La noche perdida, entre la masa de mente en blanco que deambula por el asfalto.
Toda una corriente de suciedad sale a ver la función, preparada para abrir las puertas al engaño y la locura.
Un buen cebo para el pez orientado por un papel con desdibujadas lunas.
Un año más repleto de sillas acomodadas, que no aguantan ni el peso de su estupidez.
¡Oh!, ¡cuánta cultura! , ¿quién habría hecho arte con tamaño montón de basura?
Se dispersa con premura a los alborotadores, que desean lanzar sus gritos, como espadas, contra edificios encendidos con anuncios, que venden las ideas vomitadas de políticos sin escrúpulos y prepotentes empresarios de la nada.
En la Gran Vida, un titiritero comienza el cuento. Sin perder tiempo los policerdos reprenden la función, por no estar programada; la agenda de la ciudad es apretada.
Los peatones de culo prieto se sorprenden al verlo, pero no sueltan palabra, miran sus relojes, se dispersan y van a cantar al karaoke de los bufones.
Al volver a sus madridgueras, comentan contentos lo sorprendente del esperpento.
Como dicen las canciones, “es el drama de madricity chavales”, emociones a raudales, animales expectantes, alpiste gratis para gorrones insaciables, y debe ser que “es esa la verdad, que somos libres, en una jaula”.
!Buena crítica, compañero!. Hay que saber diferencioar y tú diferencias perfectamente. ¿para qué quieren la verdad quienes la viven en jaulas siendo gorrones tomando alpiste?. Madricity tiene muchos matices. En tu texto sacas a relucir, magníficamente, la esperpéntica escena de los mandriles comiendo bufonadas. Yo me apunto al Madrid de las otras ensoñaciones.