualidades como carencias o defectos. Es mostrar interés por su vida, preocupándonos e interesándonos por su trabajo, familia, proyectos o estado de ánimo. El respeto también consiste en tratar a nuestra pareja con educación. Debemos dejar que hable sin interrumpirla, y escuchar y mostrar interés por todo lo que dice, transmitiéndole nuestra opinión o discrepando con ella cuando haya terminado de hablar. Es importante dejar que se exprese sin interrupciones. Las buenas formas son señal de buena educación y respeto. No debemos caer nunca en los insultos o descalificaciones, ni ridiculizar a nuestro cónyuge ni menospreciarlo y mucho menos delante de la gente. Debemos cuidar que el trato que tengamos con nuestra pareja, en ningún momento resulte ofensivo evitando, entre otras cosas, los gritos, insultos o malos gestos. Una forma de mostrar respeto a nuestra relación de pareja es cuidándola y esforzándonos para que funcione. Para ello, es fundamental tener una buena comunicación, que nos ayudará a expresar nuestros sentimientos, llegar a un mayor conocimiento de nuestra pareja y del funcionamiento de la relación. Hemos de tener en cuenta que las personas evolucionan y cambian con el tiempo. Lo que en un principio nos parecía maravilloso, ahora ya no lo es tanto y aquello que tanto nos gustaba de nuestra pareja, puede que ahora sea la causa de conflictos. En definitiva, para poder tener un mayor conocimiento de nuestro cónyuge y de nuestra relación, hemos de tener una comunicación continua y eficaz. La infidelidad, es una traición y una falta de respeto a un compromiso hecho por la pareja, un compromiso de lealtad sentimental, donde uno se ha comprometido a amar exclusivamente a su cónyuge. Cuando se comete un acto de infidelidad, se está traicionando a la pareja como unidad”.

De todo esto ya hemos tratado bastante pero yo ahora me planteo una cuestión. ¿Qué es tener educación y cómo mostrarla ante la otra parte de la pareja?. Aunque muchos crean que no es importante en una relación de pareja, la cultura es básica y fundamental. Si no tienes cultura o tienes muy poca cultura nunca vas a poder ser una persona con educación. Da verdadera lástima ver a ciertos jóvenes comportarse ante los ojos de los demás como verdaderos incultos e ignorantes. Hay que tener en cuenta que si eres grosero o grosera con personas ajenas a ti, mucho más grosero o grosera lo vas a ser con la otra parte que forma el matrimonio. Si la comunicación social es en ti un ejercicio desastroso, la comunicación interpersonal para ti es un ejercicio inexistente. No es una frase dicha sin pensar sino que tengo ese pensamiento desde hace muchos años dentro de mí. Desde la primera infancia precisamento o desde que tengo uso de razón.

Resulta que la razón tiene que ver mucho a la hora de comportarte ante la otra parte de la pareja matrimonial hombre/mujer porque no existe ninguna actitud razonable cuando no existe respeto, no existe respeto cuando no existe educación y no existe educación cuando no existe cultura. Esto es razonar. Si eres capaz de razonar de esta manera sabrás y entenderás mucho de tu pareja o, de lo contrario, eres completamente ignorante de saber con qué persona te has casado y, una vez descubiertos sus primeros defectos, no serás capaz de poder afrontarlos con éxito. Es con todas estas armas (respeto, educación, cultura y razonamiento) con lo que debemos saber manejar una comunicación interpersonal con nuestra pareja. Este tipo de comunicación no es ese tipo de comunicación barriobajera que algunos grupos que chicos o chicas tienen dentro de sus grupos, bandas o tribus o como deseen llamarlo y que son, simplemente, cuadrillas de jóvenes sin ninguna calidad personal. La apariencia es una falsedad, vuelvo a insistir una vez más, y esos grupos de jóvenes y jovencitas que se las dan de hombres y mujeres cuando en realidad no se tienen respeto a sí mismos y a sí mismas, son incapaces de mantener un matrimonio más allá de los primeros problemas que surjan y ya es sabido que problemas siempre los hay.

