Andy López era uno de los que sobrevivieron a la “Generación Perdida”. Casi todos los amigos yacían bajo frías losas o caminaban sin reflejos, babeando por los pasillos de psiquiátricos estereotipados.
Ciertamente, reconocía su suerte, aunque solía dudar de ella.
“Mentehumana Stres Band” dieron un recital de canciones de culto para a continuación dar paso a los frutos de su propia cosecha, lo hacían francamente bien. Auténticos profesionales no consagrados por los medios del Marketing.
Cristian “El Púas”, tocaba la guitarra desde los siete años, lo suyo era vocacional. Llevaba púas por los bolsillos, de todos los colores y formas. En casa tenía una amplia y extensa colección… de ahí el mote.
Qué pasa, me dan suerte chico. Es mi “Karma”.
Tenía también obsesión por lo esotérico y místico, creía en el periespíritu, todo ello proveniente de alguna rebelión muerta.
Las luces mortecinas del local iban conectadas al amplificador, al compás del voltaje de animosidad de la pieza interpretada.
Conocía a todos los miembros de la banda. Vivían haciendo bolos por los locales más cañeros de Barcelona y provincias, San Sebastián, Zaragoza, Madrid… Con frecuencia las pequeñas giras resultaban un viaje constante… pero disfrutaban con ello y habían logrado algo muy importante en la vida: hacer lo que les daba la gana.
Alí “El Negro” era afroamericano, del estado de Mississippi. Su perfil recordaba a Martín Luther King y se jactaba de haberle estrechado la mano en el sesenta y ocho, antes de que le asesinaran.
Yo había ido a Montgomery, Alabama, a casa de un pariente. Y allí, pasábamos por un parque lleno de gente. Aquello no solía estar tan concurrido así que pregunté a un hermano y me dice todo iluminado: Muchacho, ¡está hablando nuestro pastor! Escucha sus palabras porque son sabias y defienden los derechos de los hermanos negros.
¡Joder, cuando le vi! Me quedé blanco, hermano, platicaba con una fuerza que se te metía aquí, en el corazón. Al bajar del palco, me acerqué a saludarle, le dije: Hermano, soy Alí El Negro, me ha gustado mucho tu discurso, te deseo larga vida. Jo, un mes más tarde le mataron, ¡qué hijoputas!
Alí tenía cincuenta y nueve años. Tocaba el saxo, la trompeta y la armónica de boca con facilidad, sentimiento y maestría. Sí señor, todo un profesional del Arte y sensibilización musical.
Mustafá “El Legal”, había ejercido la abogacía. Tras comprobarse su valía, lo retiraron del cargo por malversación, abuso de poder y violación a una letrada lesbiana y a su amante, testigo de cargo. En el juicio le cayeron diez años y dos días por premeditación y alevosía. Pero su colega abogado con una actuación acrobática, consiguió rebajar la pena a tres años por estar el acusado en tratamiento con metadona, para reinsertarse a la sociedad y presentar elipsis mentales, lagunas y otras psicosis provenientes de cascos de bala en su guerra interna.
En el “Meco” no te enseñan nada bueno. Hay más drogas que afuera. Te petan el culo al llegar y te siguen dando por ahí hasta que sales, si lo logras… Verás, si entra un hombre inocente y te lo digo yo, amigo, escucha, si viene a dar con sus huesos al “talego” un tipo que no ha hecho nada malo y convive días y noches durante largos años, con delincuentes habituales, asesinos, rateros, mafiosos, yonkis… no logrará mantenerse al margen, es imposible arrinconarse, ajeno a lo que sucede por mucho tiempo, porque hasta la escoria necesita amigos y con el roce, aprenderá de ellos, sí, hombre. Uno es lo que es su entorno y alrededor sólo existen barrotes y filos cortantes… es peligroso, eso te perseguirá siempre. La mayoría cuando salen, se sienten inadaptados y eso les hará delinquir para volver a “casa” con la familia.
Mustafá salió con un huésped en el cuerpo: el virus del Sida.
