El caso es que en este día de noviembre Marcelo recordó a “Boby”… tomó una rama seca y amarilla que descansaba su ocio en el ocre suelo (abatida por el glacial invierno del páramo) y miró por última vez el cadáver del perro semicubierto por guijarros de pedernal. Entonces volvió a su mente el hombre vasco, barbudo y con lentes, que caminaba por los senderos de su ensoñación. Y se acordó de los últimos versos de la estrofa: “Eres tú la paz eterna y honda del último suspiro, el apóstol errante y misterioso que en torno nuestro ronda y que nos mete al alma, cuando luchando por vivir padece, la dulce y santa calma que a la par la aquieta y la enardece”.
!!Son cagadas de vaca!!. !!Sólo son cagadas de vaca… y siempre se equivocan!!. !!Sí!!. !!Siempre se equivocan porque destruyen las leyes naturales de la vida!!. !!Porque sus vivezas son la mentira, el engaño, la estafa, la envidia, la crueldad, la cobardia, la incultura y la vida sin valor alguno!!. Y lanzó la rama seca lejos… lejos… muy lejos de él.
Las “gritopalabras” de Marcelo resonaron por los umbrales del páramo. Y sonaron a dato concreto lleno de categórica certeza y de profuna y emigrante verdad. Pero él volvió…
Los chicos del arrabal juegan ahora a tirar perdigonazos a los pardos gorriones. Y le siguen llamando tonto porque Marcelo, mientras ellos disparan con sus escopetas de aire comprimido a los asustados gorriones que buscan el cobijo de la paz en el viejo álamo blanco, él se dedica a dibujar, en ls paredes del barrio, trigales con pájaros volando sobre las espigas.
Marcelo dibuja muy bien y sus trazos semejan sinfonías musicales de color y claridad; mas los demás chicos del arrabal han comenzado a decir, ladinamente, que no tiene “pitillo”. Y una vez, hace muy poco, la Lagarta le tocó para comprobarlo y, mintiendo mientras sonreía maliciosamente con su maliciosa viveza, contó a las demás chicas del arrabal que era verdad lo que decían los chicos.
Marcelo pasó de ser tonto a convertirse en mítico esperpento. Miento. Marcelo no pasó de nada a nada. Él siempre es y será Marcelo. Son los otros chicos del arrabal los que han pasado de la nada más relativa a la nada más absoluta. Pero de esto es mejor hablar en momentos más adecuados… cuando un día, al fin, puedan ser algo más que simples chicos o, mejor dicho, algo más que niños simples…
El caso es que a Marcelo le llaman tonto porque ahora ya no habla poco. Ahora ya no habla mucho. Ahora ya no habla nada. Pero Marcelo sabe más cosas que todos los demás chicos juntos y piensa que los demás niños del arrabal (él sí es un chico de verdad mientras que los demás sólo son niños con apariencias de “mayor”) sólo saben necedades.