Digo tren como digo placer, pues siento sobre mi cuerpo, en lo alto de la cima del resplandor de la litera, la presencia de esa brisa que ha subido en la estación y se ha enroscado en mis brazos, en su vientre, en mis piernas, en sus muslos… y, sabiendo o no sabiendo por qué, pido perdón a mí mismo por entender que el gozo liberado, surgido de las sombras con luz, ha llegado a su lugar exacto. Debajo de tanta efervescencia reunida, ella palpita, con o sin razón. Y mi corazón, con o sin diástole, vivifica con estas curaciones haciéndose profundamente firme la luz del amanecer mientras su brillante mirada/cristal es una perpleja concesión a la intensidad del horizonte que alarga, hasta mi frente, la línea firme y rotunda de los primeros rayos del sol. Desfila por la ventanilla el carrusel del tiempo. Amanece. Definitivamente amanece…
Los oteros hablan a los hombres que despiertan bajo el festón celeste de su aroma y un pueblo, en la lejanía, despabila su sonámbula silueta. Los misterios de la luna se pierden en una prímula sensación y aparece la sorpresa: !gorriones montaraces que, volando entre los jarales de la campiña, desprenden fugitivas constelaciones de alma parda iluminada para serenatear las horas!. No hay guerra en sus mundos. !Qué paz!. !Cuánta paz!.
Observo el candor adolescente en cada minuto de sus iris y la veo tan desnuda de negruras (tan cubierta de manantial) que tengo miedo del espeso amanecer; para no sentirme culpable sin saber de qué y sin saber por qué y sin saber para qué.
-!Buenos días, Luz…! -dicen sus iris.
En ellos he leído cuanto puede leerse en todos los museos de la vida. He visto el cuadro de las colinas (clásicas, románticas, hiperrealistas) perfiladas sobre las riberas donde el polvo blanco de los crepúsculos vivientes (quizás expresiones de Chagal) se envuelven en las sábanas de las sendas del idilio (quizás impresiones de Dérain) mientras depositan el antifaz de su presencia sobre el camino de los madrigales que encubren el vuelo de ella misma (quizás compresiones de Csácky). Lo cierto es que he leído todos los cuadros de sus epigráficas composiciones en las galerías de las largas y espaciosas pinacotecas donde ella ha reunido su colección de dinámicas sensaciones, palabras en libertad y poesías concretas ya que, seguramente, me está dando a comprender que ella proviene de los arabescos de Boccioni, los futurismos de Marinetii y los caligramas de Gadda. Expansión espiral de músculos en movimiento, ocho almas en una bomba y el aprendizaje del dolor reunidos en una sola presencia de mujer.