Cuando llegamos, por fin, el día 27 de junio de 2011 (fecha muy importante para mi vida personal), al nacimiento del río Zambeze, nos encontramos con una ciénaga en el nordeste de Zambia, en un paisaje de colinas onduladas y boscosas a unos 1.500 metros sobre el nivel del mar. Al este de su nacimiento, la línea divisoria entre las cuencas del Congo y del Zambeze es una zona bien definida de tierras altas que cae abruptamente de norte a sur, y corre de este a oeste. Esta zona separa claramente la cuenca del Lualaba, rama principal del Congo Superior, de la del Zambeze. En las cercanías de la fuente la línea divisoria no está claramente definida, pero los dos sistemas fluviales no están conectados entre sí. Es tanto el calor asfixiante del ambiente en el que nos encontramos que nos dan ganas de quitarnos todas las ropas y quedarnos en bañador; pero nuestro guía nativo, Embolas, nos indica que sería muchísimo mejor no hacerlo debido a al existencia de un gran número de mosquitos de Zambeze.
A Charles se le pone la cara más blanca que un cirio de Semana Santa. Tiembla sólo de pensar en que puede ser víctima de la peligrosa picadura de algunos de estos mosquitos. Embolas va conduciendo el jeep y yo, como siempre, soy el copiloto. En la parte de atrás, en medio de un montón de cajas de alimentos y medicinas, Charlie no deja de temblar… pensando en los terribles y temibles Chi-Benba de Zambia, cuyas picaduras producen, inevitablemente, la malaria. Embolas nos avisa: “¡Utu vwi vwi!. ¡Utu vwi vwi”. Me parece que nos está diciendo que ni se nos ocurra quitarnos ni una sola prenda. Pero el calor es tan asfixiante que esto parece el suplicio de Tántalo; sobre todo porque tras las cerradas ventanillas del jeep observamos las aguas limpias y rugientes del Zambeze.
¿Qué hacemos Charles y yo, acompañados por este simpático Embolas, en estas tierras africanas de Zambia?. Estamos intentando llegar a los alrededores de Kalabo, donde nos esperan como agua de mayo, un grupo de nativos ngunis que se encuentran en situación deseseperada y luchan por no desaparecer a causa de la hambruna y la malaria. Le pregunto a Embolas que nos explique, bien detalladamente, lo que es la malaria. Charles vuelve a ponerse nervioso y se está mordiendo las uñas. Embolas le reprende y le hace saber que es necesario ser más valientes y temerarios para seguir con nuestra expedición de auxilio a los ngunis. Y comienza su lección sobre la malaria en Zambia. Saca un folleto y nos hace saber lo siguiente.
“La malaria es una enfermedad producida por parásitos del género Plasmodium, que es probable que se haya transmitido al ser humano por los gorilas occidentales. Es la primera en importancia de entre las enfermedades debilitantes, con más de 210 millones de casos cada año en todo el mundo. El término malaria proviene del italiano medieval mala aria (mal aire); en español se le llama también paludismo, del latín palus, «pantano». El día africano de lucha contra el paludismo se celebra el 25 de abril, ya que es en este continente donde más común es esta enfermedad. La enfermedad puede ser causada por una o varias de las diferentes especies de Plasmodium: Plasmodium falciparum, Plasmodium vivax, Plasmodium malariae, Plasmodium ovale o Plasmodium knowlesi, siendo las tres primeras reportadas en el continente americano. Los vectores de esta enfermedad son diversas especies del género Anopheles. Como es sabido, tan sólo las hembras de mosquitos son las que se alimentan de sangre para poder madurar los huevos, y por tanto los machos no pican y no pueden transmitir enfermedades ya que únicamente se alimentan de néctares y jugos vegetales. La única forma posible de contagio directo entre humanos es que una mujer embarazada lo transmita por vía trasplacentaria al feto. O bien, por la transmisión directa a través de la picadura de un mosquito. También es posible la transmisión por transfusiones sanguíneas de donantes que han padecido la enfermedad. En regiones donde la malaria es altamente endémica, las personas son tan a menudo infectadas que desarrollan la “inmunidad adquirida”, es decir que son portadores más o menos asintomáticos del parásito. La primera vacuna fue desarrollada por el doctor Manuel Elkin Patarroyo, médico colombiano, y tiene un efectividad de entre un 40% y un 60% en adultos, y en niños un 77%”
