Quito, 22 de enero de 2005
Cuando hay días donde convives con esas personas amables, sencillas, gratas del Ecuador… es cuando descubres el verdadero valor de la palabra humanidad. Hoy he podido saber que no hay antónimo posible para la palabra sílaba sino es la asílaba; pero he podido comprender, con mayor profundidad, que la vida en un barrio amigable es la que hace que la palabra felicidad no tenga antónimos entre sus linderos…
Y me acuerdo de mi Princesa que ahora estrá tomando la brisa junto a la zona costera de la playa de Castelnuovo mientras la espera de su regreso me hace soñar con nuevos presagios de alegría, fe y autenticidad…
La amo profundamente porque más allá de cualquier otro de los grandes aspectos de su personalidad Ella pertenece a la buena gente, a la que trata de hacer de esta existencia un paraíso de amistad. Estyo citando a Iván, a Verónica, a papá Gonzalito, a mamá Emita, a Susi, al abuelito Oswaldo, a margarita, a patricio, a los pequeños que viven en el barrio con su ilusión infantil y juvenil, a la abuelita de Camilo, a diego, a Yenny, a mis sobrinos, a mis hijas, a Liliana… a todo el conjunto habitacional de este barrio de mi alma que es La Gasca y que ha entrado tan profundamente en mí…
Que viva la buena gente del Ecuador aunque, lamentablemente, el paso de la Selección Sub 20 futbolera ecuatoriana por este Sudamericano haya sido estrepitosamente lamentable con cuatro supergoleadas en contra que la hace la peor de sus actuaciones en la Historia. ¿Qué pasa con las menores de este hermoso país?. El anochecer anaranjado del lindo Quito me dice que mañana, cuando todos hayamos avanzado 24 horas más de madurez, todo será mejor. Y con ese ánimo cierro las páginas de mi diario azul con la sensación de que esa esperanza sea una realidad.