Me encuentro con el gran Don Antonio Machado en un lugar precioso de Hellín (Albacete). Son los yacimientos prehistóricos de Minateda; porque deseamos hablar, con una buena bota de vino de Jumilla (Murcia) por medio como parte moderadora del diálogo… y entre trago y trago vamos desgranando las ideas.
“Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar” dice Don Antonio. “Es cierto, maestro, al despertar podemos comprobar que el sueño vivido es tan real como la vida misma” le contesto yo. Y así, comenzando con este preámbulo transitivo en el cual el tiempo sólo es un sueño real vivido y por vivir contínúa él
diciéndome: “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros somos”.
Como Don Antonio se ha introducido en el área de la filosofía de lo existente me animo después de darle un trago a la bota: “Somos todo aquello que está tan lejos de la muerte como el espacio que existe entre la eternidad y lo infinito, porque ha de saber usted, Don Antonio, que lo infinito tiene un final que se llama ignorancia; pero quienes no ignoramos sabemos que somos y en ese saber que somos radica la eternidad que supera a lo infinito. La muerte no es, sólo existe, pero es que la eternidad es precisamente una existencia verdadera mientras la muerte sólo es una existencia efímera que significa no ser. Somos porque estamos. En ese sentido usted y yo podemos dialogar entre un ser y un estar que se han unido en la trascendencia de la inmortalidad. ¿Acaso no es inmortal el ser?”.
Don Antonio se queda un poco perplejo que un muchacho mucho más joven que él pueda hablar de igual a igual sin tener por qué hacer presentaciones vacuas. Y se le anima el ánimo soriano con otro pequeño trago del Jumilla: “Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: el despertar”. “Perdone usted que le corrija un pequeño detalle, Don Antonio. Se me ocurre en estos momentos pensar en ¿qué sirve el despertar para quienes sólo desean morir?. El despertar sólo es lo que más importa no siempre, Don Antonio, no siempre, sino cuando sabemos que sirve para podernos sentir. ¿Para qué sirve el despertar si no nos sentimos?. Para absolutamente nada, Don Antonio, luego, con su permiso le hago esta pequeña correción a su pensamiento”. Y Don Antonio asiente con la cabeza e insiste en seguir dialogando conmigo; de lo cual yo no soy culpable sino sólo un intercomunicador social llevando al límite de las proposiciones el pensamiento cotidiano.
Es entonces cuando Don Antonio, ya un poco exaltado, se dirige hacia las ruinas arqueológicas y eleva su voz: “Poned atención: un corazón solitario no es un corazón”. Yo le hago que se de la media vuelta. “No hable usted con las ruinas, Don Antonio y diríjase a los seres vivos. Un corazón solitario deja de ser un verdadero corazón y se convierte en sólo una soledad que palpita. Hay que distinguir ambas cosas y estas cosas no las pueden comprender los que sólo son restos arqueológicos nada más. Así que no siga hablándole a las ruinas y veamos que es lo que nos queda por delante: o un corazón acompañado o una soledad que palpita hasta que se muere lentamente”.
Don Antonio Machado recapacita en lo que le he hecho notar y habla de la verdad que él cree. “La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés”. “No, mi buen colega Machado, si se piensa al revés la verdad sólo es una mentira. Pura lógica, Don Antonio. Verá. Le voy a decir yo a usted mi verdad sobre la verdad. Si es cierto que la verdad siempre se inventa cuando habla el corazón, también es la mentira una falta de imaginación… y le recuerdo que eso son frases suyas… así que si damos vuelta a la verdad y la pensamos al revés de lo que es sólo obtenemos una falta de imaginación, luego es errónea su expresión ya que, sin quererlo se está usted equivocando. La verdad está siemrpe presente pero el caso es que es necesario imaginársela en este mundo actual; lo que sucede en que en sus tiempos sólo bastaba mirar a un río para saber que era una corriente de vida continua. Ahora no, mi querido amigo, ahora hay que imaginarse muchas cosas para entender lo que es el río de la vida; y es por eso por lo que viendo lo que es… es necesario ser un poco benevolente, al menos lo suficientemente benevolente para poder entender a quienes mienten”.
