El perchero (1)

En la madrileña Pensión “Greco” todos colocan su sombrero, su capa y su paraguas en el perchero, donde alguien ha dejado olvidada una chaqueta de lujo. Todos miran a la chaqueta. Todos desean aprovechar un descuido de la matrona (la amargada viuda Marga) para apoderarse de ella. Asi es la vida en la Pensión “Greco” donde, al final del pasillo, existe (en medio de la penumbra) una copia de “El caballero con la mano al pecho”. A la hora de la cena todos piensan en aquella misteriosa chaqueta. Todos están deseando robarla. ¿Quién dejó aquella chaqueta allí?. Solo la matrona sabe que es de un viajero desconocido que sólo estuvo un día. Llegó cuando todos los demás dormían y se marchó antes de que los demás despertasen.

– !!Ojo con esa chaqueta!! – grita la viuda amargada Marga – !Que sé que es de un hombre que pasó por aquí y no puede olvidarla!.

Sin poder evitar la tentación, los tres hombres maduros (Tomás, Agustín y Luis) y la jovencísima Alicia (la única chica de la Pensión), tienen puesta su atención a lo que dice la amargada viuda pero sus mentes están en poder apropiarse de aquella costosa chaqueta. Así que todos esperan una oportunidad, un descuido, un bajar la guardia de la viuda…

Alicia, que tiene una imaginación poderosísima, aprovecha que todos están cenando en el comedor para, disimulando ir al baño, pedir permiso para levantarse de la silla.

– !Está bien! – gruñe la viuda- !Pero no tardes ni tres minutos!.
– Sólo serán dos minutos – responde, ladinamente, Alicia.

Sale de la sala comedor, se desliza rápidamente por el umbroso pasillo y llega a la puerta de entrada donde se encuentra el famoso perchero. Aparta, con sus manos, el sombrero de Tomás, la capa de Agustín y el paraguas de Luis. Consigue, manteniendo la calma, introducir su mano en el bolsilo derecho de aquella chaqueta. Nada. No hay nada más que una moneda de las Islas Vírgenes.

– !!Alicia!! ¿Se puede saber que estás haciendo? -grita desde el comedor la gorda Marga.

Temblando por los nervios, Alicia introduce su manos en el boslilllo izquierdo de la chaqueta. Ahora lo que encuentra es un papel y, apresurada por la amenazante voz de la matrona, lo dobla en cuatro partes y lo introduce, junto con la moneda, en su bolso. Coloca de nuevo el sombrero de Tomás, la capa de Agustín y el paraguas de Luis en sus lugares respectivos. Después entra en el water y, siguiendo con su astucia, tira de la cadena para dar a entender que lo ha usado.

Temblando por culpa de los nervios y por la desagradable y chillona voz de la viuda, entra de nuevo en la sala comedor. La viuda escudriña la mirada de Alicia y sabe que algo esconde pero no puede demostrarlo y tiene que guardar silencio. Es cuando los tres hombres maduros comienzan con sus sempiternas peleas políticas.

– !Tú eres un chaquetero oportunista! – le increpa Tomás a Agustín.
– !Y tú no entiendes nada sobre lo que es tener vergüenza! – le responde éste.
– ¿De qué habláis vosotros dos si sólo sois dos crápulas? – interviene Luis.
– !!Mira quien va a hablar!! – grita ya Tomás fuera de si y enrojecida la cara.
– !!Hablo lo que me da la gana y sólo digo verdades!! – se encorajina Luis.
– !!Acaso tú eres un santo!!.

Los tres hombre maduros ya no están hablando de política sino de asuntos de sus vidas personales. Por eso tienen la cara enrojecida los tres; mientras Alicia ni les escucha (tan absorta está en tener la oportunidad de ver que hay en aquél papel) y la vieja viuda amargada, la matrona Marga, no deja de escudriñar la mirada de Alicia como intentando penetrar en sus pensamientos.

De repente la vecina del piso de abajo, la portera Blasa, harta de tanto ruido, golpea con el palo de la escoba el techo.

– !!!Callénse ya!!!… !!!Que ya es hora de dormir!!!.

Los hombres siguen con su discusión sin hacer caso a la vecina.

– !!Tú si que tienes cosas que ocultar!! – le reclama Tomás a Agustín.
– ¿Tú te cres aquí El Santo acaso?.
– !!La verdad es que los tres somos unos petardos!! – sentencia Luis mientras la escoba de la vecina de abajo, la portera Blasa, vuelve a golpear en su techo.

– !!!O se callan o llamo a la policía!!!.

Entonces es cuando, violentamente, interviene la matrona.

– !Basta ya de políticas o de otros asuntos que a mí no me importan para nada!. !Ahora mismo os calláis todos y os vaís a la cama a dormir!. !Os doy sólo diez minutos de tiempo!.

– Bien. Nos callamos ya -dice Luis- pero ¿podríamos encender la televisión para ver “La Furia de las Gorgonas” que es una nueva serie que comienza hoy?.
– Cuánto dura…
– Sólo una hora. Y es pronto todavía para irse a dormir.
– !Está bien!. !Pero de aquí no se levanta nadie!. !Ni mi difunto Eustaquio si estuviese vivo!. !Y eso también va por tí, Alicia!.

Se impone un profundo silencio mientra la matrona busca el canal y comienza la película de las Gorgonas. Es una hora aburrida porquela película está pésimametne realizada y todos vuelven a pensar en la chaqueta del perchero.

Pasa la hora…

!!!Todos a dormir!!!. !Os doy sólo diez minutos! – pero lo que está intentando hacer la viuda amargada es vigilar aquella chaqueta hasta que su propietario vuelva a por ella.

Todos van a sus habitaciones, mientras la amargada Marga empieza a beber ávidametne de su botella de aguardiente. Para olvidar… ¿para olvidar qué?. Para olvidar a aquel extraño e incógnito personaje que dejó su chaqueta olvidada.

Alicia, nuevamente con astucia, apaga la luz pero enciende un cabo de vela que guarda en su velador. A la luz de la vela observa la moneda (efectivamente es un dólar de las Islas Vírgenes) y desdobla el papel. En el haz del mismo se lee una palabra (Santa Cruz) y en el reverso, dándole la vuelta, observa que hay una cruz cristiana con el número 13 pintado en la base. ¿Qué querrá decir aquello? se pregunta… pero sale de su ensimismamiento cuando escucha los golpes con los que aporrea la ya borracha matrona…

– !!Alicia!!. !!Apaga esa luz o derribo la puerta y te corto el cuello!!.

Cuando Marga se emborracha es como una energúmena sin razonamiento alguno; así que Alicia sabe que es capaz de degollarla y rápidametne apaga la luz y se mete en su cama con la moneda en una mano y en la otra el papel, se duerme y comienza a soñar con las Isla Vírgenes…

La amargada viuda, a trompazos con todo los muebles que pilla a su paso, llega a su habitación y se derrumba en la cama comenzando a roncar. También están roncando Tomás, Agustín y Luis, y ante aquel estruondoso ruido de los ronquidos despierta Alicia y comienza a pensar: “Mañana mismo me decido a ir a buscarle. Debe estar en las Islas Vírgenes”. Se levanta, toma el Atlas de Geografía que tiene en su pequeña estantería y hojea las islas de la Antillas Menores. Efectivamente hay una, perteneciente a las Vírgenes, que se llama Santa Cruz.

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