El entorno se mueve parpadeando a cada paso en falso que doy. ¡No doy pie con bola! Y la bola se fue rodando… giraba y se entremezclaba por las piernas de los gigantes en los llanos altos donde reina la presión espacial, bajando lentamente hasta unos girasoles provocando el movimiento constante de miles de personas trabajando en una empresa textil.
La bola recorre el mundo… Llegando a París, con su Moulin Rouge y su bohemia liberadora, subiendo por el globo terráqueo y saltando por Suiza y sus quesos con chocolate derramados, Alemania con su tejadito de oro y un puestecito andante de enormes salchichas procedentes de Innsbruck y las constantes vitales heladas por el frío y humedecidas gracias a la cerveza de Salzburgo.
No obstante, compitiendo con la Guiness de Dublín… Pero esa bolita no sacia su sed de saber y sigue por Viena, hasta llegar al puerto de Chivitavecquia desde donde parte a Roma, la Toscana, Verona, Venecia (y allí se compró una góndola)… y seguirá.
3 comentarios sobre “El viaje de bola”
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
Y dará la vuelta al mundo.
Un abrazo!
Cristal: de Venecia a Venezuela sólo existe la distancia de un par de centímetros nada más. Muy bueno tu relato.
Pues espero verla pasar frente a mi casa y darle una marca de nuestro país par aque la recibas en caso de volver a verla jaja. Saludos Cristal.