Quito, 23 de diciembre de 2004
Mañana nace Jesús en el corazón de todos los cristianos. Mi amigo hebreo, mi amigo palestino, mi amigo musulmán… mi amigo americano, mi amigo ruso, mi amigo japonés… mi amigo venezolano, mi amigo colombiano, mi amigo ecuatoriano, mi amigo del Perú… mi amigo español, francés, inglés, alemán, italiano… mi amigo portugués lindero de fronteras pacenses… mi amigo coreano, mi amigo chino, mi amigo del Vietnam… mi amigo cubano… mi amigo de Hawai… mi amigo que anda desnudo por las selvas del Brasil… mi amigo árabe, mi amigo iraquí… todos mis amigos, sean hombres o mujeres, que están extendiendo sus manos para que yo las estreche en señal de paz, en señal de armonía, en señal de amistad, se resumen en Keykawus…
Él es mi amigo iraní, el de los lapiceros pintando personajes venecianos que juegan al arte de enamorar a las damas con los arabescos naipes del trovador. Y entonces pienso en aquel ajedrez del Medio Oriente donde los peones blancos son los humildes pastorcillos de Belén, las torres blancas tienen figura de burro y de buey, los alfiles blancos son dos carpinteros amigos de José, los caballos blancos de Melchor y Gaspar saltan triscando por el verde prado cercano al portal y la Virgen María es la soberana que va de un lugar a otro recogiendo las miradas de todos los ángeles blancos mientras José permanece estático como rey de todas las injurias lanzadas contra ella. Y allí, en frente, está el rey negro con forma de Herodes mientras el árbitro de la contienda, Pilatos, se lava las manos en una jofaina romana. Es entonces cuando veo en mi mente el rostro de mi amigo Fabio mirándome a los ojos y con una lágrima a punto de derramar. !Perdónalos, Fabio, porque no saben lo que dicen!. !Perdónalos, Fabio, porque no saben lo que hacen!. Y mi amigo Jesucristo se vuelve de color negro… negro como la noche que lo vio nacer…
Mientras crece Jesús en el vientre de María yo tomo un café en el entrañable hogar de mi amigo Keykawus; un café ecuatoriano con aromas femeninos del Brasil… y él, mi amigo iraní, sonríe con su taza de té entre los labios. Entonces es cuando los dos reímos recordando el discurso de la Casa de la Cultura. !Cultura!. !Ah, Cultura!. !No podrás nunca ponernos barreras en el sentimiento!. !Cultura, diosa de todas las musas entroncadas en señal de paz, en señal de amor, en señal de amistad!. !Tú también tendrás que doblar la cerviz y, de rodillas, pedir perdón a Dios porque en tu nombre han puesto barreras al conocimiento de los humanos entre sí!…
Miro hacia el jardín de mi casa y contemplo a los gorriones bajo el Sol, a esas aves que dicen los humanos que están presentes en todos los Continentes de la Tierra junto a los hombres y mujeres de este planeta y haciendo el papel de niños… y los niños y las niñas del globo terráqueo de una guardería infantil se enlazan de las manos y, formando un círculo que no sabe nada de razas ni de etnias, cantan loores a la Virgen María, San José y el Niño Dios…
Dentro de pocos dias va a hacer veinte años que me casé contigo, Liliana, y en todo este tiempo he aprendido mucho de Geografía, mucho de Historia y de Literatura, mucho de Biología, Física, Comunicación… pero nada, absolutamente nada, de religiones separatistas. Y porque mañana nace Jesús en el corazón de todos los cristianos me despido de Keykawus, mi amigo iraní, deseando que su corazón siga siendo tan hermoso como el sacrificio de seguir cuidando de su humilde mamá. Dentro del vientre de María, Jesús me sonríe mientras paseo, con las manos en los bolsillos de mi pantalón, por las abigarradas calles de Cristo. Quito está lindo hoy y con Jesús no bajáis a los infiernos, hermanos.