El “affaire” Somoza.

Todavía seguía considerando a Gimi como mi ídolo de la infancia… pero ya habían sucedido algunas cuestiones que iban alejándome de él. Uno de esos asuntos, no tan grave como matar inocentes gorriones pero que también contribuyó a mi total independencia de él y al desarrollo de mi propia autonomía es el que llamo “affaire” Somoza. ¿Fue justo o fue injusto lo que hicieron Jaime y Gimi con Somoza?. De acuerdo que Somoza era más bajito y no tan atractivo como Gimi pero… ¿por qué tenía que ser siempre el portero suplente de aquel equipo llamado Los Pinos en el cual, gracias a Dios, no llegué a debutar por sólo unos minutos?. Fueron, en realidad, minutos salvadores para mí.

Lo cierto es que Somoza, humilde y silencioso, cuando tenía opotunidades, tan escasas que me sobran tres dedos de una mano para contarlas, demostraba arrojo, valentía, ese valor que le echaba en las jugadas más comprometidas de su área y que Gimi era incapaz de llevarlas a cabo de tan preocupado estaba por salir sin rasguño alguno porque su afán era conquistar a las chavalas. El asunto seguía siendo “la princesa del castillo”.

Vuelvo con Somoza. Yo miraba su silencio. ¿Quién era más culpable de su silencio?. ¿Jaime o Gimi?. El caso es que Jaime había llegado a ser jugador del Valladolid, o al menos eso me comentó Gimi, después de haber pasado por la dura criba de jugar en equipos de barrio como El Campana. Bien. Jaime era ahora el entrenador. Yo analicé su parte de culpabilidad pensando que si era entrenador ya bregado en campos como futbolista… ¿por qué le faltaba carácter para no dejarse anular la personalidad por Gimi?. Y por su parte… ¿por qué Gimi era tan ególatra que exigía jugar él sabiendo que Somoza era mucho mejor guardameta?.

Yo pensaba junto al poste izquierdo del arco mientras charlaba con Gimi. Llegó un balón disparado de lejos. Tuve que levantar el pie para que el esférico se estrellara en el poste y saliese afuera. ¿Había salvado yo el gol?. No. Lo que descubrí es que Gimi no tenía el arrojo de lanzarse al suelo. El árbitro tuvo la gentileza de pedirme que me separase de la portería y allí, detrás de la figura de Gimi, pude descubrir que cada vez me alejaba más de él, que cada vez más personalidad propia recuperaba y que cada vez estaba más cerca de conseguir el amor de “la princesa del castillo”. Era yo. Sólo yo con mi conciencia cuando descubría estos múltiples momentos en que Gimi se hacía soberbio, prepotente, tirano y hasta dictador. Así que este “affaire” Somoza fue un punto más para volar liberado de toda atadura.

Somoza se merecía, al menos, el respeto de haber jugado en igualdad de condiciones, algo que yo siempre tenía por costumbre pensar acerca de mis compañeros de equipo. No jugué en Los Pinos, a pesar de que Paco lo pedía a gritos señalando que los tres pequeños eramos mucho mejores que los titulares, por unos breves minutos. Fueron los breves minutos que me separaron casi definitivamente de la inocua influencia de Gimi. Me daba cuenta de que el abismo era cada vez más grande entre él y yo y por eso le dije a mi madre aquello de “No, yo no quiero ser como él” aunque mi madre insistía continuamente en que fuese el sucesor de Gimi. No. Ciertas coronas no valían para cubrir mi cabeza. Lo mejor era ser libre, volar libre, tomar el camino de la libertad. Y el “affaire” Somoza fue uno de los puntos importantes para demostrarme a mí mismo que mi voluntad era ser bien distinto a Gimi o incluso todo lo contrario a él. Algunas chavalas (o muchas chavalas) me lo agradecieron cuando se dieron cuenta de que no éramos la misma persona ni teníamos la misma personalidad.

7 comentarios sobre “El “affaire” Somoza.”

  1. Hola Diesel. Interesante historia la de estos compañeros de hace años….
    Siempre me pregunto como podías jugar al fútbol a la vez que analizabas tan meticulosamente la conductas y el por qué de lo que sucedía….
    Es muy curioso, si.
    Un abrazo

  2. Hola Marian. Mucho gusto volver a “hablar” contigo a través del Vorem.com. En realidad el fútbol es un buen ingrediente para poder comprender las justicias y las injusticias del mundo. A mí la práctica del fútbol y otros deportes me sirve mucho no solamente para evadirme de los problemas (entre ellos digamos los amorosos por ejempo) sino para poder medir lo que es justo y lo que es injusto. Somoza era mejor portero que Gimi pero Jaime estaba como hipnotizado por Gimi o le creía mucho más guapo que Somoza. Ambas cosas juntas, o por separado, me hicieron pensar. Y al pensar pude descubrir que lo mejor era alejarse cuanto antes de aquel equipo de Los Pinos. Había otras mejores opciones para practicar el fútbol con justicia y dejando de lado quiénes éramos los más guapos o quiénes eran los menos guapos. Por eso pasé del Esparta de San Isidro y de Los Gabelistas de Extremadura al Deportivo Olímpico pasando por el Estrella Olímpica. Quizás te parezca una larga travesía y, en efecto, fue una larga travesía de aprendizaje. Aprendí a ser futbolista pero primero aprendí a ser persona, ser humano que jugaba practicando la justicia. En mis equipos (¡menos mal que no fiché por Los Pinos!) yo ejercitaba la justicia. Nunca dejamos a nadie como suplente sino que impartíamos la justicia sin ninguna clase de hipnosis ni separando a los más guapos de los menos guapos. Todavía recuerdo aquellos años porque fueron tal como ayer mismo y ahora, con la suficiente serenidad para pensar sobre la vida y las acciones humanas, puedo decirte que me alegro no haber jugado ni un solo partido con Los Pinos. Por eso analizo las situaciones desde el plano más objetivo posible. Por ejemplo, entre los aprendizajes que saco del fútbol y otros deportes, es que debes jugar sin prejuicios ni preferencias. Siguiendo con el fútbol, cuando yo tenía el balón en los pies daba los pases a quienes veía en mejor posibilidad de recibirlo sin peligro alguno y entonces no miraba si era un hermano mío o no era un hermano mío y tampoco si era un jugador guapo o un jugador no guapo. Así aprendí a impartir justicia distributiva solamente por los méritos contraídos por una persona. En otro momento seguiré explicando…

  3. Ha llegado ese momento ahora, amiga Marian. Ha llegado el momento de la verdad. Jaime adoraba a Gimi. Eso hacía que a pesar de las goleadas que Gimi encajaba porque era pésimo guardameta, siempre fuese el titular mientras Somoza esperaba… esperaba… y esperaba… y como yo no quería ser de los que esperaban… esperaban… y esperaban… fiché por el Estrella Olímpica de Madrid (no lo confundas con el Estrella Roja de Belgrado que es otro equipo distinto y no es de Madrid sino de Belgrado) y después por el Deportivo Olímpico de Madrid (no lo confundas con el Deportivo A Coruña que es otro equipo ditinto y no es de Madrid sino de A Coruña). En cuanto a los Gabelistas de Extremadura no era un equipo ni de la provincia de Badajoz ni de la provincia de Cáceres, sino de Madrid capital de España. Bueno. A lo que ìbamos. El “affaire” Somoza me enseñó a ser un futbolista ejemplar y ejem… ejem… ejem… pues puedo seguir contándote más cosas sobre este “affaire” pero dejemoslo ya solamente en ejem…

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