Renunciar a la trivialidad de lo directo puede darnos claves para encontrar las soluciones correctas.
La doble negación es común en el lenguaje cotidiano: “no sé nada”, “no es imposible”,… Conviene advertir que esta peculiar sintaxis paradójicamente indica insistencia en la negación o, por el contrario, afirmación. “No sé nada” equivale a “nada sé”, mientras que “no es imposible” significa que “es posible”.
En algunas lenguas abundan las estructuras redundantes manteniendo el sentido de negación (castellano, “no viene nadie”; francés, “je ne vois pas”,…), que resultarían sumamente extrañas en otras, como el alemán, donde sólo se niega una sola vez. En todo caso, la concisión marca una tendencia creciente a evitar las duplicidades sintácticas, de modo que comienza a sonar mejor “nadie viene” que “no viene nadie”. Según la Gramática de aquellos idiomas, la doble negación frecuentemente sólo es una enfática formulación que deniega, usándose para contradecir o refutar las presuposiciones afirmativas del discurso previo (alguien lee, no lee nadie).
Descartada la negación reincidente propia de algunas lingüísticas, la Lógica establece que de un enunciado doblemente negado (P) podemos inferir su afirmación (P). Esta ley es evidente: “No es inusual”, equivale a “es usual”. Lingüísticamente se prefieren las propuestas positivas frente a los predicados doblemente negativos, por el criterio de simplificar. Por ello, resulta muy recomendable evitar el abuso de negaciones encadenadas, tipo “no negaré que ignoro lo que nunca desconocí…”.
Habremos de distinguir entre la expresión y el razonamiento. Si bien es cierto que en la comunicación el exceso confunde, para interpretar una causa compleja la doble negación puede ser fructífera. El pensamiento doblemente negativo frecuentemente nos muestra el mejor camino hacia el conocimiento de los fenómenos enrevesados. Concluyamos con un ejemplo para interpretar la ininteligible realidad presente, con un párrafo cuyo argumento inicial son simples consejos domésticos.
No es más limpio quien más limpia, sino quien menos ensucia. No es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita. No triunfa quien más acierta, sino quien menos yerra. La familia más feliz es aquélla que protege a sus más infortunados. El barrio más culto es donde se (re)educa a los más rezagados. No es la ciudad más segura la que mantiene más policías, sino que contiene menos malhechores. La sociedad más sana es la que previene de la enfermedad a sus ciudadanos. La nación más rica es la que mejor asiste a sus necesitados. El continente más libre es el que dispone de menos cárceles. El mundo más justo, más pacífico, más democrático, más solidario, más fraternal sería…
Mikel Agirregabiria Agirre. Getxo
http://www.getxoweb.com/mikel
Versión final en: http://www.geocities.com/agirregabiria2005/doble.htm