Nos vamos rápidamente hasta la ciudad de El Cabo. Dos hechos dominan la historia colonial del África austral: por una parte, la instauración, muy temprana, de sociedades racistas; por otra, el empuje histórico hacia el norte, partiendo de El Cabo, movimiento que los portugueses intentaron frenar en vano. ¿De quiénes estoy hablando mientras engullo un buen plato de lentejas mientras Jesús Lloréns decide ayunar como penitencia para purgar cierto pecado inconfesable que no me quiere decir y del cual yo no deseo saber nada pues sólo me interesa comer, por fin, algo caliente como este plato de lentejas?. Estoy hablando de los boers.
En 1692, la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (VOC en neerlandés y es necesario que explique que los habitantes de los Países Bajos no deben ser llamados holandeses sino neerlandeses cuando nos referimos a todo el país exacxtamente. Sigo. Dicha Compañía VOC fundó en las cercanías del Cabo de Buena Esperanza (donde murió el portugués Magallanes y donde cogió el mando el español Juan Sebastián Elcano que fue el que dio por primera vez la vuelta al mundo por el mar) una escala, a medio camino entre los Países Bajos (no escriban por favor ahora Holanda porque cometerían un error y una ignorancia) y Tavara. Menos de una generación más tarde, la población de El Cabo y sus alrededdores ya planteaban una estratificación nítida. Además de los empleados de la VOC se distinguieron:
Los “burghers”, neerlandeses liberados de su contrato por la VOC para poder practicar la agricultura (a fin de aprovisionar a los nativos).
Los esclavos desembarcados por la VOC (!para que se entere más de uno que no eran españoles aquellos esclavistas!) destinados para diversos tipos de trabajos domésticos y otros que ajaban su dignidad y rasgaban su autoestima, procedentes de Mozambique, Madagascar e Insulindia (!no eran esclavistas españoles vuelvo a insistir para dejarlo totalmente claro!).
Los khoi-khoi (llamados entonces “hotentotes”), población autóctona de pastores con los cuales los “burghers” no tardaron en tener conflictos.
Diversos inmigrantes (hugonotes y otros) que vinieron a engrosar las filas de los “burghers” a finales del siglo XVII (una centuria más tarde, el carácter esclavistas de la sociedad quedaba plasmada y confirmaba que los “burghers” eran propietarios de esclavos, empleados como obreros agrícolas, etcétera).
Otros colonos, los llamados “trekboers” (“campesinos migradores”) que se aposentaron por el interior y se dedicaron a la ganadería. Los caballos y las armas de fuego (!para que se entere más de uno que no sólo los españoles utilizaron armas de fuego en sus conquistas!) les aseguraban la superioridad militar frente a los “khoi khoi”, los esclavos, los fugados, los fuera de la ley, los mestizos… todos ellos formaron poblaciones que tendían a utilizar una misma lengua, el “afrikaans” (que aún existe), que era un neerlandés simplificado y enriquecido con términos locales.
Hablemos un poco del “afrikaans” antes de narrar algo sobre los “boers”. El “afrikaans” es una lengua neerlandesa que se habla en la República de Sudáfrica y que es, junto con el inglés, lengua oficial. La “lingua franca” era un portugués acriollado o un neerlandés simplificado que probablemente contribuyó en gran medida al “afrikaans”. En 1879-1880 se creó el Afrikanes Bond (Vículo Afrikaner), que se convirtió en el partido político dominante en la colonia de El Cabo y obtuvo apoyo inicial en las repúblicas de “afrikaners”, molestos por la anexión británica del Transvaal en 1877 en un intento de crear una Confederación Surafricana bajo el liderazgo de la Ciudad de El Cabo. La solidaridad política entre los “afrikaners” (llamados por otros historiadores los “boers”) disminuyó en 1881, cuando ese esquema político suyo se vino abajo; pero una identidad cultural empezó a tomar forma en torno a la lengua “afrikaner” de los “boers”, hasta entonces un cúmulo de dialectos loclales, hablados por los afrikaners o boers pobres y los mestizos, pero desarrollado como lenguaje escrito desde 1875 por los intelectuales nacionalistas. Para ayudar al esquemna de la confederación, las tropas imperiales británicas conquistaron a los pedi, los zulúes y los pueblos supervivientes de los xhosa en 1878-1879, y consiguieron que el poder blnaco pasara a ser supremo en todo el África del Sur.
