Como otras tantas noches de verano en la terraza de mi casa, recostada en la hamaca, entre los geranios y enredaderas, miraba al cielo estrellado en un intento de relajarme. El aroma de la dama de noche y los jazmines me adormecía y me trasportaba a mundos irreales. No recuerdo en que momento me dormí, si es que me dormí……..
El escenario había cambiado. Caminaba por un terreno escarpado. La luna de agosto lo iluminaba todo de una manera misteriosa. Estaba rodeada de formas de fantástico y singular aspecto. Por un momento me sentí atemorizada. Paseaba sola, perdida en un mundo al que no recordaba haber viajado. Quizás solo se trate de un sueño, pensé para tranquilizarme, y seguí hacia delante.
A mi encuentro, en una variada sinfonía de grises y blancos, iban apareciendo seres monstruosos, torsos decapitados de animales de quimera, formas mórbidas que me recordaban a algo pero que el miedo no me dejaba reconocer. Alados corceles cargaban escuadrones de guerreros fieros y aguerridos que lanzaban sus armas al viento. Empujada por el miedo pero también por la curiosidad, seguía caminando entre la espectral iluminación de la noche, a veces con dificultad ya que el terrenos eras abrupto, hecho de rocas donde de vez en cuando me encontraba con una hiedra, y algún que otro arbusto. De repente me encontré sumergida en una arquitectura fantástica. Paseaba rodeada de templos orientales, que mas adelante eran catedrales góticas. Poco a poco sentía que el miedo me iba abandonando. Una suave sensación de familiaridad me iba invadiendo. Me pareció que me cruzaba con una pareja de enamorados tiernamente abrazados, él cristiano, ella mora, alejándose de la Peña, dejando atrás a sus perseguidores. El Infante don Fernando, montado en su caballo, me saludó, sonriente y feliz por su buen hacer en la defensa de la ciudad. Ahora caminaba por calles conocidas, entre gentes que iban y venían, gentes de todas las épocas que han vivido y amado a Antequera, pintores, arquitectos, orfebres y plateros, escritores y poetas que han dejado su huella indeleble en ella. Paseaba entre iglesias y conventos, ruidos de motores, los de las fabricas de textiles y curtidos cuyas ruinas aun recuerdan la época floreciente en que enriquecieron la ciudad. Dentro de un monumento megalítico alumbraba una hoguera, alrededor de la cual se calentaban seres prehistóricos. Me pareció oír un repiqueteo de tambores y una larga procesión pasó a mi lado, sin detenerse, era el Santo Entierro, silencioso y triste que ponía el punto final a una Semana Santa rica en cofradías. De repente la noche se iluminó. El cielo se llenó de tronantes colores que ponían el punto final a la Feria. Las gentes que pasaban a mi lado sonreían divertidas y felices. En el ambiente se mezclaba el olor de la pólvora de los fuegos artificiales con los aromas de la caña de algodón y las patatas fritas. Ese aroma me recordó otros, el de los jazmines de mi terraza, y de pronto las apariciones desaparecieron, me encontraba de nuevo en mi hamaca. Allí no había rocas con formas extrañas, solo macetas iluminadas con una luna clara y radiante.
Todo había sido un sueño, solo que aunque yo había despertado vivo en un sueño diario porque vivo en Antequera y desde aquí invito, a todo aquel que quiera compartirlo conmigo, a visitarla, recorrerla, conocer a sus gentes, y pasear por la Sierra del Torcal, donde el trabajo de millones de años de acumulación de materias calizas y margosas, además de la erosión de las aguas sobre las rocas han dado lugar a paisajes grandiosos y sorprendentes detalles morfológicos, y donde podrá contemplar formas conocidas como El Macetón, los Dos Iguales, el Arco, las Parrillas el Aguilucho, el Sombrero………..pero además, si le apetece podrá dejarse llevar por la imaginación y adentrarse en un mundo de ensueño donde la fantasía no tiene limites. Josefína
Qué sueño tan interesante. Creo que conectaste vía el subconsciente con la época que describes.
Conozco parte de Málaga, pero principalmente la costa, y también pueblos del interior pero no Antequera.
Sin embargo, el padre del novio de mi hija era de allí y ella sí lo conoce.
Guarda tu sueño para siempre, quizá algún día sepas por qué lo tuviste y en ese momento precisamente.
Un beso.
Feliz sueño, joremi. Tu relato está lleno de color y colorido (que son dos cosas diferentes pero complementarias cuando se las sdabe combinar cómo tú has hecho). Conozco bien la bella Antequera pues la he visitado algunas veces y me alegra de que tú hayas traído, a través de un relato lleno de fantasía, la Antequera de mis recuerdos a la memoria. Yo ahora estoy sentado ante el computador con ganas de irme a dormir pero me entra un plácido rumor de agua de la Sierra del Torcal. !Qué lindo es tu relato antequerano lleno de misterio, asombro,historia y naturaleza viva y humana!. Un día de estos, gracias a la viveza de tu lindo relato (que me lo trae a la memoria) escribirñé mi propio canto a Antequera. !Precioso relato joremi!.