Un anciano de color, sentado alrededor de su propio fuego,
mirando las últimas brasas que callaban.
Quedamente escuchaba una música de queja.
Descubrió una imagen y un silencio, tomó alimento en solitario.
Sellado el día, firmó una oscura y fría noche.
¿A qué vienes estrella, desafiando al nublado cielo?
Pensó larga y serenamente en el camino y en el barro,
en el valor de la lucha, en las pocas fuerzas que le quedaban,
en la poesía del abuelo, en las lluvias,
las cosechas…en el amo blanco.
Recordaba las mañanas soleadas
y los latigazos del atardecer…en el amor perdido
y encontrado una y otra vez…en otro poema del abuelo
que hablaba de días de libertad
que hallarían sudando sangre y huyendo…pero de frente y despacio,
con orgullo, sin temor, porque una estrella desafiante
diría en la inmensa negrura:
¡terminó la esclavitud, levantemos las armas!
Y uniendo las manos apagarían las cenizas.
El abuelo fue sabio, por ello descansa todavía
en el corazón del hombre honesto
que duerme aún hoy con su aliento…haciendo caso a sus palabras,
exaltando la revolución y vislumbrando
un horizonte imperecedero a través de la espesa niebla.
Ah, la estrella…punto…luciérnaga…
-Cualquier día de 1992-