Un niño pequeño llora.
Está sentado en el suelo, sus cabellos algo desordenados.
¿Estará diciendo?: “¡Tengo hambre!”
Una Cazuela llena de comida. Humeante. Recién cocinada.
La criatura llora, sigue.
¿La criatura estará diciendo?: “¡Tengo Hambre!”
La comida va cayendo sobre un plato.
El niño sentado en el regazo de la abuela empieza a comer y ha dejado de llorar.
Sencillo pero emotivo. Podríamos decir que es una simple escena familiar pero has logrado transmitirla con mucho acierto. Un abrazo, Vols.
¡Quiénes no tienen recuerdos de cuando la familia se reunía en torno a la abuela que, callada y silenciosa, presidía con su ternura los momentos importantes de quienes estábamos junto a ella! El hambre hace muchas veces llorar pero lo importante no es llorar de hambre sino saber que la existencia nos da la oportunidad de recordar tiempos en donde el hambre nos hacía llorar. “La comida va cayendo sobre un plato / El niño sentado en el regazo de la abuela empieza a comer y ha dejado de llorar…” Ese final es realmente trascendente.