– Buenas tardes. Bienvenida a Phoenix, “Escarlata”. Veo que estás mucho más guapa que nunca.
– Vamos al asunto y déjate de piropos ahora, sheriff Ben Saltz.
– Está bien. Aquí te presento a mis tres guapos sobrinos: Jimmy Saltz, Boby Saltz y Max Saltz. Tres guapos y magníficos caballeros como puedes observar por tí misma.
La hermosa hispano mejicana “Escarlata” Jara se fija, entonces, en aquellos tres bien trajeados caballeros que se levantan, rápidamente, de sus cómodos sillones y se quitan los sombreros para saludarla cortésmente.
– Debrían ustedes haberse levantado cuando yo entré, si es que son tan modélicos caballeros como dicen ser. Pero, de momento, sólo me interesa el negocio. ¿Qué tengo que hacer?
– Estoy seguro de que, si todo sale bien, podríamos hacer una gran pareja matrimonial tú y yo o, en su caso, casándote con cualquiera de mis tres guapos sobrinos aquí presentes.
– Deja ya de dar vueltas a ese tema que, ahora, no me interesa para nada. No estoy pensando en casarme con nadie. Ya veo que ustedes cuatro, sheriff Ben Saltz, están bien lustrosos; pero también los cerdos de mi padre Armando Jara lo están y no son, precisamente, ejemplares para casarse con ninguno de ellos. Solamente quiero saber qué es lo que tengo que hacer yo en Phoenix.
– Conquistar a Joe Atienza Arteche y Argoitia, más conocido por todos como “Triple A”
– ¿Algún competidor mío?
– Sí. Es de origen hispano mexicano. de ascendencia vasca, de los que llegaron por aquí en la primera oleada de inmigrantes para vivir en estas tierras.
– ¿Solamente eso?
– De momento solamente eso, “Escarlata”.
– Llámeme, por favor, señorita Jara.
– ¡Pero si todos los hombres del Oeste te conocen como “Escarlata”!
– Mis dos pistolas son de ese color; pero en cuanto a los negocios prefiero ser, solamente, la señorita Jara si es que no hay que usarlas. Para conquistar a los hombres no necesito las pistolas.
– Está bien, señorita Jara. Esta noche celebro una gran velada con todas las altas autoridades de Arizona. Por supuesto que está usted invitada. Sabemos muy bien que es usted la única hija del potentado y acaudalado Don Armando Jara de Durango. Nadie mejor que usted para representar a la alta clase social. Nadie ha comprendido jamás por qué se dedica al oficio de pistolera.
– Eso no interesa saberlo, sheriff Ben Saltz.
– Está bien. Es verdad que los hombres no debemos meternos en asuntos que no nos interesan; porque eso es sólo propio de las comadrejas.
– Pues debe usted saber bien que hay muchas comadrejas por estas tierras.
– Señorita… ¿nos está lanzando alguna indirecta?
– Lo que usted desee, sheriff Ben Saltz. Mis dos pistolas escarlatas son las que, muchas veces, al final resuelven estos asuntos.
A Ben Saltz le tiembla el pulso de sus manos cuando comienza a encender el puro habano.
– Esto… ¿puedo encender un cigarro?… ¿no le molesta el humo?
– A mí no me molesta nada que no tenga importancia para mí. ¿A qué hora es la fiesta?
– A las diez de la noche exactamente.
– ¿Hay que ir vestida de gala o puedo acudir tal como estoy vestida ahora?
La figura esbelta y escultural de “Escarlata” Jara resulta resplandeciente con su completo traje de cowboy, en donde aquellas dos pistolas, de color escarlata, resultan como dos adornos mortales pero preciosos; el pañuelo de color rojo, anudado en su cuello, la hacen aún más sexy a la luz del resplandor de los rayos de sol reflejándose en su bello rostro juvenil.
– Es importante que acuda usted con vestido femenino.
– De acuerdo. No me importa. Apareceré con vestido femenino.
Los tres guapos sobrinos del sheriff Ben Saltz se levantan de nuevo cuando éste ya está despidiendo a la bellísima “Escarlata” Jara sin que ella le de la mano que él le ha tendido, sino solamente haciendo un gesto manual.
– No. Lo siento. No mezclo asuntos profesionales con placeres mundanos. Así que hasta luego.
“Escarlata” Jara sale del Despacho del sheriff de Phoenix sin despedirse de los tres guapos sobrinos.
– ¡Me gustan con locura las mujeres así, con carácter, con esa decisión, con esa personalidad!
– Tío Ben… ¿por qué no abreviamos el asunto siendo tú el sheriff?
– No seas necio, Jimmy; precisamente por ser el sheriff de Phoenix es por lo que tenemos que hacerlo todo con más cuidado. Por encima de mí se encuentra el juez Don Alfonso Vargas.
– ¿Y quién se casará con ella?
– Si es necesario casarse alguno con ella seré yo el que lo haga.
– Ja, ja y ja… ¡no me hagas reír, tío!… ¿La has visto bien? ¿Te has mirado tú al espejo? ¿Cómo crees que una belleza de ese calibre vaya a querer casarse con un tipo tan simiesco como tú?
– A las mujeres guapas le gustan más los hombres monos.
– Pero no los hombres orangutanes.
– ¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡Muy bueno lo tuyo, Jimmy!
– No es necesario que me elogies, Ben. La verdad es la verdad.
– Estoy totalmente de acuerdo.
– Gracias, Max… ¿y tú qué dices, Boby?
– Lo mismo que Max.