Es más, yo creo que la existencia de los problemas, que es inevitable que no existan, es lo que hace que la pareja funcione cada vez mejor y para siempre o que la pareja se vaya al desastre a las primeras de cambio. ¿Ustedes creen que los de la cultura del “piercing”, por poner un ejemplo de los varios que podríamos citar, están preparados para saber, comprender o entender lo que es un matrimonio y lo que son las relaciones sentimentales y sexuales por mucho “tiquitaca” (prefiero escribir esta palabra que no otra que demostraría que soy poco educado) que hagan?. Hacer no es precisamente amar (y estoy hablando de hacer el sexo fuera del matrimonio o antes del matrimonio”). El “tiquitaca” (llamésmolo así para entender lo que queremos decir) es sólo una función animal nada más… y si eres sólo un animal es que no sabes utilizar, para nada, la racionalidad y, he aquí otro nuevo elemento a estudiar. No es posible saber considerar a la otra parte de la pareja matrimonial (o simplemente noviazgo) si no sabes ser un ser racional. La simple animalidad es una anormalidad (valga el juego de palabras) cuando de formar un matrimonio se refiere. Todo matrimonio basado en la animalidad, la vulgaridad y la inmoralidad (y ahora cito también estos dos nuevos conceptos a tener en cuenta) va, indefectiblemente (para quienes no entiendan esta palabra que la traduzcan por infaliblemente) al desastre. Efectivamente, la vulgaridad es propia de los inmaduros y los inmaduros jamás saben amar por muy “donjuanescos” que sean o que digan ser (que la mayoría de las veces dicen ser aún sin serlo) y la inmoralidad -y no estoy hablando desde el punto de vista religioso ni subido a ningún púlpito de una iglesia- es una carencia. Una carencia total y absoluta para poder saber dimensionar a la otra parte de la pareja.

Termino dejando para la posteridad el siguiente pensamiento que me surge de repente: “Si no sabes tratar a una mujer deja a otro que lo sepa hacer”.

2.4.- Porcentajes de conocimiento.

Existe desde la época de la filosofía de la Antigua Grecia (pongamos épocas de Sófocles, Platón y Aristóteles, por ejemplo) un cuadro de la personalidad humana basada en factores de comunicación que podemos, perfectamente, aplicarlo a la comunicación interpersonal de las parejas compuestas por solo un hombre y sola una mujer. Este cuadro de personalidad comunicativa es el siguiente (dividido en las cuatro áreas en que se puede presentar la comunicación):

ÁREA ABIERTA.- Conocido por mí y por los demás. Las ideas que comunico. Los sentimientos que expreso. Todo lo que transmito.

ÁREA OCULTA.- Lo que yo sé de mí y los demás no saben. Sentimientos reservados o escondidos. Mis secretos. Todo lo que deseo mantener guardado.

ÁREA CIEGA.- Lo que yo no conozco de mí y los demás sí saben. Todos los mecanismos que no puedo controlar y que los demás descubren en mí.

ÁREA DESCONOCIDA.- Lo que yo ni los demás sabemos de mí. Los mecanismos de defensa inconscientes que los demás no ven ni tampoco se ven.

Un tal Felex, en Internet, analiza dicho cuadro de la siguiente manera: “Las personas somos distintas, destacando dos diferencias básicas, la personalidad y la percepción, por lo que el proceso de comunicarnos con otra persona es, en ocasiones, bastante complejo. Creemos que tenemos la verdad y que somos objetivos, por lo que la otra parte si presenta una opinión distinta es que está equivocada y entonces pretendemos hacerla cambiar a través, si es necesario, de la culpa, el control, la exigencia, y si nada conseguimos hasta generamos agresividad. Hemos de aceptar a las otras personas con respeto permitiendo que sean y se manifiesten tal cual son. En muchas ocasiones prejuzgamos a las personas que hemos conocido, sin elementos en que basarnos, tan sólo por signos externos, la forma de vestir, de hablar, el color de la piel, el idioma, modelo y marca de vehículo, el cargo que se ostenta, etcétera”.

Eso está bien para aplicarlo a una comunicación interpersonal en la pareja; pero yo voy a profundizar algo más.

