El ruido comenzó a oírse muy levemente, tan levemente como un carraspeo imperceptible entonces para los oídos de Rudy Sal Azar que, además, se encontraba en un profundo estado de agitación nerviosa después de una agotadora jornada en la que había liquidado los bienes de un buen número de convecinos deudores y en su pesado sueño había visto a su propio esqueleto después de haber sido devorado canibalísticamente todo su cuerpo por aquella turba de vecinos que se consideraban víctimas de su usura. Y es que Rudy Sal Azar era la imagen viva del mismísimo usurero “shakesperiano” Shylock de El mercader de Venecia. Su “shylocking” era famosamente temido en toda la barriada del West Bromwich londinense.
Quizás sólo fuese una imaginación nerviosa de Rudy… pero no… sus oídos no lo captaban porque estaban todavía agitados por el pesado sueño del esqueleto, pero los ruidos eran reales. Rudy se removió agitadamente en la cama y abrió despavorido los ojos.
– !Agua!. !Necesito agua!
Rudy se incorporó temblando y sudoroso sobre la cama y sintió frío. Aún recordaba el sueño de su propio esqueleto una vez devorado su cuerpo por la turba de los vecinos caníbales. Puso la mano en el conmutador y !clic!… !no funcionaba la luz!… !alguien o algo había destruido la luz de su mansión!. Se sintió terriblemente encolerizado
– !Diablos!. !Ya se fundió el bombillo!.
Puso las plantas de sus pies sobre las baldosas del suelo y éste estaba totalmente frío. Sintió que se congelaba por un instante. La lluvia repiqueteba sobre los cristales de la ventana de la habitación y hacía casi imperceptible el ruido que venía de más allá de la puerta.
– !Por Satanás!. !Qué frío está el suelo!.
Y es que la humedad entraba por todas partes de la rica pero viejísima mansión de madera del usurero Rudy. Entonces pensó que se había dejado abiertas las ventanas del piso de abajo, metió sus pies en las mullidas zapatillas de fieltro y comenzó a tener ganas de orinar.
Tropezando con los muebles, fue tanteando las húmedas paredes hasta que llegó a la puertecilla del baño. Allí orinó y defecó angustiosamente pues la pesadilla de la visión de su propio esqueleto no desaparecía de su mente. El cerebro parecía estallarle. !Era la fiebre!.
– !Atchisss!. !Menudo resfriado he pillado!. !Espero que no tenga fiebre aftosa!.
Terminó de orinar y defecar, se subió los pantalones, se abrochó la bragueta y volvió a rememorar a su propio esqueleto. Un tictac nervioso recorrió todo su cuerpo.
– ¿Qué se creen esos andrajosos?. ¿Que el viejo Rudy se va a acobardar?. !Nada de eso!. !Si quieren recuperar sus bienes van a tener que pagarme con una libra de carne lo más cercana a sus corazones!. !Soy Shylock, si señor, a mucha honra, Shylock el justiciero redivivo!.
Fue entonces, cuando salía ya del baño, con el frío calándole los huesos, cuando comenzó a discernir el ruido que provenía del otro lado de la puerta de la habitación. Primero lo oyó como un murmullo lejano pero poco a poco el murmullo fue aumentando y pasó a ser estruendoso.
!La turba!. !La turba de vecinos venía a por él!. !A robarles sus tesoros de monedas guardadas bajo la cama y a comérselo vivo hasta convertirlo en esqueleto!. !Pero Rudy Sal Azar no estaba dispuesto a dejarse robar y a dejarse devorar por aquel atajo de harapientos vecinos!.
Rápidamente tomó la escopeta y la cargó de cartuchos. El ruido detrás de la puerta era ya espantoso. Ésta estaba a punto de ceder. Entonces fue cuando Rudy abrió tempestuosamente la puerta y disparó en las tinieblas.
Fue lo último que hizo en vida el viejo usurero Rudy Sal Azar.
Una multitud increible de insectos carnívoros se abalanzaron sobre él y comenzaron a morder todo su cuerpo. Eran millones y millones de alados insectos y en pocos segundos aquella marabunta convirtió el cuerpo de Rudy en un esqueleto que yacía sobre las baldosas de la habitación.