Quito, 24 de diciembre de 2004
Me he enterado que ha muerto Payasito Vega y mi diario azul ha llenado su página de gotas de rocío y de sol celeste con el trasfondo del piano de las quiteñidades y el rumor de las ondas radiofónicas navegando con las voces quebradas por el llanto rumoroso de un gallo que canta su última melodía, Y entonces he pensado en él tomando una cocacola y fumando un lucky rojo que ha lanzado su llamarada a las esferas de la posteridad.
Bebedor y fumador empedernido de las tardes nocturnales de los bohemios, Payasito fue un humano comunicador de las contraseñas voluntarias; profesional, compañero y a pesar de eso amigo, que tuvo la posibilidad de crecer hasta la antiguedad de las esencias cotidianas en medio del trasunto caminar de los poetas acumulados en el anaquel de los recuerdos, con esa pátina de polvo que dejan los libros amados en el pericardio de las emociones. Y como homenaje a su pasear por los callejones del deámbulo coloquio y las tertulias del ron no he tenido otra idea sino la de construir mi propio esquema de la Comunicación…
Unos vienen y otros van y, continuos emisores-receptores del mensaje corpuscular y el canal transmisor del mensaje paralelo, nos expandemos por las ondas de los códigos y los contextos para llenarnos (completamente empeñados en la tarea de la transformación) de formas y estructuras repletas de contenido: palabras e iconos que son idioma y signos de lo histórico, lo religioso, lo económico, lo socia, lo natural, lo culto y lo político envuelto en el axiométrico circuito de la continua alimentación y el feed-back. Pretesis, tesis y antítesis de la vida que nace en las fuentes datables de la existencia y van a acabar en la síntesis de la interpretación después de haber comprendido, entendido y asumido, que somos los poetas del aire cuando nos convertimos en intérpretes de la vida…
Y entre ética cristiana y moral social otros vienen a cubrir y ocupar el espacio vacío mientras tú, Payasito, allá en los cielos entretienes a los humildes pastorcillos de la Navidad y a los pajaritos canoros con tus chistes y tus gracias. Todo sea por un homenaje a la Eternidad que se transfigura esta noche, cuando la Estrella de Belén se detenga en el corazón de todos los seres verdaderamente humanos y tú, en este Fausto Día, te perennizas, Payasito, en el pensamiento vivo de José mientras la entrevista se eleva más allá de los horizontes fronterizos.