El “viejo verde” que fumaba continuadamente en pipa se llamaba Sagi. No. No era el ex-futbolista Sagibarba del Bacerlona Club Fútbol, sino un un tipejo argentino (perdón al resto de los argentinos pues yo siempre respeto a dicha nación). El verdadero nombre de Sagi era el de Diego Villegas. Resultaba ser un hombre patético gordo, demasiado gordo para ser normal. Teniá un bigotito a lo Hitler y se teñía el pelo de rubio platino. Bajito. Con una barba rala siempre hirsuta y llena de pulgas que se le agarraban cuando paseaba por los viejos rincones y las tascas de Buenos Aires.
El caso es que Sagi, el “viejo verde”, sentía una enorme predilección por las chiquillas rubias, sin importarles si estaban teñidas o no. Y no le importaba en absoluto si estaban casadas, separadas, divorciadas o eran viudas. A todas ellas las invitaba a tomar copas de coñac sin parar hasta poder emborracharlas.
Un día se encontró con una rubia teñida de rubio (valga la redundancia) y se le abrieron los ojos como platos. !Se lanzó rápidamente a por ella!.
– Hola preciosidad… ¿te interesa un “plan” conmigo?.
– ¿Qué es un “plan”? – respondió la ingenua chiquilla.
– No te preocupes. Es algo que te va a gustar…
La rubia teñida de rubio (y vuelvo a pedir perdón por la redundancia) se llenó de emociones.
– !Acepto! – exclamó de forma inconsciente.
La escena se estaba desarrollando dentro de un “pub” y el “viejo verde” Sagi, acostumbrado a ligar con prostitutas y con chicas inocentes se relamía de gusto.
– !Venga!. !Vamos a tomar otrra copa!. !No te proecupes!. !Te invito yo a todas las que sean necesarias!.
En el bolsillo posterior del pantalón de Sagi la cartera de los billetes abultaba demasiado…
– ¿De verdad? – siguió entusiasmada la inocente criatura.
Una sonrisa meliflua y unos ojos diabólicos se reflejaban en la cara de Sergi (Diego Villegas).
– Ya es mía… ya es mía… (pensaba el “viejo verde argentino”) – esta piba ya no me la quita “naide”… es una pobre pendeja… y clavaré mi pipa en los intestinos de quien me la quiera arrebatar.
Y seguía Sagi fumando la pipa. No. No era tabaco lo que fumaba el “viejo verde”. Era un nuevo producto (una nueva droga) llamada “megalina”.
– – ¿Me dejas fumar un poco a mí?.
– !Por supuesto que sí!. Ya sabes que entre los amigos todo es de todos.
Era bastante paradójico y contradictorio Diego Villegas, que en sus momentos de ocio se dedicaba a escribir poemas que a veces rozaban la pornografía y a veces eran totalmente pornográficos.
En el pub, repentinamente, comenzó a sonar un vals con música de Atilio Bruni y letra de Roberto Lambertini:
“Te dirán por doquiera que vayas: “Señora Princesa”.
Te dirán que la virgen morena te dio su mirar.
Las estrellas celosas… mirarán tu belleza
y a tu lado las flores más bellas se avergonzarán.
Pero sé que estaré en tu vida con mis pobres canciones
y esos ojos que yo tanto admiro se humedecerán.
Porque nada es más lindo en la vida
que quererte, adorarte y besarte
y por eso: “Señora Princesa”
no me olvidarás…”
El “viejo verde”Sagi y la rubia de “bote” estaban fumando aquella sustancia alucinógena cuando de repenta ella explotó:
– !!Quiero bailarrrrr!!. !!Quiero bailarrrr!!.
– Eso está hecho -dijo Diego Villegas relamiéndose de gusto- vamos a la pista…
El vals continuaba…
“No me extraña que te llamen “Señora Princesa”
pero nunca podrán orfrecerte mi sinceridad.
Llegará a tu oído… los más lindos piropos
pero nadie sabrá comprenderte, en tu intimidad.
Hoy podría empeñar a tus sueños , en brazos extraños
pero el tiempo que todo lo sabe dirá la verdad.
Porque sólo es eterno en la vida
el amor que es sincero y se aprecia.
Lo demás, mi “Señora Princesa”,
asoma y se va…
Fue entonces cuando el “gordo Sagi” se corrió y manchó sus pantalones. Ella sintió el orín de él correr sus pantorrillas.
– !Déjame Sagi… déjame… ya no deseo seguir bailando contigo!.
Y ambos se sentaron en sus sillas pero ya sin fumar “megalina” mientras el vals teminaba:
Qué importa que todos te digan “Señora Princesa”
si en su mundo mendigo y perezoso está el interés.
La belleza de tu alma, lo despierto de tu cuerpo
lo demás es mentira egoísta con suciedad y sed,
En la dote de oro y de plata que todos te ofrecen
hallarás el inmenso castigo de la falsedad,
porque nada es más lindo en la vida
que el amor que es sincero y se aprecia
lo demás, mi “Señora Princesa”
asoma y se va.
Los dos quedaron profundamente mudosy en silencio. El camarero del pub les sirvió la enésima copa. Pero ya ella sabía la verdad y, derribando la copa que le seguía srviendo Diego Villegas, se levantó:
– !Nunca más!. !Nunca más Sagi!. !Nunca más!.
Y la noche bonaerense los encerró en una oscuridad profunda cuando salieron a la calle. Él en taxi y maldiciendo. Ella andando y sin dejar de llorar.