Hay una dama que se dirige siempre por los caminos de lo imprevisible, de aquello que apenas pensamos. Se llama Doña Sorpresa. Lleva tiempo disfrutando con su juego. Tanto tiempo como los hombres y las mujeres pueblan este territorio llamado Planeta Azul. Doña Sorpresa también es Azul a veces. A veces Rosa. A veces Rojo. A veces Verde. O a veces Gris o de cualquier otro color. Pero es terráquea por lo que tiene de aérea, pasajera acuífera, gaseosa inevitable, barro de algún incógnito territorio.
Yo admiro su capacidad para ser precisa a la máxima velocidad que pueden alcanzar sus alas. Porque Doña Sorpresa vuela… vuela por el éter de las cosas y de los sucesos y de la vida. Admiro también su capacidad para sortear vicisitudes y presentarse siempre de manera inesperada y mirando al horizonte, para darle al horizonte la forma de una meta inextinguible, de un sueño alcanzable por lo que tiene de sorpresivo.
Esta semana tuve oportunidad de conocerla personalmente en varias ocasiones. Pero siempre en figura distinta. Como ocurre a lo largo de la vida de todos los humanos. A veces fría y distante. A veces caliente y muy cercana. Pero siempre presente cuando menos lo esperamos. Creo que vive como piensa: sorpresiva. Dentro de la vida sorprende por su perenne presencia y nunca llama para entrar en nuestras existencias,
Parece tímida, retraída, sin apenas firmeza para presentarse… pero nada más lejos de la realidad. Una vez que se la conoce (y se la conoce desde la más tierna infancia) es en realidad frontal y está conectada a todos los detalles que nos parecen trascendentes. Sigue siempre presentándose de improviso (como esta última semana), pero siempre mirando al horizonte no como una fuga sino como un deseo para coronar la meta inextinguible, el sueño alcanzable por lo que tiene de sorpresivo y el cambio de ritmo que nos da a la vida cotidiana. Sigue siempre sorprendente y sorpresiva. Que nadie se llame a engaño. Tiene mil veces más ambición de lo que aparenta.
Me has hecho ver…la sorpresa
un abrazo