Al principio daba tumbos sin encontrar dirección alguna, con la rabia de la impotencia royéndole por dentro. Continuamente iba “taja”; asiduamente se encontraba en el centro de trifulcas y reyertas callejeras.
Se hallaba desahuciado, acabado, harto de todo… dispuesto a la tragedia, cuando coincidió con Andreas… El bueno de Andreas le persuadió y sedujo con la idea de integrarse al conjunto, dados sus conocimientos de percusión. Mustafá “El Legal”, sin dañar a nadie, había encontrado su desahogo al frente de la batería. La pasma dejó de importunarle y controlarle constantemente y le saludaban con simpatía. He ahí el caso de un hombre redimido, que supo contener su belicoso destino.
Gloria Benítez era colombiana. Vino a España a terminar las clases de canto y de piano en el Conservatorio. Se pagaba el alquiler colaborando en talleres de músicos y en orquestas. Obtuvo el permiso de residencia y ya no regresó a su país, atrapada por el clima mediterráneo. Tenía una voz milimétricamente privilegiada. ¿Tú viste, papi, tú sabes qué cosa?
Al bajo le daba Andreas, acompañando en los coros.
Gracias… esta canción lleva por título: Agujas y Galletas de Coco… y está dedicada a aquellos amigos que recorrieron trayecto en los vagones de un mismo tren y por diversas casualidades fueron apeándose en distintas estaciones… Allí, donde quiera que estéis, no os olvidamos…
Gloria y su voz irrumpió triste, melancólica, percibiendo un imaginario y gris sendero en la orilla exacta, donde dibuja el horizonte una línea dimensional de profundo poder de reflexión…
“Me penetraron tus ojos trigueños, pequeña noche nómada que no has existido. Acompañado de Soledad, la lluvia baila mi Norte, marea el abrupto interior. Así es mejor. Baila mi Sur hasta caer en tierra, curvas de arena oscilando… allá, péndulo de estrellas brillando, astillando la oscuridad. Carne de pescado, pensamiento salado. Me perderé en este Mundo blando, me encontraré encima de un Mundo duro, difícil. Cómplice y maduro. Lo sé de buena tinta. Ilusión se fue a la esquina… agujas y galletas de coco. Ebrio de humanidad, lárgate humillación. Baila mi Norte, baila mi Sur, hasta caer en tierra herida… tierra de todos”.
La sala se llenó de merecidos aplausos. Andreas se adelantó para anunciar la próxima canción tras dar las gracias repetidas veces.
Ahora, una de nuestras favoritas y de las primeras que compusimos. El autor de la letra está aquí esta noche entre nosotros… Andy López… Venga una de manos. La canción se llama “El loco del Sueño” y os puedo decir que no es biográfica. Subió Andy al estrado, saludó efusivo a sus viejos compañeros, mientras le halagaban y hablaban de adolescencias, escogió unos bongos afrocubanos de los tres que estaban en el escenario.
No os he dicho que al principio de la formación del grupo, Andy era “El manitas” con los bongos y las congas… luego se dedicó a escribir, un poco de promoción nunca va mal, ¿verdad?, encontraréis su libro en los quioscos y tiendas del ramo. ¿Eh, qué?, ¡ah!, que cómo se llama, claro que idiota, si no lo he mencionado. La novela que ha escrito Andy se titula: “Entre piedras y arena, hojas y mariposas”. Os la recomiendo. Bueno, vamos a tocar la canción de Andy, él nos acompañará con la parte de percusión añadida, ¿vale? Venga.
Cada nota sonaba a deseos no acontecidos, a noches de charla entrañable, a la risa de un niño, a su primer paso, el primer beso… primer amor. El adiós de la lluvia cruzada por la flecha que lanza el arco… iris. Iluminaciones ilustradas que despiertan alucinaciones de imposibles.
2 comentarios sobre “El Reflejo de los sueños en lunas rotas(Perdido en la eterna oportunidad) 19”
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Excelente la descripción que haces de todo un mundo interno donde entrecruzas universos paralelos. Muy bueno Kim.
“los locales más cañeros de Barcelona y provincias, San Sebastián, Zaragoza, Madrid…”
¡Ejem!