Todas las chicas del arrabal se van con los chicos al cine, a comer pipas con sal, escupir desde el “gallinero” a los de abajo y meter mano los unos con las otras. Y los chicos y chicas del arrabal dicen que Marcelo, además de tonto es raro -“!marica no más señá Obdulia… marica no más!”- porque no le gusta ir al cine a escupir a los de abajo y tocar tetas…
También le llaman marica porque cuando el resto de los chicos del arrabal coleccionan cromos de futbolistas y de El puente sobre el río Kwai, él se compra los de Peter Pan… y mientras el resto de los chicos del arrabal se pelean entre sí por defender a Distéfano o a Kubala él !sueña que te sueña con unas alas verdes!.
La única amiga que tiene Marcelo es una niña que sufre de síndrome de Down (con la que juega a construir represas de barro con el lodo que se forma junto al riachuelo de las aceras cuando ha llovido recientemente o cuando están trabajando los de “la manga riega que aquí no llega”), pero los chicos del arrabal van y les pisotean las represas.
La chica más alta del arrabal – la más larguirucha y vivaz – dijo un día, en que estaban todos juntos, que aquella pareja la formaban un tonto y una anormala. Y todos se rieron mucho…
Otro día, cuando los chicos habían acabado de pisotearles las represas de barro, la amiga de Marcelo cogió un ladrillo y le abrió la cabeza al Navajas. Todos dijeron al padre de éste, cuando fue a reclamar, que el tonto había pellizcado las nalgas de la mongolita y que por eso ella le había abierto la cabeza a su hijo.
Desde entonces ya no les dejan estar juntos…
A lo único que los demás chicos le permiten jugar a Marcelo es a pídola. Le ponen de “burro” y siempre juegan a tabaca aumentativa y penalty. Cuando toca tabaca aumentativa, todos los chicos van saltando por encima de Marcelo y le van pegando una patada con el empeine del pie derecho. Cada vez que salta uno tiene la obligación de dar la patada más fuerte que el chico que saltó antes de él. Como nadie sabe ni quiere medir la fuerza de cada patada… todos quedan libres de “pringarla”. Marcelo aguanta el dolor con tal de jugar con los demás chicos del arrabal… !y entonces se pasa a penalty!.
Salta el primero -“Pe… señá Obdulia…!- se da media vuelta – “!Nal… señá Obdulia…”- y suelta un punterazo en las nalgas de marcelo “!Ty… señá Obdulia…!”-
Entonces el tonto del arrabal se levanta y se marcha llorando.
Muy pintoresco este relato en dos actos, pero también desolador, por muy lejos que quede en el tiempo.
¡Qué pandilla de chicos malos! Como, por otra parte, suelen ser todas las pandillas. Buenecitos cuando van solos, el demonio cuando van en grupo. Espero que tú no fueras uno de los que saltaban a pídola sobre el pobre Marcelo.
Un abrazo, Diesel
No, Carlota, yo no era parte de aquella pandilla de brutos irracionales… pero este cuento (que consta de 6 pequeños capítulos) está basado en hechos reales ocurridos en un arrabal de cuevas y chabolas que existía en Madrid en los años 60.