Ankara, 7 de octubre de 2005: El largo dominio otomano.
Es ya día 7. Al amanecer me levanto fresco y relajado, dispuesto a aprovechar la mañana para conocer un poco la ciudad. Alex sigue enfermo en su habitación y se decide que es mejor que se quede en el hotel para terminar de reponerse o por si es necesario atenderle. Salimos Fausto y yo. Reynaldo y Pierre prefieren darse una vuelta en bicicleta (hay un lugar cercano donde las alquilan). Fausto me anima. en un principio, a acompañarles pero yo le digo que “las bicicletas son para el verano”. No comprende. Le explico que es una película española pero que, en realidad, lo que ocurre es que no sé manejarlas. Me comprende y salimos a pie…
Transitamos por calles con edificios monumentales hasta llegar al Mausoleo de Kemal Ataturk (el creador de la Turquía moderna). Estamos en la ciudad nueva. Por la noche iremos a divertirnos a la ciudad vieja, pero ahora nos deleitamos con los bellos jardines de Ankara, repletos de rosas de Jericó (unas crucíferas cuyas ramas se contraen en forma de bola en tiempo seco y se enderezan por efecto de la humedad) y malvas violáceas. Terminamos por desembocar en la Facultad de Filosofía y Letras.
Respecto a las Letras turcas el escritor más clásico de los anatolios es Yunus Emre y hubo un poeta llamado Mahmut Baki (autor de un hermoso Diván muy lírico) que debió ser antepasado de la ministra ecuatoriana de Asuntos Exteriores (Ivonne Baki); pero los escritores turcos más afamados en el siglo XX y la actualidad son Nazim Hikmet (¨¿Es un oficio el exilio?”), Mahmut Makal (“Nuestra aldea”) y, sobre todo, Yasar Kemal (el más celebrado de todos por sus obras “Mémed el delgado”, “Tierra de hierro” y “La hierba que nunca muere”). Nuevas ganas de escribir. Estamos ante la fachada principal de la Facultad y nos sentamos en unas esclaeras, envueltos en medio de una juventud que pulula ruidosamente…
Resulta que hacia el año 1299 un sultán turco llamado Osmán Gazi (Utmán I), de la ciudad de Sogut, consiguió independizarse de los selyúcidas e inició el Imperio Otomano. Muchos sultanes fueron los que extendieron dicho Imperio entre los siglos XIV y XV: Orjan Gazi (que logró establecerse en la Gallípoli europea y situó la capital otomana en Brusa), Murat I (que realizó grandes conquistas y trasladó la capital a Andrianópolis), Bayaceto I (que desafió a los cruzados en 1396 pero fue vencido y hecho prisionero), Mehmet I (que logró integrar a toda la Anatolia en el Imperio Otomano), Murat II ((que siguó extendiéndose por tierras europeas), Mohamed I (quien al conquistar Constantinopla la convirtió en su capital y en una de las principales metr´polis del Islam), Selim I… y así hasta llegar a la época de 1520-1566 de Solimán el Magnífico (sultán con el cual los otomanos goazron de su máximo esplendor).
Pero no fue hasta más tarde, en 1639, cuando el Imperio Otomano comenzaba a sufrir sus primeras grandes pérdidas y derrotas (recordemos la Batalla de Lepanto en donde triunfaron los españoles aunque el insigne Cervantes quedó manco del brazo izquierdo) el año en que los otomanos lograron conquistar definitivamente el territorio de los kurdos incorporando al Imperio a todos los pequeños principados pero, no obstante, los feudos kurdos siguieron existiendo, viviendo con cierta autonomía y libertad, hasta el siglo XIX.
Aunque los sultanes otomanos obligaban a pagar impuestos a la población kurda y reclutaba a sus jóvenes para el servicio militar, no intervinieron en su cultura ni en sus tradiciones (de ahí que siempre huo bierta autonomía y relativa libertad entre los kurdos durante este largo período). Aún así, durante todo este tiempo algunos líderes tribales kurdos mantuvieron vivas sus aspiraciones tratando de obtener una total independencia política.
Algunos resentimientos existentes contra ciertas imposiciones otomanas produjeron levantamientos bélicos de los kurdos. Verdaderas rebeliones ante el yugo otomano se produjeron sucesivamente en 1806, 1831, 1842, 1855 y 1880. Sin embargo, todas elllas fueron derrotadas debido, principalmente, al ancestral sentimiento de tribalismo que ha dividido siempre a los kurdos y no les ha hecho crear una verdadera concienca nacional hasta la actualidad en que los nacionalistas kurdos intentan la unión de todos ellos haciendo grandes esfuerzos por basarla en las cuestiones étnicas y culturales y no en las religiosas. El tribalismo kurdo del siglo XIX impidió la independencia del Kurdistán y la creación de una nación kurda, algo que, sin embargo, si lograron alcanzar en esta época, Grecia (en 183) y Egipto (en 1856).
Se nos ha pasado la mañana y debemos regresar al hotel. Por el camino de vuelta nos detenemos a tomar unas cervezas que, casualmente, me saben iguales que las que tomaba en la Cervecería Alemana de Madrid, punto de reunión de todos los amigos de la Facultad de Periodismo, los viernes por la noche, antes de ir a hacer tertulia e intentar ligar con las chicas a los pubs de la calle Huertas, especialmente al Fídula (uno de nuestros preferidos) y a otro cuyo nombre no recuerdo ahora pero en donde teníamos la costumbre de dejar poemas debajo de los cristales de las mesas… con nuestros números telefónicos… por si había suerte….
Llamo a casa. Todos están bien, excepto la abuelita Lucy que se ha caido y se ha hecho ddaño en una pierna. Me tranquilizan diciendo que no ha sido muy grave y termino de beber la cerveza. Este local se llama Adana y tiene muchas fotografías de la llnanua de Cilicia en sus paredes. Es que resulta que su propietario es originario de aquella parte del sur antólico turco, en la costa del golfo mediterráneo de Iskenderun, la vieja Alejandreta de donde era nativo el apóstol cristiano Paulo de Tarso.