Charles comienza a respirar con dificultades. Le pido a Embolas que detenga un momento el jeep y lo hace de mala gana y echando pestes en lenguaje bemba. Ahora soy yo el que consulta mis apuntes de ruta: “El bemba, también conocido como chibemba, chiwemba y wemba, es una lengua bantú hablada principalmente en Zambia, aunque también se utiliza, con menor difusión, en la República Democrática del Congo, Tanzania y Botswana. Originaria de la etnia homónima, el bemba y sus dialectos son hablados y entendidos por un importante porcentaje de la población de Zambia. Se estima que, tan sólo en aquel país, más de tres millones de personas utilizan bemba como lengua nativa, junto a otro importante número que la utilizan como segunda lengua. Bemba se utiliza como lingua franca en todas las ciudades de Zambia donde, según los etnólogos, “tiene mayor estatus social que los demás idiomas, excepto el inglés”. Es un idioma que sigue la estructura SVO, cuyo estudio se formalizó en el año 1907 cuando los misioneros publicaron la primera gramática bemba. Este idioma fue seleccionado por la administración colonial de entonces, junto al lozi, nyanja y tonga, como las lenguas para comunicarse con las poblaciones aborígenes de la zona. Actualmente este idioma se encuentra muy fragmentado en dialectos, aunque existe la tendencia de imponer el dialecto conocido como bemba central en los medios de comunicación y los textos educativos. El bemba llamó la atención del mundo Linux gracias a la distribución Ubuntu, cuya pronunciación corresponde a una palabra en este idioma cuyo significado es “humanidad hacia los demás”. Bemba, también significa, además, “labios gruesos”. A Charles se le está pasando el mareo…
Salimos de la zona pantanosa y paramos un momento para tomar café caliente que llevamos en un termo. Nos encontramos en una llanura pero al este del Zambeze. El territorio de Zambia lo forma una llanura situada entre los 1.000 y los 1.300 metros de altitud, salpicada por algunas colinas y montañas. El punto más bajo es la depresión del río Zambeze, con una cota mínima de 329 metros, mientras que el punto más alto es uno de los picos (carente de nombre oficial) de las Montañas Mafinga, con 2.301 metros. El río más importante de Zambia es el Zambeze, que está rodeado en algunas zonas por pantanos y humedales, y abastece a mucha de la población del país.
Por fin podemos salir del jeep para tomar un buen café caliente y estirar las piernas o darnos un baño en las aguas del río. Nos sentamos, plácidamente, a encender unos cigarrillos (Embolas no fuma), mientras saboremaos el café “Kenya” y el guía nativo, emepeñado en demostrarnos sus grandes dotes de orador en idioma español, saca otro folleto y nos lanza un rollo político de denuncias y reivindicaciones sociales como si nosotros fuésemos culpables de ello: “Una promesa de amistad eterna, aun entre ricos y pobres: en estos días, la tele repite el video We Are the World, aquel de 1985 y con Michael Jackson como rostro del proyecto filantrópico USA for Africa: los músicos color café se compadecían de los que nacieron con menos suerte del otro lado del Atlántico. Y mientras se usa a Africa para lavar las conciencias de Beverly Hills, la infusión del continente negro gana terreno en las tazas del mundo. Nacido en Etiopía hace como mil años, el café fue africano antes que nada: la leyenda cuenta que el pastor Kaldi descubrió el efecto energizante entre sus cabras al probar unos pequeños frutos rojos (los cafetos). Si la exquisita revista Vanity Fair recomienda en su último número volver a ver alguna película de Ousmane Sembène, recordar las raíces de Yves Saint-Laurent (era argelino) o reservar un vuelo a Madagascar, para oler el aire de Africa no habrá que ir más lejos que hasta el bar de la esquina. Con amplísimas plantaciones en Etiopía y en Kenia, donde se cultiva el mejor de la zona, el café africano ya es menos exótico y más cotizado. Que el sommelier vocacional cierre los ojos y haga la prueba: cumplidos los primeros rituales de la degustación (nada de azúcar, sorber haciendo ruido), el africano retumba como un tambor zulú: fuerte, poco ligero, de mucho cuerpo, gustoso, con sabor intenso, ideal para tomarlo solo. De este lado del océano, la etiqueta Kenia Keekorok (Establecimiento General de Café, a $ 60 el cuarto kilo) recuerda su cercanía con plantaciones de cacao y se vuelve casi una golosina; el Ethiopian Harrar (Coffee Store, $ 31 el cuarto kilo) homenajea con acidez todas las leyendas sobre el nacimiento de la infusión; y el Kenya (Starbucks, $ 34 el cuarto) se presenta tan “exótico y audaz” como el elefante que se asoma en el paquete por delante de un sol anaranjado. Si en el Día del Amigo el convite básico invitará “¿tomamos un café?”, el bebedor con inquietudes podrá lucirse proponiendo maridajes. Por sus notas ácidas y aun cítricas, el africano combina con un budín húmedo de limón o con galletitas de naranja. Y ante la propuesta indecente de un mozo inexperto (”¿cortado o con crema?”), el sommelier de café será respetuoso de las raíces, y ordenará: “Para mí, bien negro”.
