Istambul, 5 de octubre de 2005: El segundo gran origen
Para cenar he elegido un buen plato de judías. Dice el relato bíblico que Esaú vendió los derechos de primogenitura a su hermano Jacob por un plato de lentejas. Si yo tuviera que vender dichos derechos (de lo cual me libro porque soye el tercero de cinco hermanos) lo haría gustosamente por un plato de rica fabada asturiana acompañada, eso sí, de un buen vaso de sidra. El caso es que ceno judías acompañdas de un poco de queso, a pesar de que a mis compañeros les parece un plato fuerte para estas horas de la noche; una noche que ya cae sobre la ciudad y nos encela a todos con sus murmullos de acordeón…
Comparto habitación con Fausto. Hace un sofocante calor en este estrecho habitáculo y ponemos en funcionamiento un ventilador enorme que cuelga del techo y suena a hojalata. Fausto ha venido del barrio Beyeglu y tiene ganas de charlar y reír. Charlamos de algunas cosas intrascendentes y reímos por un buen rato con algunos chistes viejos a los que ponemos caras nuevas. Dicen que reir sirve para mejorar la salud física y mental y para distanciarse de cualquier problema. Es cierto. Bebemos un par de cervezas y después nos ponemos a escribir por separado. Una enorme mosca da círculos alrededor del ventilador y logramos, tras arduos esfuerzos, desalojarla a través de la ventana. Tras eso aprovecho para terminar el tercer fragmento del día.
La llegada a los montes Zagros y Tauros de los medos provenientes de Irán, integró a los habitantes del Kurdistán en este nuevo pueblo que irrumpió en la zona paralelamente a la aparición de los persas. Los grupos kurdos, con sus jinetes y carros, se ponían al servicio de los príncipes locales recibiendo a cambio lugares donde acampar, tierras y pastos.
La migración de medos y persas en la región, hizo aparecer nuevas formas de civilización. Los jinetes medos se infiltraron pacíficamente entre la población indígena kurda y la asimiló. Es el segundo gran origen histórico de los kurdos. Es una época de migraciones de pastores que buscan terrenos propicios para sus rebaños mediante movimientos lentos que duran varios siglos. Se originan entonces pequeños principados con ciudades amuralladas protegidas por fosos de agua y se elevan algunos palacios de los que aún quedan vestigios en la zona. Autóctonos o iranios, toda la región kurda se homogeneiza presentando un mismo tipo étnico indoeuropeo; llevando el mismo traje, misma barba y cabellos cortos generalmente rizados, túnicas con mangas cortas que descienden hasta las rodillas y que son ceñidas al talle por un cinturón, pieles de cordero sobre los hombros y a menudo el uso de altas botas atadas con cordones. Van armados con larga lanza y un escudo rectangular de mimbre. Esta uniformidad del tipo y del vestido expresa el claro dominio de los iranios y la fuerte influencia de su civilización entre las poblaciones kurdas. Por eso hay quienes dicen que el verdadero origen de los kurdos es la época de los medos.
Si los medos hubiesen mostrado una mayor cohesión en lo político, este hubiera podido ser el momento histórico idóneo para haber creado una patria kurdistaní. No en balde los medos (con los kurdos integrados) llegaron a crear un imperio en el siglo VII a. C. (cuya capital era Ecbatana, que hoy se llama Hamadán y pertenece a Irán) y su famoso rey Ciaxares destruyó Assur en el 614 a. C. y Nínive en e3l 612. Por primera vez en su historia (de ahí que los actuales kurdos la recuerden como su época dorada), bajo el gobierno de Ciaxares, los kurdos habían logrado una verdadera y poderosa unión de todas sus tribus. Pero si bien entre los caldeos y los medos existían relaciones amistosas (basadas en su común enemistad hacia una Asiria que acababa de dejar de existir) llegó pronto la decadencia de los medos que habían llegado incluso a dominar Babilonia.
Hago aquí un pequeño paréntesis para narrar la anécdota que relató el historiador griego Herodoto: en los tiempos de Ciaxares, los medos llevaban ya cinco largos años luchando contra los lidios cuando, el 25 de mayo del 585 a. C., en plena batalla, se produjo un eclipse de sol que aterrorizó tanto a ambos bandos que llegaron al acuerdo de dar por acabada la guerra y establecieron fronteras definitivas entre ambos reinos.
Decía antes que de la misma manera en que llegaron a alcanzar un rápido y verdadero poderío durante la época de Ciaxares (al que llamaban Uvajsatra) también fue rápida la caída del imperio meda. Ocurrió durante el reinado de Astiages, el sucesor de Ciaxares, y los responsables del derrumbamiento del poder meda fueron sus ancestrales enemigos los persas. El rey persa Ciro II, llamado El Grande para diferenciarlo de su antecesor Ciro El Joven, fue quien puso fin al poder de los medos en el año 550 a. C. Durante los dos siglos en que los kurdos estuvieron integrados entre los medos gozaron de gran esplendor aunque siempre estuvieron amenazados por cimerios y escitas que, en los alrededores del lago Urmia especialmente, interceptaban el tráfico de caballos, asaltaban caminos y saqueaban poblaciones.
Cuando los persas derrotaron a Astiages y destruyeron el imperio meda, dominaron todo el Asia Menor. El pueblo kurdo quedó integrado en el Imperio Persa. Y desde entonces han vivido siempre, hasta la actualidad, vçbajo dominaciones extranjeras o bajo regímenes de feudalismo. Hace ya 30 siglos que comenzaron las primeras reclamaciones kurdas por la obtención de una patria propia e independeinte; reclamaciones que se han sucedido a lo largo de la Historia y de manera poderosa en los últimos tiempos. Ya es una búsqueda continua en la que siguen empeñados generación tras generación. La reivindicación kurda (que para muchos pasa por reclamar una mayor y más amplia autonomía local) es la más antigua que existe.
Levanto la vista de mi diario. Fausto ha terminado de escribir un cuento a su pequeño hijo (Pelota de Trapo) y me pregunta por las judías y el queso. Le hablo de Asturias (la patria querida de Leopoldo Alas “Clarín” al que él conoce por la lectura de La Regenta) y le cuento sobre las verdes montañas de la Sierra de Covadonga (allí donde Don Pelayo inició la Reconquista) y del Cabrales que conocí un verano con mi amigo Luis Líter. Nos vuelven a interrumpir lejanos silbidos humanos que provienen de la calle. Mi amigo sabe silbar muy bien (aprendió en los partidos de fútbol que jugaba en el parque de La Carolina de Quito) y me anima a salir a la ventana. Allí silba hacia la calle. Reímos. Intento silbar yo también, recordando aquel viejo aprendizaje con el tío Cruz en la Serranía de Cuenca, pero me quedo a medias. Alguien contesta con un profundo silbido en la calle y nosotros cerramos la ventana rápidamente.
Ya en las camas le cuento del sonar del silbato de los antiguos afiladores que pasaban por las calles de Madrid ofreciendo sus servicios y del silbato del viejo sereno Cachafeiro, que era un gallego siempre solícito a abrirme el portal de la calle de Juan Duque cuando yo volvía de mis bohemias nocturnas y él aprovechaba para contarme sus últimas peripecias amorosas con una muchacha leonesa de Ponferrada… pero Fausto comienza a roncar y una suave mano cierra mis párpados y me envuelvo en sueños azules…
Azul celeste, azul turquesa,
en to corriente queda presa
el alma de mi inquietud.
Y tu…
celeste sorpresa…
eres, con tu aroma fresa.
bello canto de juventud.