“Barrabás” fue una de las películas más famosas del siglo XX. Dirigida por Richard Foster, en el año 1962, Anthony Quinn era el protagonista. La escena clave, la crucifixión de Jesús, se rodó a unos 200 kilómetros de Roma, el 15 de febrero de 1961. Estaba anunciado un eclipse de sol para esa fecha, y el director quería aprovechar ese momento en el rodaje para que simulara el momento en el que la tierra se oscureció cuando Jesús murió crcificado. El resultado fue tan impresionante (el eclipse de sol dejó el día bastante oscuro) que mucha gente del estudio, los extras y los curiosos que veían el rodaje, caían de rodillas para orar.
El constraste con esta situación se dio en la película “El gran carnaval” unos poco años antes. Jan Sterling, la actriz principal decía una frase en cuanto a su decisión de no querer saber nada de Dios: “No voy a la Iglesia, porque arrodillarme agujerearía mis medias”.
Son dos historias bien diferentes, pero el contraste entre una y otra tiene que enseñarnos algo muy importante: cada uno tiene la libertad para decidir que hará en cada momento. La búsqueda de Dios no es una cuestión de saber si existe o no existe, como muchos nos hacen creer. La clave está en nuestra motivación y nuestras decisiones. Podemos encontrar la presencia de Dios en muchas cosas que podemos ver en la naturaleza, o podemos poner excusas para no acercarnos a Dios. Cualquier tipo de excusas parecen ser válidas, incluso excusas sin ningún sentido, pero excusas al fin y al cabo. De cada uno de nosotros y nosotras depende en dónde ponemos las bases de nuestras existencias y cuáles son los principios que nos motivan para vivir.
Yo, respetando la libertad total de todos los seres humanos, lo único que digo (totalmente alejado de cualquier clase de religión o grupo de secta religiosa) es que más vale tener agujeros en cualquier otro lugar menos en el corazón.