Si en la comunicación interpersonal un miembro de la pareja que forma matrimonio sabe mucho de sí pero transmite tan poco de sí que se puede decir que es un desconocido para la otra parte de la pareja, nos encontramos ante uno o una que es claro para sí mismo, que tiene mucho contenido en su interior pero transmite muy poco o casi nada. En este caso hay que estar muy atentos porque nos hemos casado con una persona profundamente egoísta y que lo quiere todo para sí. Un ejemplo, si del sexo hablamos, es aquel hombre (o mujer) que se satisface plenamente pero no le importa que la otra parte de la persona se satisfaga. Sacamos este ejemplo de lo puramente sexual y lo transportamos a cualquier otra área de las actividades en pareja. Estamos, inevitablemente, ante un personaje profundamente egoísta; que puede ser muy inteligente sin duda alguna (o hasta se le puede considerar un genio) pero que no sabe comunicar, de igual a igual, con la otra persona que forma el matrimonio o la pareja hombre/mujer. ¿Es aconsejable convivir en pareja con un tipo de persona así?. Nunca. Es mejor saberlo antes de casarse para evitar muy malos momentos de soledad ya que él o ella, por su excesivo egoísmo, no va a ocuparse jamás de nosotros o no va a interesarse en saber cómo estamos de ánimo (o de cualquier otra cuestión) y por ello es incapaz de acompañar en los momentos difíciles o de atender a su pareja si es el otro o la otra quien está pasando momentos difíciles. Esa clase de personas (que abunda mucho más entre los hombres que entre las mujeres) es la que intentan dirigirlo todo, dominarlo todo, saberlo todo y hacer que todo se lleve a cabo según él lo considere oportuno pues para eso se cree el más sabio del mundo incluso aunque, en realidad, sea hasta analfabeto (porque casos así he comprobado yo incluso dentro de mi propia familia extensiva -ya explicaré qué es la familia extensiva- o en personas que tienen mucha influencia en mi familia). Suelen ser machistas sin remedio (salvo que sufran una transformación completa) y, aunque tengan muchos conocimientos, sólo los usan para satisfacerse a sí mismo aunque la otra parte del matrimonio (o pareja de novios) se pudra de soledad o de angustia o de indiferencia.

Si en la comunicación interpersonal un miembro de la pareja sabe mucho de mí y la otra parte también sabe mucho de él o ella, ¿es bueno haberse casado con él o con ella?. Pues tengo mis dudas razonables y por eso puedo decir que tampoco es una pareja ideal ya que muestra ser excesivamente hablador en todo momento, venga a cuento o no venga a cuento hablar. Es una persona que habla demasiado y no deja ninguna sorpresa oculta para ir descubriéndola poco a poco. ¿Qué interés puede despertar un ser humano que no deja de hablar junto con otra persona que lo escucha todo y lo aprende todo, a las primeras de cambio, sobre esa persona?. Tampoco es una buen comunicación interpersonal esa porque, en los primeros meses de matrimonio o de noviazgo, ya ha dicho todo lo que tenía que decir de sí mismo. ¿Y el resto del tiempo que queda por vivir juntos y que puede ser inlcuso muchísimo más de lo que pensamos en principio?. El resto del tiempo es un aburrimiento porque ya no hay sorpresa alguna por descubrir… y en un matrimonio el hecho de ir descubriendo sorpresas de la otra parte es una manera de despertar interés sobre esa persona y de ir amándole o amándola cada día un pocos más. Recuerden ustedes la famosa frase de “hoy te quiero más que ayer pero menos que mañana”. Esta frase viene muy a cuento citarla para esta clase de personas porque su discurso queda tan vacío al poco de conocerle o conocerla que lo demás es pura rutina, puro aburrimiento y puera abulia. Y un matrimonio o pareja feliz nunca puede serlo si algunos de los que componen la pareja o los dos al mismo tiempo han dejado de ser interesantes.

Si en la comunicación interpersonal de los dos miembros que forman el matrimonio hombre/mujer o la pareja de novios chaval/chavala uno de los dos sabe poco o muy poco de sí mismo o sí misma y la otra parte de la pareja sabe mucho más de cómo es la otra parte que él o ella misma, tampoco es recomendable formar un matrimonio… porque uno de los dos muestra tener muy poca personalidad y demuestra ser una persona insegura y carente de atractivo alguno. En este caso estamos ante una persona (él o ella) o dos personas (él y ella) que no poseen el suficientemente conocimiento de sí mismo (o los dos a la vez que es todavía peor) para transmitir a la otra parte de la pareja o matrimonio hombre/mujer cuestiones verdaderamente interesantes o, al menos, relevantes. Esta persona no suele reír ni apenas sonreír porque carece de elementos reconocibles para hacerlo y se sabe que para que un matrimonio hombre/mujer sea una alternativa atractiva para vivir la vida en común debe haber siempre un continuo flujo y reflujo de novedades informativas y comunicativas entre sí. Y entre tema serio y tema serio ir introduciendo humor, mucho humor para poder soportar los tiempos actuales.