La unificación fue llevada adelante tanto por los británicos como por los políticos blancos locales, en especial los ex generales afrikaners Botha y Smuts, cuyo partido, Het Volk (El Pueblo), ganó las primeras elecciones en el Transvaal en 1907 con ayuda de los trabajadores, asegurando por consiguiente el liderazgo afrikaner en Sudáfrica. Las negociaciones que llevaron a la independencia bajo la Act of Union (Acta de Unión) en 1910, crearon un gobierno central fuerte, defendieron aultranza la igualdad ante la ley de la lengua inglesa y neerlandesa (desde 1952 “afrikaans”), manteniendo el privilegio existente en toda la provincia antes de la guerra, de modo que los africanos negros y los mestizos, efectivamente, sólo obtuvieorn derecho al voto (de alcance restringido) en El Cabo.
Me encuentro con un colono neerlandés apellidado Van Dongen (igual que aquel pintor llamado Kees Van Dongen, del siglo XX, que se nacionalizó después francés y fue un seguidor del “fauvismo” y un gran colorista pintor de escenas de la vida cotidiana así como numerosos retratos) que me habla de los “boers” a cambio de unos cuantos euros. Y es que para recoger información siempre es inteligente llevar unos cuantos euros en el bolsillo… a pesar de que Jesús Llórens no lo ve con buenos ojos.
Se dice bóer (en plural bóers) a los colonos b¡neerlandeses del África austral (sector de Sudáfrica). Fueron los británicos quienesq, con sus aremas, permitieron que los afrikaneers (o bóers) completasen la ocupación del alto “Veldt”, tomando posesión de grandes porciones de tierras mucho más ricas que las del bajo “Veldt” (mucho más pobres) y sustituyeron a sus aprendices por trabajadores “libres”. De unos 921.000 africanos que existían allí en 1904 (en el Transvaal), 130.000 poseían tierras, 303.000 ocupaban tierra del Estado y 480.000 eran braceros o agricultores en haciendas de blancos.
El colono neerlandés (por otro buen puñado de euros que le regalo aunque, insisto, Jesús Lloréns no está de acuerdo que regale tanto dinero) me cuenta lo que fue la llamada Guerra de los Bóers. Sucedió, me dice, desde 1899 hasta 1902, y fue un conflicto armado que enfrentó a las repúblicas bóers del África austral con los británicos, quienes vencieron y se anexionaron Orange y el Transvaal. Ya no necesito saber nada más sobre el tema, aunque el colono neerlandés se pone pesado y me insiste en seguir contando… !que no!… y me marcho con Jesús, en bicicleta, rumbo a Porth Elizabeth, ciudad sudafricana situada a orillas del Océano ïndico.
Aquí, mezclado anónimamente entre sus 585.000 habitantes, me voy al puerto, me siento en el malecón y observo el mar pensando en Nelson Mandela y su enorme labor en favor de la liberación de los negros y negras de Sudáfrica. Sí. Nelson Mandela, el dirigente histórico del Congreso nacional africano y organizador de la lucha armada tras la prohibición de su movimiento en 1960 y Premio Nobel de la Paz en 1993 (compartido con Frederick Willem De Klerk, líder del Partido nacional sudafricano entre 1989 y 1997)) después de la guatemalteca Rogoberta Menchú (Premio Nobel de la Paz en 1992), la autora de “El vaso de miel” (antología de cuentos y leyendas quichés).
Busco un supermercado. Compro un vaso lleno de miel. Y saboréandolo poco a poco sigo sentado en el malecón mirando al mar…