El señor Antonio Machado asiente en hablar de la Benevolencia con B de Bondad mayúscula aunque no llegue a entenderlo del todo: “Benevolencia no quiere decir tolerancia de lo ruin, o conformidad con lo inepto, sino voluntad de bien”. “Ahora sí, Don Antonio, ahora estoy totalmente de acuerdo con usted. Pero hay un principio cristiano que dice que a veces es mejor no entender lo que dicen porque no saben lo que dicen; a veces es mejor no atender lo que hacen porque no saben lo que hacen, y a veces es mejor no comprender lo que piensan porque no saben lo que piensan. Esa es la Benevolencia con B de Bondad que más he aprendido de la vida de Jesucrito… porque lo ruin acaba por terminar como estas ruinas que estamos contemplando y lo inepto es, nada más, la pérdida de tiempo en acciones vanas y sinsentido. Es necesario no tener Benevolencia sólo con quienes insisten una y ora vez en lo ruin y en lo inepto. En ese caso es mejor dar la espalda a sus circunstancias y seguir caminando. Usted dijo que sólo se hace camino al andar… y si andamos es porque no nos detenemos a perder el tiempo con lo ruin ni con lo inepto”. Don Antonio Machado sonríe mientras nos damos un par de tragos de la bota de vino jumillano.
Entonces, ya un poco calientes por el vino, es cuando se le ocurre una frase que me parece bastante genial: “Los que están siempre de vuelta de todo son los que nunca han ido a ninguna parte”. “Sí que es verdad, que hay muchos que dicen que han vivido porque a pear de haber visitado muchos lugares no han podido comprender lo que han visitado, luego no están de vuelta de nada sino que deben recapacitar y guardar silencio para poder aprender. Quienes estamos de vuelta de todo sabemos que no es cierto que lo sepamos todo y que es imposible saberlo todo. Efectivamene, quienes dicen que están de vuelta de todo son los que no han estado en ninguna parte. Estoy hablándole de la espiritualidad, Don Antonio, de esa espiritualidad de la que tanto reniegan ellos, los que dicen estar de vuelta de todo y ni tan siquiera han dado un paso adelante en el camino de la Sabiduría. Viajar no consiste sólo en caminar sino saber para qué se camina. Entonces sí… entonces es cuando sabiendo poo qué y para qué hemos caminado podemos decir a los ignorantes que estamos de vuelta de todo. ¿Ve cómo existen verdades absolutas y verdades que sólo son relativas?”. Ahora Don Antonio vuelve a mostrarse sorprendido y, aprovechando este dicho que dicen los que no saben apenas de nada, cambia de tema. Entramos en un asunto muy interesante.
“Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre de labios de una mujer”. “Acaba usted, Don Antonio, de tocar el tema traascendental de la existencia de la pareja hombre-mujer; porque aquellos que estuvieron en labios de muchas mujeres no son verdaderamente hobmres completos… mientras aquellos que estuvieron en labios de una sola mujer aprendieron y experimentaron lo que es ser verdadero hombre. La pluralidad de las mujeres sirve para aprender pero para amar sólo sirve la singularidad de una mujer”. Ante esto ya Don Antonio, con un último trago, sentencia su participación en el diálogo-entrevista volviendo a mirar al yacimiento de las ruinas arqueológicas de Hellín: “Todo lo que se ignora, se desprecia”. “Espere Don Antonio, antes de irse escúcheme lo siguiente: “Cuando miramos a una ruinas arqueologicas nos damos cuenta de que la ignorancia es necesario despreciarla… pero no se confunda… que esas ruinas que estamos viendo no son ignorancia sino experiencia humana, y toda experiencia enseña a saber valorar la vida. Todo lo que se ignora no se debe despreciar sino que se debe intentar aprender”.
Y con un útimo trago de vino, él se marcha camino de su Soria querida y yo camino hacia mi amado Madrid.