Charles y yo nos quedamos “flipando” y no sabemos, en realidad, si Embolas nos está amenazando con dejarnos aquí tirados, en medio de la llanura y junto a la orilla del este del Zambeze, o sólo nos está queriendo decir que nos agradece nuestra visita y la desinteresada acción de llevar todo el jeep abarrotado de comida y de medicamentos para sus compatriotas los ngunis.
De pronto, inesperadamente, desde unos bejucos cercanos, surge una mamba negra, la serpiente más venenosa de África, que se queda mirando a Charles a pocos metros de él. Charles se queda paralizado por el terror mientra Embolas guarda un sepulcral silencio. Cualquier movimiento en falso supondrá la muerte de Charles que suda copiosamente, no de calor ahora precisamente, sino de miedo cerval. Observo a la mamba negra. Mide casi 4 metros de longitud y tiene una coloración negra dentro de su boca. El color de su piel es verde amarilla (al igual que las camisetas “verde amarelhas” de la Selección de Fútbol de Brasil). Es también la serpiente más rápida del mundo así que es necesario concentrarse profundamente en ella; porque es capaz de moverse a unos 5 metros por segundo y a una velocidad de unos 20 kilómetros por hora.
La miro fijamente y calculo que pesa un kilo y medio. Debe ser veterana pues aparenta tener ya 10 años de edad. Está, al parecer, hambrienta y se ha encaprichado con que se debe comer al francés que sigue sudando cada vez más copiosamente. Ahora mismo parece una estatua como la que existe en el Parque de la Fuente de El Berro de Madrid de tanto que suda. Al parecer, la mamba negra viene de la zona pantanosa de los orígenes del río y, ahora mismo, al este del Zambeze, se presagia la muerte de Charles si Dios no lo remedia.
Embolas permanece herméticamente callado y tiene los ojos como perdidos mirando al horizonte. En el horizonte sólo existe la sabana africana. El bioma dominante en Zambia es la sabana. Gran parte del centro, norte y oeste del país está ocupado por la ecorregión denominada sabana arbolada de miombo del Zambeze central. Al sureste se alternan la sabana arbolada de miombo meridional y la sabana arbolada de mopane del Zambeze. Es la sabana arbolada de mopane la que tanto atrae la mirada de Embolas. El árbol leguminoso, Colophospermum (o Copaifera) mopane, es natural de estas regiones, ya que es sumamente resistente a la sequía y produce una madera muy difícil de encontrar en otras latitudes.
Pero la serpiente levanta ahora la cabeza para atacar a Charles. Embolas sigue sin respirar y yo, lentamente, extraigo su machete de su costado izquierdo y, de repente, con un movimiento felino más rápido y veloz que los rayos que se desatan en estos lugares cuando se avecinan las lluvias australes, me lanzo hacia la mamba negra y le corto de un tajazo la cabeza. Charles no aguanta más la tensión y cae desmayado mientras Embolas, por fin, reacciona. Le entrego el machete y él toma a la larga serpiente y la arroja, pues debe ser un perfecto atleta de lanzador de jabalina, a muchos metros de distancia de donde nos encontramos los tres. Es necesario sacar el frasco de sal de unvas Picot, que lleva siempre como una reliquia colgado al cuello dentro de una bolsita de cuero que compró hace un par de años en un viaje relámpago que hizo a la ciudad de Addis Abeba. Eso al menos dice él una vez repuesto del mareo y del susto.