Si en la comunicación interpersonal de los dos miembros que forman el matrimonio o el noviazgo de la clase que estamos citando (un solo hombre y una sola mujer) uno de los miembros (o incluso lo dos) no saben nada o saben muy poco de él (o ella) y de la persona con la que está conviviendo, la comunicación interpesonal de ambos es totalmente casi nula o inexistente; porque al no tener nada que comunicar o más bien poca cosa que comunicar, la relación de pareja termina por destruírse rápidamente. En este caso no es que hay sorpresa alguna que transmitirse (que es bueno) sino que al desconocerla no se puede sorprender agradablemente a la otra parte de la pareja.

Ante todo este estado de cosas, muchos se preguntarán: “si los cuatro cuadros estudiados no son válidos para un buen matrimonio o una buena pareja de un hombre solo con una mujer sola, ¿cuál es la solución perfecta?”. Pues es muy fácil deducirlo. La solución perfecta o casi perfecta para quienes crean que no existe nunca una perfección (aunque yo creo que sí que existe porque el matrimonio cuando dejan de ser dos cuerpos separados y los dos se convierten en uno lo podemos llamar perfección) es la de que ambos cónyuges o futuros cónyuges tengan un 25 % de cada una de las cuatro áreas en su personalidad. O, en otras palabras, que su personalidad tenga un 25 % de cada Área citada. En este caso, que es el equilibrado(y en el equilibrio está la felicidad), cada día se convierte en una nueva aventura digna y muy emocionante por vivir. Quienes manejamos la comunicación interpersonal de la pareja con este equilibrio de un 25 % de cada área de nuestra personalidad (Área Abierta, Área Oculta, Área Ciega y Area Desconocida) somos quienes desarrollamos una completa y perfecta comunicación interpesonal para hacer que la vida matrimonial sea un desafío continuo y una felicidad permanente; porque somos de mente abierta, ocultamos cosas que son fáciles de descubrir, a veces seguimos ciegamente a una pareja porque tenemos plena confianza en ella y, ante todo, somos un enigma diario que vamos dando, a la vez, sorpresas a la otra parte y sorpresas a nosotros mismos.

1.5.- Cantidad y calidad de tiempo.

Antes de hablar directamente de la cantidad y calidad de tiempo (diferencias entre ambos conceptos) que empleamos al vivir con la otra parte de nuestro matrimonio o noviazgo hombre/mujer voy a exponer dos puntos que yo mismo escribí en otro Ensayo de mi autoría titulado “Tiempo Vital: divisiones y subdivisiones”. He aquí dos argumentaciones conceptuales que expuse en dicho Ensayo: En nuestro periplo de lo que llamamos tiempo vital, el Tiempo Extensivo es todo lo que vivimos desde que nacemos en esta Tierra hasta que morimos en esta Tierra (dejamos pues fuera de este concepto a la vida que hay más allá de la muerte y que forma parte, también, del tiempo vital). De esta manera Tiempo Extensivo es todo aquello que vivimos sobre la Tierra. No todo el Tiempo Extensivo lo podemos recordar (como explicaré en mi próximo capítulo Tiempo Intensivo). Ya alguna vez lo expliqué en otros textos, pero ahora lo incluyo en mi libro “Tiempo Vital” para dar constancia de ello. El Tiempo Extensivo sí tiene importancia… pero es una importancia relativa; ya que lo importante de él no es que lo recordemos todo sino que sepamos que lo hemos vivido. El Tiempo Extensivo se inicia, por lo tanto, cuando somos engendrados en el interior del cuerpo de nuestras madres (por eso considero que el aborto, sea en el tiempo que sea que se realice, es un crimen). Pero dejemos ahora ya lo del aborto aparte y centrémonos en el Tiempo Extensivo. El Tiempo Extensivo es vida. Es vida llena de presencia sobre la Tierra. Eso quiere decir que estamos presentes en cuerpo, alma y espíritu. Pero la relatividad del Tiempo Extensivo es lo que le caracteriza y lo diferencia del Tiempo Intensivo. Existimos en esta Tierra (e insisto que quienes creemos en Dios existiremos también en la Eternidad) porque nacemos, porque crecemos, porque nos desarrollamos y porque morimos. Al hablar del Tiempo Extensivo puedo decir lo que un día señalé que se podría poner en la tumba de un muerto: “Nací, viví y morí luego existo”. Y es que el Tiempo

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