A mis 20 años de edad hace pocos meses cumplidos, la vida todavía es un libro con muchas páginas todavía por escribir si es que tengo la casualidad de llegar hasta los 80 pongamos por ejemplo. El caso es que el tema de la vida, que se está tratando en el Vorem como posibilidad de verse como novela o verse como algo sin valor sustancial, me atrae porque es algo traducible a suceso existencial. Y todo suceso existencial (aquí me pongo del lado de Saramago, Diesel, Grekosay y hasta de Hacaria y en contra de Javier Marías y el director austríaco de Wozciek) es plenamente tema novelístico o, por lo menos, relato literario.
Hace ya mucho tiempo leí en Vorem cómo Diesel señalaba que lo importante de la vida no es tanto la cantidad de experiencias que se obtiene de ellas sino la intensidad de éstas, sean muchas o pocas las vividas. Por eso la evolución de las personas no reside en los años que se tienen sino en lo que esos años han producido en nosotros. Y para mí no hay ningún ser humano, hombre o mujer, que no tenga dentro de sí, entre sus límites personales, una sustancia que contar… o sea un material digno de novela o de relato, poema o reflexión. De ahí que día a día me enganche en el Vorem y me ponga a leer. Como dice Grekosay yo también descubro que estoy viva cuando me doy cuenta de que estoy viviendo.
Para no extenderme ni disiparme en ideas volátiles, toda literatura universal está basada en vida de personas como tú o como yo o como él (tan ajeno a ti y a mi). Desde la vida de un reyezuelo antropófago (como lo fue Dudú Amín) hasta la de la anónima vendedora de caramelos que subsiste en la puerta del colegio donde estudia mi hermana… desde el aparatoso ciclo vital de Amenofis en el Antiguo Egipto hasta las truculentas ideas de un Tartarín de Tarascón ideándose aventuras de caza de elefantes pasando por el infinito número de seres humanos de nuestra historia terrenal: un astronauta viajando hacia la Luna, un lunático viajando por el suburbio de una ciudad, un médico ante la difícil solución de una intervención quirúrgica, la intervención de una madre para parir a su bebé, millones y millones de sucesos que pueden, y de hecho son, temas clave para llenar el universo literario de novelas escritas y novelas leídas, relatos soñados y relatos reales, poemas sueltos, poemas ávidos, reflexiones de un filósofo en el diván o de un psicópata en el sofá). Todo es novelable y la vida es todo. Hasta la muerte es vida.
Besos para el Vorem…
Nota Aclaratoria: Este texto es mío. Declaro que Carolina y yo somos la misma persona. Y con toda dignidad digo que Carolina es mi hija. Para dejar las cosas en claro: todos los textos firmados como Carolina son míos, José Orero De Julián “Dioesel”. Y no tengo por qué ocultarlo. Al contrario me gustó hacerlo de esta manera.