Para recuperarnos de las emociones vividas decidimos, los tres, quitarnos las ropas y bañarnos en las aguas en la orilla del este del Zambeze. El baño nos sienta a todos de maravilla pero surge un incidente imprevisto que viene, de nuevo, a romper la tranquilidad. El caso es que un rinoceronte embravecido se dirige contra nosotros una vez que estamos secándonos los cuerpos con las toallas… así que nos olvidamos de las ropas y, los tres en bañador, corremos a introducirnos en el jeep. El problema no acaba aquí… porque Embolas, que por primera vez se pone nervioso ante las embestidas del embravecido rinocerente contra el jeep, que parece que se va a volcar de un momento a otro, no acierta a meter las marchas. Por equivocación aprieta el botón de una emisora de radio. Están dando noticias en inglés. Traduzco textualmente lo que escucho: “El ex presidente de Zambia, Frederick Chiluba, falleció a la edad de sesenta y ocho años. La causa de su muerte no ha sido confirmada, pero se sabe que sufría de problemas cardíacos desde hace algunos años.
Después de convertirse en presidente en 1991, Chiluba cosechó elogios por sus reformas económicas y políticas y Zambia fue vista como un modelo de democracia en África. Pero más tarde fue acusado de permitir que floreciera la corrupción y fue procesado por presunta malversación de fondos después de dejar el cargo en 2002. Fue absuelto tras un juicio de seis años, pero en otro caso civil en Londres fue declarado culpable de fraude”. Y nosotros sin apenas enterarnos…
Una vez salidos del apuro, ya con el jeep a toda velocidad para despegarnos del rinoceronte, le pregunto a Embolas quién es el nuevo presidente de Zambia pues me preocupa que no vaya a aceptar nuestra ayuda humanitaria. Embolas empieza a reir mientras me cuenta que el líder del gubernamental Movimiento para una Democracia Multipartita (MMD), Rupiah Banda, fue investido nuevo presidente de Zambia pocas horas después de que la Comisión Electoral de Zambia (ECZ) anunciara su victoria en las elecciones presidenciales que se celebraron en el año 2008. Lo que he estado escuchando no ha sido una emisora de radio sino un cinta magnetofónica con la que Embolas nos ha gastado una broma. Es una cinta grabada el 18 de junio de 2008.
El problema ahora es qué van a decir las autoridades de la ciudad de Kalabo cuando nos vean llegar sin ropas, vestidos solamente con un pequeño bañador cada uno de nosotros tres y si las mujeres de la población se van a quejar de nosotros por vestir de esta manera en la ciudad. Desde noviembre de 2007 está abierta al tráfico la carretera de Sandaula a Kalabo. Siguiendo ya sin ninguna otra incidencia llegamos, por fin a la ciudad. Nos detienen las autoridades de la localidad y terminamos por dormir en la cárcel hasta que se demuestre, por fin, cuales son nuestras identidades pues todos los pasaportes y documentos burocráticos se han quedado, con nuestras ropas, al este del Zambeze.
A la mañana siguiente se presenta una española del cuerpo diplomático en Namibia que se encontraba, de paso, por Zambia y ha sido avisada urgentemene. Le contamos lo sucedido y yo le digo la verdad: estamos intentando ayudar a los olvidados ngunis con alimentos y medicinas aportados por la ONG MUAD. Como ella es mujer. Nos da un certificado para poder seguir en Zambia sin ninguna clase de problemas, salvo Charles que no tiene la suerte de ser recibido por nadie y que jura y perjura que nunca jamás piensa volver a vivir una aventura conmigo de compañero. Eso hace que la embajadora espalñola se apiade de él y le extienda un documento falso en el que aparece como español en vez de francés. Después nos dirigimos a un mercadillo de la ciudad para comprar nuevas ropas aunque sean de segunda mano pues nuestro presupuesto monetario no da para mucho. Termina nuestro viaje entregando, por fin, todos paquetes de comida, ropa y medicinas. Y regresamos en avión desde Lusaka a Londres. En el aeropuerto londinense Cahrles me vuelve a jurar y perjurar que jamás volverá a ser mi compañero en ninguna otra aventura porque ya ha tenido demasiado con esta experiencia, lo cual me hace pensar que es falso que haya estado alguna vez en Addis Abeba y que su bolsita de cuero africano la ha debido de comprar en alguna elegante marroquinería de París. Yo espero al vuelo que me guiará hasta Madrid mientras escucho, ahora sí, la radio. Están emitiendo una canción en inglés. Son las Britney Spears con su disco “Till the World Ends”, que quiere decir “Hasta los finales del mundo”. No entiendo nada. Me entra la modorra porque tengo sueño y parece, en verdad, que acabo de llegar del final del mundo porque llevo sin afeitarme más de tres meses seguidos…