El asiduo cazador apuntalaba la escopeta y la apuntaba con excesiva fotogenia hacia el venado que levantaba su vista hacia el firmamento; bajo un cielo que emitía fulgores como único recurso para desarrollar la incompatibilidad existente entre la vida y la muerte.
El asiduo cazador sentía la necesidad de ser perseguidor implacable para romper la barrera de los sentidos.
En medio de cazador y venado un viejo enebro se retorcía de ansiedad y angustia. Ya todo dependía, única y exclusivamente, de que el asiduo cazador apretase o no apretase el gatillo.
Hola amigo:
Comprendo que el viejo enebro se retorciera
de dolor y angustia ya que no es para menos
ante la muerte inminente de un ser vivo.
Particularmente a mi no me gusta la caza y de echo
en tiempos de mi niñez cuando mataban al cerdo desaparecía
para no ver el sufrimiento del pobre animal.
Un abrazo amigo, Alborjense
Mucho me temo que el enebro bien poco podía hacer salvo retorcerse.
La muerte del venado es inminente.
Un corto texto pero lleno de imágenes.
Besotes amigo Diesel.