.Esta noche ella ha vuelto a soñar con el Diablo, que venía para destruirla. En realidad lo conoció hace tiempo, en persona y él llevaba una máscara. Su máscara eran los algodones dulces, las sonrisas dulces, la dulce felicidad… Era como los días de sol, era el deseo de cualquier inocente. Y esa niña lo era. Era torpe e inocente como las gotas, era viva y sin hojas. Sencilla, tierna y mariposa. Sin alas, sin campos …Pájaro gris sin árbol … Así probó el dulce. Probó el dulce, el abrazo y la mano y antes de poder dar gracias cayó al suelo envenenada.
El Diablo no pudo contenerse, así que rió, rió y rió. Rió durante varios días y entonces calló. Miró el cuerpo sin vida pero ya no le hacía gracia. La niña no estaba sufriendo porque él ya no la podía herir. Decidió devolverle la vida para ir arrancándosela día a día.
Así él la despertó “Me gustaría verte sufrir de verdad” Le dijo el Diablo. Y plantó en su mente una semilla venenosa. Ella lloró. Lloró y calló. Su cuerpo quedó dolorido
y su alma enterrada. Lloró durante varios años. Y aunque más tarde dejó de llorar
para sobrevivir los días que le quedaban, la semilla permaneció en su cabeza para que sus noches destruyeran su vida poco a poco.
Así lo quiso el Diablo.
Así, para reir.
Y así se hizo.