Nuestro cuerpo es un espacio propio y con él somos una parte del espacio que nos rodea. Decía el filósofo Bollnow en uno de sus escritos que “siempre estamos en un “aquí” en relación con un “ahí” y un “allá” dentro del espacio”. Y yo pienso que la ocupación corporal de ese espacio nuestro, de ese “aquí estoy”, trae consigo unos aspectos que vale la pena analizarlos.
En primer lugar, todo ente humano debe tener conciencia de su “aquí” si está sano de salud mental; debe saber, en ese caso, cómo ocupa ese espacio y para qué está en él. En segundo lugar, la esencia de mi “yo” sólo es justificable en el espacio que conozco y a través de mi cuerpo (que es el que está introducido en este mundo). Nuestro “yo” no tiene sentido si no es por el cuerpo que es el que ocupa un lugar en el espacio.
Sólo llego a este mundo, estoy en él y actúo dentro de él, por mi cuerpo que es una extensión en el espacio; una extensión que posee un volumen espacial propio y limitado respecto al exterior y gracias a que posee una superficie.
En otras palabras, mi cuerpo es un espacio interior (mío) que se diferencia claramente de lo exterior a mí. No es que yo diga que mi cuerpo es un sujeto puro (y no lo es) porque siempre recibe (para que sea mi cuerpo) la influencia del espacio exterior.
Con nuestro cuerpo ocupamos un espacio y si no prestamos atención a ese espacio es que no estamos presentes con ese nuestro cuerpo (que es lo que ocurre cuando estamos profundamente dormidos). Evidentemente nuestro cuerpo es una presencia en este mundo y por ello está cargado de significados y mensajes comunicacionales.
En definitiva, yo soy mi cuerpo pero no sólo por ser mi “yo” material sino porque él contiene también mi “yo” interno e inmaterial. Y puesto que el “yo” no puede distanciarse de mi cuerpo (si se separa ya no estoy vivo) tengo que ser consciente del espacio que ocupa mi cuerpo; al cual debo valorarlo, asumirlo, responsabilizarme de su cuidado y realizarme como persona a través de él.
No quiero decir con esto que mi cuerpo sea una “capilla de santidad” (que no lo es visto desde el punto de vista externo a mí) sino una “capilla de humanidad” (que sí lo es visto desde el punto de vista interno a mí). Mi cuerpo funciona porque mi “yo” se cuida de hacerlo funcionar. Y cuando me refiero, ahora, al “yo”, interpreto la suma del “yo” externo (extrínseco y corporal) y el “yo” interno (intrínseco y espiritual). Es en esa conjunción de los dos “yo” de mi cuerpo donde encuentro el lugar exacto para él y para mi alma.
Me sigue asombrando tu capacidad analítica, Diesel. Nuestro cuerpo ocupa la esencia de un espacio interno y un espacio externo que tú nos has desarrollado con gran maestría. Como siempre.