DIARIO AZUL (7): Cabras, Monjas Y Beethoven

Quito, 28 de diciembre de 2004

Bajan las cabras. Suben las monjas. Y Beethoven se asoma a la puerta de mi cerebro. Cabras, monjas y Beethoven… Aurora versus Missa solemnis. Estamos en una época de sordera monumental y a Milk le gusta que la acaricie mientras las cabras siguen bajando, alegres y cascabeleras, coqueteando con los viandantes que marchan a comprar el pan y las monjas siguen subiendo camino del convento de sus sufrires. Fidelio, mientras tanto, se enamora de la archiduquesa del Trianón y aparece Pepe con bata de boxeador m{as bien arruinado, con los cabellos apuntando a un rival imaginario. Quinta Sinfonía en un día de cabras mientras yo le regalo diez rosas rojas (rojo ardiente/rojo carmín/rojo amor/rojo sin fin) a Liliana…



No sé qué dirán ni qué pensarán las monjas en su convento, allí encerradas esperando la llegada del panadero para preguntarle, ansiosas, por cómo es el amor de los humanos; pero mi amiga la modelo de Pilsener -la otra está oculta bajo la mesa del cuarenta- ríe sin detenerse en inútiles pensamientos sobre la longevidad de las avaricias y la amiga del norteño sonríe a un fotógrafo mientras él apura el último trago de los olvidos. Persie lucha por evitar que Milk seduzca a Bongo y le arrebata el pedazo de la ambrosía…

Pero yo, en fin, me introduzco en La Carreta para hablar con Laura ahora que llevo a Milán en el corazón. La musa de Petrarca penetras en mi conciencia: “Quiero que sepas que solo soy carne, sangre, huesos y corazón. Por eso únicamente te pido que no destruyas nunca una oportunidad si ésta es verdaderamente limpia. Por el capricho de algún escondido reloj se han encontrado mi mito y tu fantasía… pero los mitos siempre se desvanecen cuando los tenemos cerca, porque es entonces cuando nos damos cuenta de que su realidad es más débil que su leyenda. Entonces se diluyen entre nuestros dedos… pero no importa… no llores por eso. Vive. Vive siempre con el verdadero valor de tu propia persona”. “¿Eres tú quien me regala todas las noches una flor blanca?”. “Sí. Soy yo mientras las monjas aprenden del amor humano a través de las coplas del panadero”. Y marcho a visitar a Mery mientras Ella espera… espera… espera a que vuelva a su regazo con una sonrisa entre las flores. !Vámonos a la Comunidad, Greta, a experimentar esa especie de consuelo que Jesús ofrece a los necesitados!…

Comienza la nostálgica letanía del solitario Miguel mientras La Carreta sigue su rumbo: “Querida Princesa: sé que te vas… que siempre te vas en el mismo segundo en que comienzo a sentir el frío de tu ausencia… si… posiblemente te vas tan fácilmente de mí porque nunca has estado presente… el caso es que eres muy hermosa… pero… ¿qué sucede, Princesa?… ¿por qué tu existencia es sólo un pensamiento sin cuajar?… ¿acaso no son reales los sueños de la juventud?… y… ¿qué me dices de la mágica primavera?… ¿existe de verdad esa primavera en que tú y yo nunca nos encontramos juntos o es sólo otro cruel juego de la Ilusión?… quizás pienses que estoy roto… quizás hasta vayas diciendo por ahí que nací ya destrozado… !que más da si es verdad o mentira lo que siento por ti!. Siempre es lo mismo… al final siempre la misma pesadilla… un amorío más… una hambruna más… una obsesión más… un yo menos… y siempre la lejanía como única opción… la lejanía y el silencio de saber que nunca podré poseerte !falso sueño de la mágica primavera!”…

Salgo de La Carreta y, para olvidarme de sus lamentos, me refugio en el café de los artistas repitiendo que somos aguas de líquidos elementos. Y me elevo hasta el decimonónico café donde a las damas se las saluda con un clavel en el ojal de la chaqueta mientras ellas son las dueñas de las camelias. La sombra me cobija tras el ventanal de las expresiones.

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