La noche le daba lugar al día. En las desiertas calles resonaban los pasos de Manuel, que retornaba a su casa, después de pasar la velada con su amante. Como todos esos días, le había dicho a su esposa que llegaría tarde, por razones de trabajo.
No estaba muy felíz de haberle mentido, pero el gusto por lo prohibido era un acelerante de adrenalina, que disfrutaba en cada momento. María, con la cual llevaba casado más de 9 años, era una mujer normal, apacible y creyente de todo lo que su esposo le decía. No tenían hijos, sólo por una cuestión de esperar a que el matrimonio se fortaleciera. Disfrutar juntos, esos primeros años, y después sí pensar en tener niños.
Siempre lo esperaba despierta, cuando llegaba a su casa, después de su labor diaria. Con la cena pronta, el pijama doblado sobre la cama, y un tumulto de mimos guardados solo para él. Era la esposa amable y cariñosa que cualquier hombre desearía tener.
El, había conocido a Estela, su amante del momento, en una reunión con unos clientes de la empresa en la cual trabaja. En una charla casual, fueron descubriendo una atracción mutua, que terminó con los dos en una misma cama.
Incapaz de dar fin a esa relación,Manuel se había dejado llevar,por los besos y caricias de una mujer ardiente y penetrante, muy distinta a su María.
Abrió la puerta de calle, y entró en su casa cuidando de no hacer ruido.
Fue a la cocina, a tomar un vaso con agua, y luego al baño, para después dirijirse al dormitorio.
La cama estaba tendida,perfecta. Sin señales de que alguien hubiese dormido allí.
María, tampoco estaba.
Sólo vio sobre la mesa de luz, un papel doblado con su nombre escrito.Al abrirlo leyó estas líneas:
“… amor, al ver que otro día llegabas tarde, acepté la invitación de Andrea, mi amiga de la infancia a pasar la noche en su casa.La cena está en el refrigerador.
Te quiere,María”
Con la nota aún entre sus manos, Manuel se deja caer sobre la cama, recordando que Andrea, la única amiga de la infancia de su esposa, se había ido a vivir a Europa, hacía ya casi dos años.-