El que se llamaba Sabio se sentó en un mojón del cuadrilátero de la vida; allí donde los golpes se esquivan a través de la sensación de no pertenecer a nada de lo existente en el perímetro de todo lo perceptible. Y se quedó durmiendo el que se llamaba Sabio para entender un poco con la conciencia del Sueño. Y el que se llamaba Sabio sólo pudo distinguir una especie de caos en que todo se diluía a través de miles de caminos que zigzagueaban sin hallar consuelo a su búsqueda. El que se llamaba Sabio despertó tan cansado que ya no deseó seguir intentando interpretar la Vida y se llenó de Silencio.