Era una vez un niño que soñaba ansiosamente con un caballo de cartón. Un día, por fin, pudo conseguir que se lo regalasen y montando numerosas veces en él comenzó a desarrollar múltiples fantasías cabalgando por los ilusorios paisajes de su infancia. Así fue como aquel niño fue creciendo entre miles de sueños siempre balanceándose en su caballito de cartón. Y llegó un día en que tuvo que bajarse de él y apostar por nuevos caminos…
Como tenía alma de caballo comenzó a jugar al ajedrez. Todo el mundo que seguía sus partidas se admiraba de aquel prodigioso jugador a la hora de manejar los caballos. A veces perdía y a veces ganaba pero siempre dejaba una extraordinaria sensación de jugador genial manejando las piezas de los caballos. Todos decían de él que si el ajedrez constase solamente de caballos él sería indiscutiblemente campeón mundial.
La pena es que en el ajedrez hay otras muchas piezas. Y se le acabó la euforia por aquel juego. Dejó los caballos ajedrecistas y decidió que ya estaba preparado para montar en un caballo de verdad.
Así que con sus primeros sueldos ganados (cuando tuvo que dedicarse a trabajar), se compró un caballo de verdad. Y como era aventurero, soñador y lleno de fantasías, imaginación e ilusiones mil, se propuso que era hora de recorrer el mundo con su caballo de verdad. Sorteando mil y un obstáculos logró llevar a cabo su aventura y se llenó de experiencias humanas que compartía continuamente con su caballo de verdad. El caballo le entendía tanto que era su mejor amigo. Tenía una gran facilidad para hacer amistades de todo tipo pero su caballo era superior a todo lo demás. Entonces fue cuando comenzó a narrar historias de caballos a todos los que le querían escuchar…
De sus labios salieron las venturas y desventuras de Rocinante, de Babieca, de Bucéfalo, del Caballo de Troya… y de sus labios todos escuchaban y comprendían que aquel joven tenía alma de caballo elemental.
Como todo caballo el suyo tuvo que morir y cuando se quedó sin él entró en una fase de depresión que lo llevó, en algunos momentos de su vida, a cometer algunos desatinos. Él eligió el juego de los naipes porque estaba enamorado del caballo de oro, del caballo de copas, del caballo de espadas y del caballo de bastos. En aquellas largas partidas a veces el caballo de oros le llenó los bolsillos, a veces el caballo de copas le vació lo que le había llenado el caballo de oros, a veces el caballo de espadas le adentró en batallas sociales donde hirió y fue herido a su vez y a veces el caballo de bastos le hizo meterse en complejidades donde la violencia del garrote superaba a la argumentación de los razonamientos. Para fortalecerse físicamente y salir bien librado de tanta batalla practicaba días y noches en los caballos de los gimnasios y su cuerpo se desarrolló musculosamente.
De allí era tan difícil escapar que incluso conoció a un caballo peligrosísimo llamado heroína. No podía sustraerse de ello porque su vida había caído en un tremendo vacío existencial desde la muerte de su amado caballo de verdad.
Pero tuvo la gran suerte, decisión y valentía, de encontrar salida a aquellos laberintos de los naipes y las drogas y entonces eligió el caballete del Arte para superarse como hombre y como ser humano. Encontró una mujer de la que se enamoró porque era experta en hilar esas hebras de las madejas que se llaman precisamente caballos y en contarle cuentos relacionados con esas pequeñas libélulas que en otras partes del mundo se llaman precisamente caballitos del diablo. Y comenzó a pintar usando su caballete de madera. Entonces descubrió que su verdadera alma era la de ser artista.
Se casó con aquella mujer que tanto amaba a las libélulas llamadas caballitos y vivió unos años maravillosos mientras pintaba y pintaba y pintaba. Había encontrado el verdadero sentido a su vida y la compartía con ella. Pero nunca llega la felicidad infinita y un día su bella esposa tuvo la fatalidad de enfermar de cáncer. Todo comenzó con un tumor blando llamado precisamente caballo. Ella murió. Esta muerte no fue ya igual que la otra. Esta vez él había conocido la felicidad extrema y había aprendido que la vida tiene un comienzo y un final.
Ahora es un viejecito sereno y apacible que se ha ido a vivir junto al mar para dialogar con los caballitos marinos, para contar historias de hipocampos y para montar de vez en cuando en algunos de ellos para conocer los mundos subterráneos y enigmáticos que hay en los fondos del mar. Algunos dicen que ya murió aquel niño que soñaba con un caballito de cartón y que su cuerpo permanece enterrado en un palacio submarino que guardan celosamente los caballitos de mar.
Me ha gustado mucho tu cuento. No se pierde el hilo equino, a pesar de que algunas de las experiencias del protagonista sólo por la casualidad de sus respectivos nombres se acercan a su verdadera y original afición. Creo, aunque no estoy muy enterada de las características de cada palo de la baraja, que el caballo de copas fue el que le aportó el amor, si no de forma inmediata, sí al menos a plazo medio. Para eso él tuvo que pasar primero por su calvario particular y fortalecerse, porque para la superación personal nada se nos regala.
Espero que siga dialogando con los caballitos de mar. Puede que alguno le haya transportado al palacio submarino, donde habrá alcanzado la serenidad suprema.
Un fuerte abrazo y enhorabuena.
Se me saltan jugetonas las lágrimas con tu relato, será porque soy sagitario, pero desde niña he tenido obsesión por estos animales, luego fueron varios tipos de caballos, yo me siento un poco yegua, libertad es cabalgar muy rápido por la orilla del mar con la marea baja y las crines ondulando el viento.
tu relato es la historia de mi vida, pero narrada de una forma brillante, pintaré un majestruoso caballo en tu honor, un besazo muy fuerte amigo del alma
!!Cuánto me ha gustado tu cuento, diesel!!. Analizo que todos los caballos, caballitos y caballetes que tan perfectamente has ido enhebrando a lo largo de la narración con una capacidad asombrosa están sirviendo para definir la vida de un ser humano desde que nace hasta que muere. Al leer el cuento (que me fascina por su sencillez profunda) veo y medito sobre las enormes peripecias trascendentales de ese niño que llegó a anciano tras un montón de experiencias vividas. Es un cuento que se puede decir que está basado en la vida real pero al cual le impregnas magia y sutileza expositiva. Podría estar ahora mismo analizando y sacando conclusiones durante horas y horas pero el espacio de los comentarios no me lo permite así que he tomado la decisión de coger ahora mismo una hoja en blanco y poniéndome en uno de tus ya famosos puntos “cero” comenzar a escribir un Relato basado en mi propia vida. Alguien se preguntará por qué me ha entusiasmado tanto este cuento de caballos. Hay una razón poderosa. Conozco muy bien el mundo de los caballos, forma parte de mi vida. pero eso ya es tema de mi Relato y espero enviároslo posiblemente esta noche o quizás mañna. !Un besote, genial Diesel!.
Como dice Only, no sé qué pasa que a veces parece que alguien pulsa sin querer la tecla de “Anónimo”. El primer comentario es mío, disculpa aunque no creo haber sido yo quién lo ha hecho mal. Habrán sido los mengues… o los silfos o los ondinos…
No te preocupes, Carlota… han sido los mengues…