Cualquier tiempo pasado pudo ser mejor… quizás… no lo sé… tal vez para algunos sí y para otros no… pero lo que es seguro es de que ya no estamos en él. Volver… volver a vivir siempre el presente que se acumula en el pasado significa estar… y regresar alguna que otra vez al pasado no significa (o no tiene por qué significar) una huída del presente, un no querer seguir viviendo. Volver a veces al pasado significa reforzarse anímicamente para vivir el presente.
Al igual que algunos cuadros cuelgan de las paredes de los museos como ventanas del pasado abiertas como movimientos de “hoy”, no hay historia humana más grande que acompasar la vida presente con la experiencia del pasado vivido y siempre vívido en nuestro interior.
El rastro que dejemos nosotros será un trazo evanescente y sensitivo que no debe volatizarse en el olvido sino evocarse como ensoñación cara al mañana. Debe ese tiempo pasado tener firme fortaleza constructora de un mundo que aprende a saber fluir día tras día por los caminos. Es necesario sentir la sensación del pasado para sentirnos humanos reflexivos y transmitir conexiones con las próximas generaciones venideras. Califiquemos pues a cualquier tiempo pasado como tiempo “terapeútico” que nos sirve en el presente para tomar acciones necesarias para caminar hacia el futuro.