El bosque olía a verde, a fresco, a brisa. El sol jugaba al escondite con las hojas de los árboles, colándose entre los más minúsculos rincones y ansioso por llegar al suelo. Los robles cantaban su susurrante canción acompañados de los riachuelos que borboteaban sobre la roca. Las risas de los niños inundaban el ambiente, y sus rápidas y tenues pisadas hacían crujir las ojas bajo sus pies.
-Uno, dos, tres… -apoyada en el tronco del pino grueso, una niña contaba en voz alta, sin poder evitar una risa entre cada número, pues las voces desesperadas de sus compañeros que no sabían dónde esconderse le hacían mucha gracia.
-Cuatro, cinco, seis… -Las voces y los pasos se fueron extinguiendo poco a poco, alejándose como si fuesen parte de un tenue recuerdo. ¿Qué venía después del seis? ¡Ah, el siete!
-Siete, ocho, nueve… -Silencio. El corazón de la pequeña latía a cien. Estaba muy nerviosa. Tenía que encontrar a todos sus amigos antes de que volvieran al árbol…
-¡Diez! Ahí voy, estéis listos o no –gritó con toda la fuerza de sus pulmones. Se volvió, ansiosa, rápida como una sombra…. Pero no vio a nadie. Comenzó a alejarse corriendo, sin parar de darse la vuelta para que no la sorprendiesen despistada. No vio a nadie detrás de los primeros árboles, ni escondidos entre los helechos. Las altas rocas no ofrecían refugio a ninguno de sus compañeros…
Los minutos fueron pasando…. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez. Silencio. Sólos los espíritus del bosque parecían reírse de la niña, que empezó a asustarse.
-¿Dónde estáis? –llamó, a gritos. Nadie respondió. Ella caminó durante media hora más, pero ninguno de sus amigos apareció junto al pino grueso. Totalmente aterrada, la niña se sentó en el suelo, abrazada a sus rodillas, y enterró la cabeza en ellas. Allí permaneció, llorosa, temblorosa y sola, muy sola…
-¿Hay alguien ahí? –los susurros del bosque nunca habían sido tan atemorizantes. ¿Dónde habían ido todos? ¿Dónde estaban sus amigos? ¿Por qué la habían dejado sola?
-Estoy sola, estoy sola, estoy sola…..
No fue más que una inocente broma. No fue más que la burla de unos niños que querían jugar, y que eligieron al azar a su víctima. Pero después de tantos años, cuando vuelvo a este bosque y me siento bajo el pino grueso, así, con las rodillas encogidas, pienso que fue cosa del destino…. Una broma macabra para mostrarme cómo sería mi vida muchos años después. Irónicamente, también mis amigos desaparecen. Irónicamente, sigo sola.
Emotivo y bello, un relato lleno de mensaje, evocador y que hace pensar.
Tiene la belleza evocadora de los paisajes viividos en la niñez, y el dolor que se siente en la madurez, cuando uno piensa que se encontraba allí y no fué capaz de hacer nada.
Un saludo Shadow.
Y después de jugar, la niña dejó de creer en las personas como solía hacerlo y se dió cuenta al crecer que el mundo es diferente al de un niño. Pues en este mundo, como ya henos mencionado antes, nacemos solos y morimos solos.
Muy buen cuento, me recuerda mi niñez claramente y los detalles del juego en si junto con las emociones. Saludos.
Fantástico. Muy bueno. Sobran más palabras… pero qué grandes verdades dices…
Precioso texto, que me hace evocar situaciones parecidas de mi infancia.
Ahora estarás sola pero no perdida en el bosque. Ahora tú misma encontrarás la salida.
Un beso.
Leí tu texto impreso, no me gusta leer cosas en el ordenador que sean algo largas y… oye! valió la pena la tinta, me gustó tu ritmo y la inteligencia con la que rodeas la anécdota. En fin, muy bonito. Un saludo