Ocurrió un día que todas las farolas grises de mi barrio se convirtieron en árboles verdes y los enamorados de mi barrio comenzaron a pintar grafitis en sus cortezas bajo la luz de la luna. Decían así: “Me hundí en los senos de tus pétalos”, “Mis orgasmos son palomas”, “Soy vampiro en las ramas de tu cuello” y “No me voy de aquí hasta que crezcan los pichones”. Cosas así. (Con perdón de los curas de la parroquia barrial, los que dan ostias a las beatas).