Había una vez un gurú que buscaba en su interior aquellas verdades que había aprendido estudiando en los viejos y amarillentos libros del filósofo Immanuel Kant. Se sabía de memoria todo el pensamiento kantiano. Así es cómo pudo entender “La crítica de la razón pura”.
A su lado, siempre subido en el hombro derecho del gurú un papagayo no hacía más que repetir las palabras kantianas… pero sin sentido alguno. El papagayo confundía el criticismo con la metafísica y la metafísica con la meditación trascendental.
Y así vivían el gurú y su viejo papagayo intentando poeseer la sabiduría el primero de ellos y coordinar su mente el segundo.
Un día el gurú y su papago estaban caminando por unas veredas. Había una enorme cantidaad de yerba verde que ellos, ansiosos por conocer experiencias, las recogieron y regresaron a la casa. Pusieron a hervir aquellas yerbas verdes en una enorme cazuela llena hasta los topes.
El gurú pensó: ¿Qué puede ocurrir si la cazuela se quema tanto que se estropea la comida de hoy?. El papagayo, inconsciente como siempre, dio varias volteretas por el salón-comedor y se volvió a detener en el hombro derecho del gurú.
– No te preocupes, mi amo… que yo creo firmemente que la cazuela resistirá y podremos probar las suculentas yerbas que nos darán el entedimiento de todas las cosas.
El gurú, creyendo en lo que el desdichado papagayo decia, se quedó profundamente dormido y soñando: “Con estas yerbas podré ser tan sabio como Kant… !pero que digo!… !!podré ser tan sabio como Salomón!!”.
Pasaron así muchas horas. El gurú durmiendo en una honda modorra y el papagayo dando volteretas, como un loco, de acá para allá y de allá para acá, cambiando continuamente de sitio pero volviendo siemrpe a descansar al hombro derecho del gurú.
Hasta que un tremendo olor de yerba quemada despertó la dormida pituitaria del gurú. !Por Belcebú!. !Se está quemando la comida! – expresó violentamente sobresaltado.
El gurú y el papagayo fueron raudos a la cocina y hallaron una patética escena: no solo la cazuela estaba quemada por los cuatro costrados sino que la yerba habíase quedado reducido a un inmundo montón de cenizas.. sólo cenizas vegetales… totalmente incomestibles.
Y esta es la historia, señores y señoras, de un gurú que quiso ser tan sabio como Salomón a través de la filosofía de Kant y de su papagayo, un ser totalmente inconsciente y falto de inteligencia alguna.