El señor que estaba sentado en el en banco cercano a la esquina se a levantado y está caminando por en medio de la calle, no vienen coches, la calle es estrecha. El señor va muy bien vestido. Con traje y corbata. Es de estatura mediana, centímetro arriba centímetro abajo, es delgado sin gorduras. Camina con cierta lentitud pero no a cámara lenta. Parece que sabe a donde a de ir.Eso parece.
Su mano está en el bolsillo de su chaqueta, allí… ¡algunas monedas sueltas!
¡Seguro que sí!
Se asoma a un contenedor de basuras. Lo abre, mete un poco la cabeza, remueve bolsas y deja que la tapa baje. Se retira y sigue caminando calle abajo.
En pocos metros vuelve a encontrar un contenedor, levanta la tapa, vuelve a meter la cabeza. Coge una caja de cartón de tamaño mediano tirando a grande. Y la deja atravesada, para aguantar la tapa y que no se le cierre. Entonces el hombre con las dos manos toma una bolsa con papeles dentro. La abre y escarba, va cogiendo los sobres que hay en su interior, la bolsa contiene restos de papeles y material de oficina. Con los dedos va cortando los trozos del sobre donde están pegados los sellos de correos, y seguidamente los va metiendo en el bolsillo de su traje. Y así en varias bolsas, durante un buen rato.
Cuando acaba, lo vuelve a dejar todo en condiciones, y sigue caminando hasta llegar a otro contenedor y vuelve a repetir la misma operación. El bolsillo de su traje se va llenando de sellos enganchados a trozos de sobre.
Luego al llegar a su casa comienza a vaciar con cuidado el contenido del bolsillo. Sus movimientos son cuidadosos y exquisitos. Su casa es espaciosa y acogedora, bien atendida.
Esos trozos de papel los va metiendo en el interior de un bote ancho, de plástico, lleno de agua. Unos minutos después los sellos ya se han desprendido del papel, y los va sacando con cuidado, los deja sobre un trozo de tela para que se queden secos.
A continuación los va colocando en una carpeta, dentro de unas láminas de plástico.
Dos días después el señor delgado, se encontraba en el club del que es socio número tal, charlando amistosamente con otros socios, casi todos llevaban una carpeta para mostrar sus sellos, y de vez en cuando podían acordar algún cambio, como si fuesen cromos o un patio de escuela.
Uno de los socios se le acercó y mirándolo preguntó “¿Dónde consigues tus sellos?”
El hombre delgado, con gran facilidad empezó a mentir “Por mediación de un sobrino de mi mujer, que viaja mucho, y me los trae”
El hombre que hizo la pregunta respondió “Pues me alegro, yo los voy recogiendo de las bolsas de basura que hay en los contenedores, es un fastidio” respondió con un tono de resignación y desagrado.
El hombre delgado trataba de disimular, para que no se supiera que él también los conseguía de la misma manera.
Y es que los prejuicios van bien para ese tipo de actitudes.
Ya lo dijo SHAONA, en el cuento que le tomé para escribir a Carlota y lo dice también el dicho: la verdad no peca pero incomoda.
Ahora que no encuentro verdad en eso de ser tal y como se piensa que uno es. Verás, la dificultad es que mi pensamiento nunca se estabiliza y así, las imágenes se revuelven constantemente. Sí, precisamente, como los sellos postales en un bote de basura. Quien lo diría.
Por cierto. Observaciones:
1) Lento al principio.
2) Buen cierre.
3) ¿Cómo es la calle que transitas más frecuentemente? Una descripción de la misma puede que te ayudará a darle gancho al inicio. Supongo.
Suerte
Estupendo, como siempre, tu texto. A mí me llama mucho la atención lo de los señores mayores, bien vestidos, que merodean por los cubos de basura y se llevan a veces algo que bien puede ser chatarra. Creo que es una costumbre que, o bien acaban de adquirir, o que tienen desde los años difíciles de la posguerra. De cualquier forma, se puede considerar que reciclan, ya lo creo que reciclan, tanto esos como los de los sellos.
Muchos saludos, Volsverkier.
Muy bueno y casi genial, amigo. Como siempre que escribes relatos. Te cuento de paso que lo mío son las bolsitas de azúcar que sirven para endulzarnos la vida con los cafés con leche. Sí. Es cierto. Algunos tienen por costumbre la filatelia aunque les cueste el honor por ellos. Yo, ya ves, me limito a coleccionar bolsitas de azúcar y sobre eso también escribiré mi próximo relato en cuanto tenga a mano la ocasión. Claro que entre los sellos de correos y las bolsitas de azúcar para los cafés con leche hay una gran diferencia: la imaginación, amigo, la imaginación y saber distinguir entre las bolsitas repetidas y las bolsitas que no están repetidas. Un abrazo, colega.