Todo alrededor de Andy, comenzó a reverberar demasiado deprisa, la luz no le dejaba ver bien, un sonido agudo mareaba sus sentidos. Como un baile enloquecido y sin poder parar, los objetos daban vueltas, igual que sombras de un tiovivo sin risas, con el eco de un espantoso sarcasmo. Iba a explotarle la cabeza, se sentó con desmayo en el sillón de chirriantes muelles que le produjeron escalofríos.
No podía creer lo que estaba viendo, ¿qué estaba pasando?, necesitaba urgentemente salir, sí, el aire fresco le ayudaría. Antes volvió a mirar el suelo y el escandaloso cuadro escenográfico, una mancha viscosa, rojiza, todavía caliente, hirviendo sobre un puñado de tripas que el desafortunado “Hombre Orquesta” intentó sujetar con sus manos en un instante de combate sobrenatural y holocaustico del instinto ritual de conservación con un acabado atroz.
Si mueres, no te compliques la vida…
Ya sólo pensaba en correr, sus náuseas buscaban distanciarse, huir del horror de aquel lugar que le engullía en un pozo de rincón deteriorado. Para acabar de tranquilizarse, bajando el estrecho tramo de escaleras, tropezó con una pareja de críos con una hipodérmica en el brazo. Hiciéronse a un lado para dejarle pasar y entonces le miraron ojos dormidos. ¡Dios!, le miraban con odio. No tendrían más de dieciséis años y la muerte miró de cerca, cara a cara. Nunca olvidaría esos ojos vacíos para el mundo e inyectados en sangre para él. Quiso decir unas palabras pero sólo pudo balbucear, tragó saliva, no le llegaba la voz.
La calle empezaba a madrugar. Un frío de nieve le obligó a subirse el cuello del abrigo. Los pensamientos se entremezclaban en su escurridizo cerebro. El miedo siempre acompaña el hilo que teje la araña.
Un chiquillo húngaro de tez prieta le agarró el pantalón.
Señor, déme unas monedas… señor… mi madre está muy enferma y no puede trabajar, venga, déme algo por amor de Dios… veinte duritos, no sea rácano, hombre…
Andy López hubiera querido ser caritativo, sin intermediarios, mas cuando quiso darse cuenta, tenía la pequeña, morena y experta mano del “pobre niño” buceando en uno de los bolsillos y abrazando unos billetes de entre los pliegues, el prodigio se largó volando, besando el viento y la suerte.
Qué mundo aquel. Todo parecía mísero, la gente iba asustada, paseando el perro de la pobreza, sacándola para que hiciera sus necesidades. O quizá era él, que experimentaba una visión deleznable en sus rostros ocráceos, perseguidos por la desfiguración teatral de la máscara terrorífica en la que se hallaban, camuflando el ridículo interno por una farsa exteriorizada.
El Mundo en su autenticidad, distinguido público.
Perdido ya en esa trágica sensación de reconocer la vulnerabilidad del espíritu, en una sociedad hostil, cada vez más integrada en el estigma frívolo e insólido del esteticismo. Pensó en los pensadores, en la absoluta austeridad de los monjes cartujanos. Entregados espiritualmente, atrapados en claustros amurallados y claustrofóbicos, en el anacoreta, el misántropo, el ermitaño. En los antiguos estilitas más drásticos y radicales sobre pilares y columnas existenciales. Artistas de la mente, de la oración, esculpidores de sueños liberadores, agricultores de almas creadoras de la pureza mística. ¿Dónde iban a morir estos animales de la percepción en vías de extinción?
Fuertemente consternado, Andy López tardó bastante en volver a la realidad y sumergir la memoria en agua clara, para poder afrontar este nuevo incidente que aguardaba, impasible, en el piso.
Se encontraba en un lugar ignorado, como si regresara de improviso, de un reconocimiento astral. Caía estremecido hacia ninguna parte, con el impacto de inseguridad que ofrece la velocidad de tránsito interoceptivo, elevado a los vértices de una lejanía sin límite terminal y el brusco y vertiginoso encuentro comunicativo emocional que representa la vuelta sin conciencia de la luz sensitiva al tedio rotatorio de la puta tierra. Y en este punto dudoso donde no hay ningún tipo de apoyo y por lo tanto se yace en el vacío impresionable de lo que entendemos seguramente que nos equivocamos por la nada, estalló la vulgar y sonora campana metálica, martilleando secamente en el aire infestado de microbios.
Gran reserva del planeta azul.
Un comentario sobre “El Reflejo de los sueños en lunas rotas(Perdido en la eterna oportunidad) 2”
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Sigue siendo excelente el contexto general de tu relato. Sigues manteniendo una línea firme y consolidada de novela negra y de técnica sobresaliente. Sigo leyendo tu texto. Es excelente.